Buenas noches amigos y amigas,

Hoy ha sido un día aciago. Esta maldita pandemia se ha llevado por delante a uno de mis mejores amigos. Miquel no tenía ni 40 años y hace un mes y medio nos sentamos a comer en una pizzería a celebrar que su cáncer había remitido. Había pasado un año muy duro con la quimio, pero finalmente la enfermedad se retiró.

Había perdido 25 kilos, pero seguía sonriendo como si los males del mundo no fueran con él. Lo único que le molestaba de la quimio (‘la mía no es muy fuerte, lo llevo bien’ me decía, pálido y más delgado que el palo de una escoba) es que no podía comer como a él le gustaba. Y comer le gustaba todo.

Era un tipo que era lo más difícil que alguien puede ser, lo máximo a que se puede aspirar siendo humano: era una buena persona. Un hombre que siempre estaba a la altura de las circunstancias. Un amigo irremplazable.

El viernes se sintió mal, el sábado fue ingresado y hoy se ha ido.

Supongo –y esto es pura especulación- que su organismo no había digerido aún todo lo que recibió para frenar el cáncer y el virus ha ahondado en esa brecha en sus defensas. No tengo ni idea. Lo único que sé es que ha muerto solo. Él, que vivió rodeado de personas que le amaban.

De él me encantaba cómo se vestía, porque le importaba un pito lo que pensaran de él, y su capacidad para hacerte sentir cómodo en cualquier mesa, aunque no conocieras a nadie. Me encantaba cómo era capaz de defender un argumento con vehemencia, hasta hacerte morder el polvo, para inmediatamente después defender lo contrario, con igual vehemencia, ante cualquier otro desgraciado. Me encantaban su generosidad, su honestidad, su infinita sapiencia. Me encantaba su energía, su manera de vivir en un mundo muchas veces hostil, con la mirada de un niño que nunca se da por vencido.

Le quise con la urgencia del que conoce tarde a alguien que –sin ninguna duda- debería haber conocido antes. Nos cruzamos tarde en nuestras respectivas vidas, levantamos un montón de proyectos, nos bebimos varios barriles de vino, nos comimos medio Mediterráneo y nos reímos con la boca abierta todos los días de la semana. Incluidos algunos lunes.

Ahora soy incapaz de vislumbrar el hueco que deja su ausencia, porque como con tantas otras cosas solo el paso del tiempo le da a uno la perspectiva necesaria para contemplarse y ver.

Así se acaba uno de los marzos más complicados de mi vida, en uno de los años más complicados de mi vida, en un siglo que me ha sido poco propicio.

Cuando esto pase me iré a un bar, solo, y me beberé una copa de buen vino a la salud de mi amigo e igual entonces puedo llorarlo como se merece. No encerrado en casa, no así, no hoy.

Adiós Miquel, amigo mío. Ojalá la tierra te sea leve.

Dicen que siempre se van los mejores y esta vez es verdad.

Es duro quedarse, pero te tocaría los huevos que intentáramos seguirte. Así que aguantaremos un poco más. Por ti.

Abrazos/as,

T.G.

P.D.: cuídense todos/as; cuídense mucho.