Amigas y amigos,

Qué tal todo?

Acabo de volver de Estambul, una ciudad increíble en la que siempre se me trata muy bien. No sé si ustedes (o alguno/a de ustedes) la han visitado, pero se la recomiendo vivamente. Eso sí vigilen la cartera, no por los ladrones, sino porque a poco que uno pretenda indagar en la gastronomía local acudiendo a uno de los restaurantes de nuevo cuño que están poniéndose de moda, pueden arruinarse.

Les pondré un ejemplo: una botella de vino que en España cuesta 30 euros allí puede costar (esa misma botella) 250; una gamba en un buen restaurante (una gamba, no una ración de gambas) se cotiza a unos 80 euros.

Lo dicho: si van consulten siempre los precios en las cartas correspondientes. Ya me darán las gracias más adelante.

Hoy les vengo a hablar de un par de cosas que ya he podido ver y que me han causado distintas impresiones.

La primera es la última entrega de los malditos Transformers. No me sé el título, no me hagan buscarlo: es solo la última entrega de los malditos Transformers.

Hay algo que nunca he entendido. Por qué los transfomers son Transformers?

Es decir, ¿por qué en su planeta de origen les construyeron así? De que coño sirve transformarse en un coche en un planeta de robots? Para disimular? No hay carreteras, ni gasolineras, ni nada de nada que sea útil para un coche, así que no tiene sentido que tu gran poder sea convertirse en una furgoneta, un camión, una pick-up o un Mustang. Nunca lo he entendido.

Y luego, cuando escapan de su planeta, vienen a la tierra y sus enemigos se pasan mucho tiempo buscándolos. Pero vamos a ver, dónde iban a ir? A marte? A Venus? A Saturno?

También es verdad que no soporto a Michael Bay, es un señor que hace siempre muchísimo ruido. Cuando entro a ver una película suya necesito tener cerca una caja de paracetamol porque sé que es extremadamente probable que vaya a sufrir un intenso dolor de cabeza.

Y nada, que me parece igual que las otras, igual de ruidosa e igual de absurda.

Tampoco puedo negar que al principio me hicieron gracia, hasta que dejaron de hacérmela. Con una excepción: me encanta Bumblebee. La del Volskwagen escarabajo amarillo. Con esa me lo paso pipa.

Y hasta aquí mi profundo comentario sobre la nueva película de los Transformers.

La otra cosa que quiero comentar es la tremenda basura que acaba de estrenar HBO, que para mí siempre fue la mejor de todas las plataformas antes de ser una plataforma. Antes de que los comprara otra empresa a la que le importa un pito la buena tele.

Se llama The idol y es uno de los mayores despropósitos que he visto en el último lustro, creada por Sam Levinson (el tipo de Euforia, una serie sobre la que podríamos hablar largo y tendido) que cada día deja más claro que lo que algunos creían que era talento era solo casualidad.

En esta ocasión, cuenta la historia de una cantante que conoce a un misterioso personaje cuya presencia le coloca en una posición imposible. Ella es Lily-Rose Depp y él es The weeknd, más conocido por su faceta como cantante.

El resumen es que ella parece perdida en un túnel de lavado y él es incluso peor actor de lo que uno podía esperar de alguien que no es actor. Las escenas de sexo parecen escritas por Paco Martínez Soría, la fotografía es de peli mala de los 90 y el guion es tan abyecto que si uno se lo toma a cachondeo hasta podría echarse unas risas.

Recomiendo vivamente el visionado de su primer episodio si tienen un mal día: así verán que podría ser mucho peor.

Abrazos,

T.G.R.