Amigas y amigos,

Qué tal la vida? Espero que les trate bien.

Hoy he escuchado una de las expresiones más odiosas de mi vida adulta: el veroño. Ya saben, el verano + otoño. Porque resulta que hay gente a la que le gusta este tiempo del Sahara que amenaza con alargarse hasta noviembre.

Por favor, dejemos de inventar palabras. Ya tenemos muchas.

Hoy vengo a hablarles de dos cosas: una buena y la otra mala.

Empezaré con la mala, que es una película de terror. En teoría, el inicio de una trilogía. Se llama El exorcista: creyente.

Es un proyecto innecesario e irrelevante, pero que resulta -a priori- muy atractivo. Claro, el original (que se estrenó hace ya medio siglo) es una obra maestra además de un título de culto. Así que Universal, que parece que tiene algo de cash, ha pagado 400 millones de dólares por los derechos para poder hacer una trilogía.

400 kilos, nada menos.

La primera es esta cosa con endemoniados low-cost, atmósfera de slasher, ni un poquito de miedo y mucho efectismo baratito. Nadie ha entendido muy bien que le hayan encargado un proyecto tan ambicioso a un tipo como David Gordon Green, que ha hecho lo que ha podido con Halloween, pero tiene la sutilidad de un martillo hidráulico. Obviamente, la crítica lo ha masacrado. No es que yo tengo mucha confianza a la crítica (mejorando lo presente), pero aquí les doy toda la razón: este exorcista no hay por donde demonios cogerlo.

La gracia del original, su gran mérito, es que era capaz de mezclar la truculencia de sus efectos especiales y la escatología, con una atmósfera aterradora. El exorcista daba miedo, la casa daba miedo, las escaleras daban miedo. Todo el aparato narrativo del filme estaba montado para que el espectador sintiera en sus carnes la opresión de aquellas paredes.

En este exorcista explica la historia de un padre viudo con su hija de 13 años. La madre murió en un terremoto y la niña pues va un poco a lo suyo. Las cosas se tuercen cuando la chavala y su amiga desaparecen en el bosque y regresan tres días después, sin recordar nada de lo que ha pasado en ese periodo de tiempo. No les haré spoilers, pero digamos que las muchachas empiezan a comportarse de un modo muy extraño hasta que el padre decide que el problema solo puede solucionarlo un cura. Bueno, dos.

El resto es aburrimiento puro, algo de pirotecnia auditiva (el susto de subir el volumen) y poco más. Lo peor es que la acabas y piensas que van a hacer otras dos.

La peli va camino de hacer unos 30 millones de dólares en su primer fin de semana, que es justo lo que ha costado. Son buenas noticias porque a partir de ahora todo son ganancias, pero no tan buenas por culpa de los 400 kilos que se han pagado por los derechos. O sea, que para que les salgan los números, deberían sacar unos 1000 millones. Entre las tres, quiero decir.

No creo que la Creyente llegue a los 250 kilos en todo el mundo al final de su recorrido. De hecho, si llega a 170 o 180, pueden abrir una botella de Chateau-Petrus. Lo peor, es que tampoco pueden parar la trilogía porque los 400 millones ya se han abonado.

Y para acabar de arreglarlo, no es solo que la crítica la haya odiado: el público también.

Las películas de género siempre funcionan muy bien porque hay una amplísima base de fans, pero esos fans son exigentes. Y la película no les ha gustado, así que el boca-oreja no va a alargar la vida del filme.

En fin, ya veremos.

Me he alargado tanto que me he quedado sin espacio para la buena noticia, que es la divertidísima Sangrientos dieciséis. Mírenla y disfruten: asesinos en serie, viajes en el tiempo y una actriz cojonuda al frente del reparto, Kiernan Shipka.

Échenle un ojo y hablaré de ella en un par de días.

Lo prometo.

Abrazos,

TGR