Hoy, día 11 de mayo, entra en vigor la modificación del Reglamento de Circulación que estipula las velocidades máximas a las que se puede circular por las calles de las poblaciones en España. No discuto los objetivos que persigue esta nueva ley. Entiendo perfectamente que tenemos que convivir entre patinetes, bicicletas, motos, coches y peatones y que para convivir las motos y los coches tienen que bajar de velocidad porque ni los peatones ni los patinetes pueden incrementar la suya.

Tenemos que convivir. Es imprescindible. Y una convivencia civilizada obliga a que unas personas cedan en algunos asuntos en los que tienen mayores posibilidades y otras en otros. Me parece sensato y además me parece obligatorio correr el riesgo de equivocarse. Si descubrimos dentro de un tiempo que la ley funciona mal, habrá que modificarla para mejorarla (una actitud que no entiendo por qué no es la habitual entre los legisladores. Parece que las leyes sean sus hijos y que haya que quererlas aunque salgan defectuosas. Pero esta es otra cuestión).

Madrid. Museo Thyssen
Madrid. Paseo del Prado. El edificio de la derecha es el del Museo Thyssen. Al fondo, la plaza de Neptuno y el hotel Palace.

Desde mi punto de vista hay una contrapartida que no beneficia a nadie: los coches con motor de combustión interna contaminan más a 30 km/h de velocidad que a 50 km/h. No me parece un problema grave y no creo que vaya a notarse dada la velocidad media actual de las ciudades (antes de la pandemia), pero a mi juicio quienes hablan de la disminución de la contaminación corren elevado riesgo de equivocarse. También tengo dudas sobre la disminución del ruido, al menos con motores de combustión interna. Pero como he dicho antes, para mejorar es obligatorio equivocarse. La mayor equivocación es intentar no equivocarse nunca. Tenemos que equivocarnos. Es decir, asumir riesgos.

El mayor problema que le veo yo a este asunto es que en varias ciudades esta nueva norma implica poco. En Madrid, por ejemplo. El límite de 50 km/h existe en Madrid desde hace mucho tiempo. Y en algunas calles principales de la ciudad nadie lo cumple. Yo diría que no lo cumple ni la guardia urbana, pero quizá eso sea mucho decir. En el Paseo de la Castellana de Madrid nadie va a 50 km/h. Nunca. Salvo en un punto justo a la salida de la ciudad, donde había un radar, en el lugar más inútil de todos, porque por ahí no pasa ni un peatón, ni una bicicleta, ni un patinete. Un radar puesto únicamente para recaudar, como tantos otros, sin ninguna utilidad para la seguridad vial.

Hacer cumplir la ley

En el centro de Madrid hay cámaras para multar y quitar puntos a los conductores que pasan los semáforos justo después de cambiar de ámbar a rojo, pero los radares que ponen multas por velocidad están todos situados en lugares alejados de las calles más rápidas del centro.

Sospecho, y es sólo una sospecha, que si hubiera radares que obligaran a ir a 50 km/h reales y a todos los coches, constantemente, por la Castellana, Serrano, Velázquez, José Abascal y alguna más, también por lo túneles largos, el riesgo de embotellamiento se dispararía y que por este motivo no hay nunca controles de velocidad eficaces en estas grandes «autopistas» urbanas. Hablo de Madrid porque es la ciudad que conozco. No sé si ocurre lo mismo en otras ciudades españolas.

Por tanto, ¿tiene el legislador el convencimiento y la voluntad de que la nueva norma se cumpla y el ejecutivo la voluntad de hacer que se cumpla con medidas eficaces o se trata únicamente de una ley publicada de cara a la galería sin medidas consecuentes para que se cumpla constantemente? Si los ayuntamientos quisieran que se cumplieran los límites de velocidad, lo conseguirían de la noche a la mañana. Los ciudadanos tenemos la sospecha de que si no lo hacen es o porque consideran que los efectos adversos de la ley son muy potentes o porque les resulta más rentable jugar al despiste para recaudar más por sanciones. Es posible que existan otros motivos, claro. Por ejemplo que las autoridades consideren que los ciudadanos debemos dar ejemplo y cumplir las leyes sin coacción alguna.

Madrid. Calle Velázquez


Así las cosas, como los ciudadanos no parece que queramos dar ejemplo y por regla general no cumplimos la ley sin coacción, si las autoridades no toman medidas será imposible medir y evaluar los efectos positivos y negativos de la nueva ley, que si todo sigue igual hará que cambie poco el panorama de una ciudad como Madrid, por ejemplo.