Amigas y amigos,

Hoy ni siquiera voy a hablar del tiempo. Estoy evolucionando.

Por suerte, la semana que viene me voy a Galicia y espero gozar de buena comida, buena bebida, buena compañía y algo de lectura. Una de las peores cosas de la civilización es que no tengo tiempo de leer. Adoro el cine y la tele, pero leer es otra historia. La sensación de engancharte con uñas y dientes a un libro y no poder parar de darle a una página después de otra. He adquirido unos libros y los he sumado a los que tenía en la lista de espera, y – si Dios quiere- me sumergiré en ellos tal y como aterrice en mi adorada terra galega.

Soltado este pequeño apunte confesional y autobiográfico, vamos a entrar ya en materia.

El viernes pasado se estrenó la segunda temporada de Reacher. De hecho, se lo comentaba de pasada en mi última comunicación con ustedes. Ahora me adentraré en ello de la forma que se merece.

La primera ya me encantó: basada en los libros de Lee Child sobre un ex comandante de los marines de 2 metros de altura y 125 kilos de pura fibra que vivía como un ‘drifter’ (uso el término anglosajón porque la palabra en español, ‘vagabundo’, no me convence), viajando por los Estados Unidos de pueblo en pueblo, parándose cuando le da la gana. Sin maleta, sin trabajo fijo, sin rumbo, viviendo a su manera. Con la libertad del que está convencido de que ya ha dado a todos los demás lo que debía darles y a partir de ahora, se va a dedicar a darse la vida que quiere, sin ataduras de ninguna clase.

El tipo se llama Jack Reacher y además de dar unas hostias tan enormes que me tiembla hasta la tele, tiene el cerebro de Sherlock Holmes y la capacidad de arreglar cualquier conflicto simplemente mirando mal a cualquier implicado en el mismo.

En la primera temporada, el tipo llegaba a un pueblo de esos en los que parece que nunca pasa nada y descubría una trama tan gorda que al final la mitad del maldito pueblo acababa en llamas.

Ya me lo pasé pipa con su debut, aquellas aventuras en el pueblucho, dando bofetadas a rednecks a diestro y siniestro, pero es que la segunda temporada (también en Amazon Prime) es una salvajada aún mayor que la anterior.

Esta vez, alguien se está cargando a su antiguo equipo de investigadores y el gigante de hierro reúne a los que quedan en pie para encontrar a los culpables.

La dinámica es muy distinta entre una y otra temporada, básicamente porque en la primera asistimos a la presentación del personaje para todos aquellos que no hayan leído la saga de libros. Es una gran introducción a la bestia que te puede cambiar de código postal de un bofetón, pero paga los peajes de cualquier presentación. Pocos, todo hay que decirlo.

Por eso la segunda temporada me parece mejor que la primera. Y mira que era difícil.

La acción sigue siendo salvaje, el amigo Jack sigue partiendo cuellos y en su unidad saben hacer bombas, acuchillar con palillos, romperte las piernas con el pulgar y matar a un enano a dos kilómetros de un tiro. Para los amantes de las tortas con sentido y los cuentos morales sobre que los buenos también pueden ganar a los malos en la vida real, Reacher es una jodida obra maestra.

Por si fuera poco, todo el reparto es capaz de inyectar en la trama una buena dosis de humor negro, además de jugar a no creerse nunca del todo que la cosa va en serio. Esa capa de incredulidad, que le quita a la serie cualquier trascendencia, es lo que la convierte en uno de los grandes shows del año.

En serio: Reacher.

Abrazos y felices fiestas,

TGR