Amigos y amigas,

¿Qué dice el pueblo?

Espero no tener que sacar los tanques, como decía un amigo mío.

Vengo de ver Jo Jo Rabbit y no saben lo bien que me lo he pasado. Qué jodida maravilla.

Como tengo la mala costumbre de leer lo que no debo, había estado viendo críticas de mierda (con perdón), que decían que la película frivolizaba con el nazismo, que si esto, que si lo otro, que si sus muertos a caballo. La gente es gilipollas y ese dato ya lo teníamos, pero lo peor es aquellos que disponen de una tribuna pública para soltar sus gilipolleces y como ahora todo el mundo dispone de una tribuna pública para soltar sus gilipolleces, pues bueno.

Algo que queda claro después de ver Jo jo Rabbit es que si consideramos que esta película frivoliza con el nazimos es que no hemos entendido el concepto ‘sátira’, y por la misma regla de tres, podemos acusar a Lubitsch o Wilder de hacer lo mismo.

La película del fabuloso Taika Waititi, que es un auténtico genio y en la que él mismo da vida al dictador nazi, explica la historia de un chaval alistado en las juventudes hitlerianas, cuyo amigo imaginario es el mismísimo Adolf Hitler.

Con ese precepto, te puede salir una porquería indigerible o una auténtica genialidad. No hay término medio y en el pecado va implícita la penitencia.

Ya pueden imaginarse que lo que le sale a Waititi (que ya suena para dirigir la próxima Star wars) es una puta genialidad.

El realizador neozelandés, responsable de filmes como Lo que hacemos en las sombras o Thor: Ragnarok, ejecuta en Jo jo Rabbit una película cuasi perfecta, porque sabe manejarse en un terreno tan resbaladizo como el de la comedia negra. Y lo hace con tal delicadeza que hay momentos a lo largo del metraje en los que es imposible no emocionarse. Que te pase eso con una película sobre un niño que tiene como amigo imaginario a Adolf Hitler tiene un mérito inmenso.

Luego está la inmensa Scarlett Johansson, que va a llevarse el Oscar por Historia de un matrimonio, pero que también está nominada por esta y que debería llevarse dos estatuillas y no solo una. No sé si hay alguna regla que lo impida, pero si es así deberían anularla inmediatamente.

Johansson interpreta a la madre del chaval y lo suyo sería para darle premio tras premio, hasta que no quedara ninguno: qué capacidad para construir un personaje sensato y sereno, que hace que su hijo se vea obligado a cuestionarlo todo. Me cuesta pensar en una relación tan bonita entre madre e hijo en el cine, en los últimos años.

Lo que más me interesa de la película (y me interesan muchas cosas), es esa capacidad para explicar lo subversivo que puede ser el humor. Como muchas veces se ha considerado a la comedia como el hermano tonto del drama y se le ha ninguneado constantemente, da gusto ver como alguien es capaz de utilizarlo a modo de florete, sin miedos, ni complejos, clavándolo hasta el mango cuando menos te lo esperas… ya me perdonarán la metáfora.

Uno se queda sin palabras al acabar el filme, que tiene además un poso amargo, algo que se antoja inevitable. Como cuando empiezas a reírte en un funeral, porque a veces es el lugar en el que más necesitas reírte, pero cuando acabas solo te queda en el rostro una mueca, una sonrisa torcida.

La recomiendo fervientemente, con todo mi corazón. Vayan a verla con sus seres queridos, porque no sé cuánto va a durar en cartelera, siendo como es una rareza maravillosa, un milagro que no debería existir, pero que se ha producido.

Vayan y luego cásquenlo aquí.

Abrazos/as,

T.G.