Amigos y amigas,

Qué tal están? Espero que ya vacunados, o en el punto de mira de la vacuna o -al menos- optimistas al respecto, que ya nos va haciendo falta. Dicen que el otro día pincharon 600.000 dosis en menos de 24 horas y, cómo se lo diría, pues necesitado me hallo de noticias semejantes. Buenas noticias, grandes noticias si fuera posible. Además, con mi reciente cumpleaños ya me he colocado en la casilla de salida para recibir mi vacuna y pienso ponérmela la semana que viene, Dios mediante.

Después de tantos meses de no ver ni luz al final del túnel (ni siquiera el maldito túnel), empiezo a pensar que hasta podríamos salir del entuerto. Aún no quiero tirar cohetes, pero confío en que en octubre podamos volver a una cierta normalidad y ya podamos dejar de distinguir si uno es subnormal porque le asoma la nariz por encima de la mascarilla.

Esta semana se han estrenado tres cosas interesantes, pero yo solo les hablaré de una de ellas, por aquello de no dar mucho la turra. Al final, soy un señor discreto.

La primera es El ejercito de los muertos, la nueva peli de Zach Snyder en un género en el que nos dejó su mejor película: El amanecer de los muertos. En esta ocasión, cuenta la historia de una suerte de comando de atracadores al que les encargan dar un golpe en Las Vegas de 200 millones de dólares. El problema es que Las Vegas está ocupada por un ejército de zombis. Y ya se sabe: la cosa se va a poner complicada.

Pero hablaré de ella la semana que viene, porque esta semana va a salas de cine (deberían ir a verla, en serio; en pantalla grande es una gozada) y la que viene ya estará en Netflix y así podemos verla todos/as de golpe. Goce colectivo y tal.

En cambio, quiero declamar mi notable entusiasmo por Aquellos que desean mi muerte, la última película de Taylor Sheridan, que se estrena -solo en salas- este fin de semana.

Sheridan es uno de los directores y guionistas que más me han sorprendido en los últimos tiempos: Wind river, Sicario, Soldado, Comanchería y ahora esto… voy a dejar correr esa cosa que escribió para Amazon llamada Sin remordimientos, porque todos tenemos nuestras mierdas y hay que saber perdonarlas.

La película arranca con dos chalados matando a una familia y lanzados después en busca de un chaval que ha sido testigo de un horrible crimen. Entre los asesinos y el niño solo se interpone una bombero que arrastra un trauma de esos que de los que uno nunca logra despegarse. Por supuesto, también hay un gigantesco incendio y un par de personajes de armas tomar. Y -como sucede en el resto de pelis de Sheridan- el territorio, el lugar en el que transcurre la acción es primordial para entenderlo todo.

Ella (la bombero) es Angelina Jolie y lo cierto es que está estupenda. El niño, cuyo nombre no voy a buscar por no gafarlo, es jodidamente creíble; y todos los secundarios, empezando por Jon Bernthal y especialmente Medina Senghore, cumplen su cometido a la perfección.

Además, buenos efectos especiales para una producción árida, seca, de puñetazo en el esternón. Cierto es que Aquellos que desean mi muerte no tiene la potencia narrativa del resto de la obra de Sheridan, pero sigue siendo una apuesta cojonuda para encerrarse un par de horas a ver una peli.

La semana que viene hablamos de muertos vivientes y demás criaturas del infierno, si les parece bien.

Buen domingo a todos y todas.

Abrazos/as,

T.G.