Amigas y amigos,

Qué tal están? Hoy se ha estrenado El cuerpo en llamas, el gran estreno español del año en Netflix.

Por si hay alguien que no se ha enterado (que lo dudo) la serie habla del crimen de la guardia urbana, aquel culebrón con asesinato incluido en el que dos policías se cargaron a un tercero. Trío amoroso, una femme fatale, declaraciones cruzadas… todos los elementos para montar un pollo de la hostia.

Bueno, debo decir que la serie no está tan mal como yo creía, porque lo cierto es que llegaba a ella con las expectativas muy bajas: solo es mala. No extremadamente mala: solo mala.

Estoy del tema un poco hasta el gorro porque en su momento los periódicos, las teles, las radios y la madre que los parió a todos, exprimieron el asunto hasta la extenuación. Es lo que pasa con este tipo de historias: se alimentan de un morbo tan voraz que es casi imposible no habla de ello. Si han seguido lo de Daniel Sancho, ya sabrán de que hablo.

El cuerpo en llamas lo protagonizan Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez. La primera está magnífica y le da al personaje de Rosa Peral todo lo que necesita. No era sencillo, porque lo más sencillo es dejar que sucumbiera a los tópicos, pero lo cierto es que Corberó lo da todo y le sale todo bien.

Quim Gutierrez es otra cosa. Nunca he sido un gran fan del actor, pero reconozco que en comedia funciona muy bien. Ahora bien, cuando el tipo tiene que meter la patita en las fauces del drama, acaba siempre andando con una sola pierna.

Yo no sé de quién es la decisión de darle a su rol un matiz de risitas, pero es un auténtico desastre. Cuando más seria se pone la cosa, menos habilidad tiene Gutiérrez para completar el camino que se supone que tiene que recorrer el personaje. Entiendo que lo hayan escogido a él porque es un actor con una base de fans muy sólida, pero lo cierto es que es un clamoroso fallo de casting.

En cuanto a la serie, creo que está bien dirigida, con una factura excelente. Mi problema es que me parece todo demasiado sofisticado. El crimen en cuestión es pedestre, cutre. Dos tipos que se cargan a otro por un problema de celos, con un historial de violencia policial, líos de videos porno usados como venganza y la mentalidad de un agaporni que no sabe qué cojones le pasa y decide empezar a matar palomas.

Son ocho episodios en algo que podría contarse en cuatro, con una tonelada de licencias creativas (algunas entendibles; otras denunciables) en las que salen familiares de la susodicha, policías y demás personas que pasaban por allí, en situaciones completamente invitadas. Y lo que te digo es: si vas a inventarte mierda, más te vale que sea buena, que mole: que no tenga más remedio que comprártela.

No es el caso.

Si a todo lo que comento le sumamos que la gente mira la serie creyendo que está viendo un documental, la suerte está echada. Si pudiera volver al pasado, me ahorraría los 320 minutos que he perdido.

El documental es lo mismo, pero más corto: si les interesa mucho pues allá ustedes. Yo es que ya estoy de la turra de la señora de la guardia urbana hasta el gorro.

Se ha estrenado también una cosa llamada The changeling en Apple tv, pero después de dos episodios sigo sin entender que demonios me está explicando. Y lo poco que entiendo no me interesa en absoluto.

Lo sé: me estoy haciendo muy viejo y ya no me gusta nada.

No les falta razón.

Abrazos,

TGR