Amigas y amigos,

Por fin se ha estrenado The bear. Ya no voy a hablar del calor, ni de la humedad, ni de Rosalía, ni del tour de Taylor Swift. Ahora solo quiero hablar de The bear. Es más, igual ya hablé aquí de The bear porque la vi hace unas semanas, pero no me importa repetirme. Así que ya he escrito de The bear les pido que me perdonen, porque voy a volver a hablar de The bear.

En la primera temporada, un chef de altos vuelos se ve obligado a volver al pequeño restaurante de su familia porque su hermano, que lo llevaba hasta entonces, se ha quitado la vida. El viaje de vuelta a sus orígenes es tan complicado como se podía prever y un poco más. Además de lidiar con lo de su hermano, tiene que aguantar a un primo de carácter imposible, a un montón de empleados con la misma habilidad y motivación que un geranio y al propio restaurante, un garito en el que hacen bocadillos y que se encuentra sumergido en una suerte de decadencia controlada que en cualquier momento puede convertirse en caos.

The bear ha sido una de las grandes sorpresas seriéfilas del último lustro por su capacidad para conectar de forma transversal con públicos de toda clase con un -aparentemente- simple show sobre cocina. En realidad, la cosa es más compleja y está perfectamente articulada a través del montaje, la fotografía y una espectacular banda sonora.

Por supuesto, todo eso no funcionaría un reparto perfecto en el que lo peor (ya sé que va a sonar raro) es el propio protagonista.

Jeremy White Allen que interpreta al chef que vuelve a casa. Ojo, no es un mal actor ni mucho menos: es un actor notable. El problema es que el resto es mucho mejor que él. Ebon Moss-Bachrach y Ayo Edebiri son increíbles; Oliver Platt es el genio que siempre fue.  Olivia Colman sale dos minutos y la clava.

Seguro que les suena raro que a pesar de una pega tan gorda, me atreva a decir que la serie es fantástica, pero así es la vida: cuando te rodeas de excelencia, puedes ofrecer tu mejor versión.

También es maravillosa la banda sonora, con Pearl Jam, ACDC y -sobre todo- Wilco y los episodios ‘cápsula’, especialmente el que transcurre en Copenhague, que es una delicia visual y en el que aparece Will Poulter en uno de los papeles más bonitos de su carrera.

Lo que más ha disgustado es el episodio de la cena familiar, con Carrie Fisher y Bob Odenkirk totalmente desquiciados (en el capítulo peor dirigido de los diez que componen esta segunda temporada) y el personaje de Molly Gordon, que interpreta a Claire. Gordon es una actriz extraordinaria, pero su papel está escrito con todos los tópicos posibles y parece diseñado para que sepamos más del misterioso cocinero protagonista. A pesar de todo, se las apaña para meter la cabeza en una de las escenas más potentes de la serie.

En resumen: no dejen de verla. En Disney +.

No quiero despedirme de este día tórrido y soleado sin mencionar el documental de Movistar sobre el accidente de Spanair, Vuelo JK5022 de Spanair, en el que perdieron la vida 154 personas. Se van a cabrear al verlo, pero es una pieza impecable que explica perfectamente el país en el que vivimos. Aquí nunca nadie tiene culpa de nada y si tienes la desgracia de verte involucrado en cualquier clase de catástrofe, ya puedes hacerte a la idea de que estás bien jodido.

Nada más, sean buenas personas.

TGR