Amigas y amigos,

Qué tal van?

Como ya les dije,  voy a dejar que estrenen la de Scorsese en Netflix para comentarla.

Lo mismo para la de Fincher, que llega ya.

Si fueran estrenos normales, pues yo tiraría, pero sabiendo que en nada la tendrán en su casa, pues no me importa esperar.

Hoy les hablaré de algo que ya han estrenado y que me ha dejado absolutamente frío.

Se trata de Hermana muerte, la precuela de Verónica que ha dirigido el mismo director del original: Paco Plaza.

Plaza es un buen director de cine y por eso la película tiene una factura impecable. No hay ni un ‘pero’ en ese sentido: el tipo tiene mucho talento y se maneja muy bien con la cámara. Todos los elementos de la película funcionan perfectamente, incluyendo el diseño de producción y la fotografía, son impecables. Ahora bien: una película de terror debe de tener una cualidad imprescindible.

Tiene que dar miedo.

Si no da miedo, igual es que has hecho otra cosa y no una película de género.

Por aclararlo ya de entrada, y creo que lo he dicho ya alguna vez por aquí, pero Verónica me parece una maravilla. Si hiciera un top de las mejores películas españolas de terror de la historia, esta película estaría en ella. Muy, muy arriba. Es una peli que se acercaba mucho a lo que yo le pido a un filme de horror y luego te daba un extra de atmósfera, tono y clímax.

Era maravillosa.

La precuela no tiene nada de lo que debería tener y encima es aburrida de cojones. Hasta diría, aunque esto ya igual es culpa mía por tener el morro tan fino, que es extremadamente pretenciosa. Empezando por su ambientación y siguiendo por sus diálogos, que no le importan un pito a nadie con dos dedos de frente. Ah, que no he explicado de qué va: una novicia que llega a una escuela que antes había sido un convento y allí hay algo muy malo que la espera.

En fin, que uno se pasa toda la película esperando que pase algo de una vez y cuando pasa te suda un poco todo lo que sería el arco del triunfo.

Para compensar he visto, también en Netflix, un documental sobre John Gotti. Gotti era un matón de los Gambino, la más poderosa de las cinco familias que formaban la mafia en Nueva York. Un tipo carismático, divertido, amado por sus hombres. Y también un psicópata sádico que podía matarte porque no le gustaba tu puto sombrero ni tu firma de caminar.

El documental explicaba a través de entrevistas con periodistas, policías, agentes federales, ex mafiosos, fiscales y tipos que le conocieron y le sobrevivieron y lo mejor de la pieza es que además de estar excelentemente estructurado explica muy bien porque Gotti se convirtió en una figura tan icónica. En un mundo en el que si uno era un mafioso no lo iba pregonando a voces, este neoyorquino de pura cepa se vanagloriaba de ser el capo del crimen organizado y de hacer lo que le daba la puta gana sin que el FBI, la policía o los fiscales de Manhattan pudieran evitarlo.

No les voy a contar cómo acaba el cuento porque si les interesa mucho ya tienen la Wikipedia y si no lo saben, disfrutarán mucho con la disparatada historia de este pistolero salvaje que hubiera encajado perfectamente en el lejano Oeste y hubiera dejado un rastro de cadáveres que ríete tú de Billy el Niño o Wild Bill Hikcock.

Échenle un ojo. Hay unas cuantas grabaciones del tipo que no tienen desperdicio y que les recomiendo si tienen un mal día, para convencerse de que en realidad no es tan malo.

Abrazos, pórtense bien con sus semejantes y sean muy felices.

TGR