Por Fernando Ríos, redactor de km77.com

Por norma general soy una persona ordenada y a la que le gusta tener la situación bajo control, así que imagínense mi reacción cuando nos comunicaron que nuestra siguiente prueba de larga duración iba a ser con un coche eléctrico. Exagerando un poco —pero poco— y basándome en experiencias previas con modelos de este tipo, por mi cabeza pasaron imágenes de cunetas, cargadores, largas esperas e incluso grúas.

Pero reconozco que la cosa cambió sustancialmente a mejor cuando me enteré que el eléctrico iba a ser un Tesla, el novísimo Model 3. Y no por el coche en cuestión, sino porque la elección de esta marca iba a suponer también el acceso a la red de supercargadores. Guste más o guste menos (jamás había conocido una marca que levantase tantas pasiones a favor y en contra), hay que reconocer que este tipo de cargadores de alta potencia suponen una ventaja valiosísima frente a sus rivales, al menos a día de hoy.

Vale, pues asunto medianamente solucionado: la combinación de coche eléctrico potente junto con una red de recarga confiable y más o menos amplia sonaban bastante bien en mi cabeza; las imágenes de las cunetas, las grúas y las esperas se iban disipando poco a poco. ¿Y ahora qué? Pues ahora tocaba hacerle muchos kilómetros y conocerlo en profundidad para dar una opinión válida basada en mi propia experiencia.

Nuestro Tesla Model 3 en la playa de Virgen del Mar, cerca de Santander. Llegar a Cantabria desde Madrid resulta muy sencillo gracias a los supercargadores.

He tardado más de lo deseable en conducirlo detenidamente, en echarle horas y en definitiva, en sacar unas conclusiones claras. Pero ahora, tras haber recorrido ya un buen puñado de kilómetros, tengo una idea bastante clara de cómo es el coche, cómo va y cómo se convive con el. ¿Un adelanto? Me gusta.

Y aunque en esta entrada les cuento mis impresiones, he de decir que es una opinión bastante común en la redacción de km77. Por norma general y a grandes rasgos, el Model 3 nos ha ido ganando poco a poco hasta el punto de parecernos un coche muy deseable y por qué no decirlo, divertido (sí, lo es, aunque no haga ruido al acelerar). Es cierto que tiene sus inconvenientes, como hemos comentado en varias entradas y de los que daré mi opinión más adelante, pero sus virtudes son casi incontestables.

Conducción

Pero entremos en materia: ¿les he dicho que el coche me gusta? Pues sí, me gusta. Me gusta por concepto y me gusta estéticamente, pero sobre todo y por encima de todo, me gusta por cómo va. Lo reconozco, no me lo esperaba, pero nada más cogerlo y al enlazar las primeras curvas, me di cuenta de que este coche era especial en este sentido: balanceo mínimo, cambios de trayectoria casi instantáneos, un confort de marcha más que aceptable y una aceleración que quita el hipo. En repetidas ocasiones he comentado con mis compañeros una analogía que sirve para explicar de manera coloquial lo que se puede sentir al conducir el Model 3 entre el tráfico, o al menos lo que a mí me viene a la cabeza cada vez que lo hago: salvo por el inconveniente que supone el tamaño de la carrocería, la agilidad y facilidad con la que se mueve entre los coches solo es comparable a la que ofrece una moto potente y rápida.

El Supercargador de Burgos se encuentra en el párking del restaurante Landa, junto a la A1.

Porque el coche acelera mucho. Pero mucho. Si a la más que respetable cifra de potencia (tiene 351 caballos), le unimos un retraso en la entrega de la misma prácticamente inexistente, el resultado es sorprendente y en ocasiones desconcertante. Los adelantamientos en carreteras secundarias son un perfecto ejemplo de ello, pues se suceden con una rapidez y una seguridad casi insultantes. Incluso comenzando la maniobra a la distancia mínima de seguridad respecto a un camión precedente, antes de rebasarlo por completo ya habremos superado la velocidad máxima permitida en la vía. Inicialmente puede resultar una situación inesperada y sorprendente, ya que además de poder infringir las normas de circulación con mucha facilidad, ocurre que regresaremos a nuestro carril muchísimos metros más tarde de lo necesario y con el vehículo rebasado muy lejos. Pero pasado un pequeño periodo de adaptación, resulta sencillo ajustar los tiempos y las distancias para completar la maniobra de manera fluida y sin superar la velocidad máxima de la vía (bueno, esto último cuesta un poco más).

Pero no todo son buenas palabras y halagos. Dinámicamente, nuestro Model 3 también tiene aspectos que están directamente mal resueltos, como por ejemplo el tacto del pedal de freno. Sencillamente es desastroso, es de esos pedales a los que cuesta mucho tiempo cogerle la medida y que parece que no va a lograr la deceleración necesaria para detener el vehículo donde queremos. Pisando con fuerza frena, por supuesto (necesita 53,1 metros para detenerse por completo partiendo de 120 km/h, según nuestras mediciones), pero obliga a estar muy atento en ciudad para no tener algún que otro contratiempo (he estado a punto de tener varios) y resta mucha confianza a la hora de practicar una conducción medianamente ágil (no digo ya deportiva, donde además los discos se calientan rápido).

El Supercargador del Área de servicio El Reocín, cerca de Torrelavega, apenas lleva unos meses abierto. Funciona perfectamente y está junto a una gasolinera con restaurante, puntos de carga para otros vehículos eléctricos e incluso hotel.

Tampoco el aislamiento acústico es uno de sus fuertes. No es un coche ruidoso en absoluto, pero quizá esperaba un rumor más contenido al circular por autopista, más aún teniendo en cuenta que los motores eléctricos apenas se sienten. La rodadura, y en menor medida el aire en contacto con la carrocería, se oyen mucho más que incluso en modelos que cuestan muchos miles de euros menos, como por ejemplo un Ford Mondeo o un Volkswagen Passat. Ahora bien, justo es decir que la situación cambia radicalmente bajo aceleración fuerte, ya que como he comentado anteriormente, los motores eléctricos apenas emiten un leve y lejano zumbido, mucho más comedido que el que produce cualquier motor de combustión interna en esta situación.

Queda claro, por lo tanto, que el Model 3 me gusta mucho por su conducción y por su aceleración, pero no tanto por detalles que considero tan importantes como la frenada o el aislamiento acústico. ¿Y qué hay de las recargas y de su autonomía?

Como comentaba al inicio de esta entrada, soy una persona a la que le gusta tener las cosas bajo control e incluso planificar los desplazamientos con cierto detenimiento, al menos los que son más largos. Pero con un vehículo eléctrico voy un paso más allá y trato de buscar varios planes: el A, por llamarlo de alguna manera, y un plan B, por si el primero falla. Ahora bien, debo reconocer que con el Tesla, con el que siempre he circulado por vías con acceso o cercanas a supercargadores (de momento), no he pasado ningún apuro y por lo tanto no he tenido que acudir en ningún momento a ese «Plan B» del que les hablaba.

La toma de carga del Model 3 está junto al piloto izquierdo. La apertura de la tapa está automatizada.

Y no he pasado apuros, creo, por dos motivos: el primero es porque el coche gasta muy poco (tras casi 55 000 km, el consumo medio acumulado no llega a 18 kWh) y por lo tanto tiene una autonomía amplia para ser un coche eléctrico, de entre 300 y 350 km en condiciones normales de circulación. Y el segundo es porque la red de supercargadores funciona muy bien: es extremadamente raro tener algún problema con algún poste y la velocidad de carga es casi siempre muy alta (fuera de esta red, ya es otra cosa). Eso sí, para circular con esta tranquilidad es necesario planificar la ruta en función de la ubicación de este tipo de cargadores, que no tiene por qué coincidir con nuestras preferencias (como bien dice mi compañero Enrique en esta entrada, con el Tesla se vive «atado a los puntos de recarga»).

Reconozco que inicialmente, uno de los asuntos que afrontaba con más escepticismo y pereza era la espera en los postes de recarga, más aún teniendo en cuenta que normalmente viajo con un niño de apenas año y medio que pasa por una etapa en la que no se entretiene con nada (pero esto no es culpa del coche). Y debo reconocer que, aunque en ocasiones ciertamente sí que se han hecho pesadas, por norma general han sido más llevaderas de lo que pensaba. Sí, se tarda considerablemente más que repostar un coche en una gasolinera, pero la hora empleada para cargar al hacer un viaje largo (más o menos) es prácticamente el mismo tiempo que suelo utilizar en una parada completa —echar gasolina, comer algo e ir al baño— cuando viajo con mi coche particular, que tiene un motor de combustión.

Las esperas en los supercargadores no siempre son tediosas. A mi hijo le encantó el lienzo en blanco, donde expresó sus dotes artísticas.

Además, Tesla ha ido implementando una serie de «gadgets» a lo largo del tiempo con los que hacer la espera un poco más amena, como por ejemplo videojuegos o aplicaciones curiosas: una hoguera crepitando junto con música suave, unos planos de marte sobre los mapas del navegador o un lienzo en blanco para pintar, entre otros.

Con esto no quiero dar a entender que el hecho de parar a cargar el coche durante media, una hora o más tiempo sea algo leve o incluso llevadero. No lo es, pero mi experiencia ha sido y está siendo más positiva y menos tediosa de lo que esperaba inicialmente (lo cual no tiene por qué ser así para todo el mundo).

Interior

Estoy convencido de que para la mayoría de la gente, el habitáculo es uno de los aspectos más llamativos del Tesla Model 3. Personalmente me sorprendió cuando lo vi en fotos, pero lo hizo más aún cuando lo ví en vivo. Y es que un salpicadero de prototipo, en el que no hay mucho más aparte de un volante, unos pedales y una enorme pantalla, no es lo habitual hoy en día.

No es habitual hoy en día y además espero que tampoco lo sea en un futuro, porque su practicidad es sencillamente nula. Casi todas todas las funciones del vehículo se consultan o modifican a través de la pantalla, por lo que se ha de apartar la vista de la carretera incluso para llevar a cabo tareas tan sencillas y cotidianas como orientar las salidas de ventilación (están motorizadas) o conectar los limpiaparabrisas (son automáticos, pero no siempre barren con la frecuencia que uno desea).

El aspecto del salpicadero no puede ser más sencillo y limpio. Otra cosa muy distinta es su practicidad.

A su favor he de decir que la pantalla tiene un calidad fabulosa: la resolución es muy buena, el ajuste automático del brillo tiene un funcionamiento perfecto y la organización de los menús es sencilla, a pesar de las numerosísimas funciones que ha de gestionar. Con el paso de los kilómetros me he acostumbrado a esta peculiar disposición de mandos, pero también he de reconocer que cuando vuelvo a conducir un coche «convencional», con sus botones, sus ruletas y su instrumentación tras el volante, me encuentro muchísimo más a gusto.

Tampoco sus materiales y en especial, sus acabados, me han parecido especialmente buenos. Los recubrimientos del salpicadero y las puertas tienen un buen aspecto, pero en algunos casos no están bien ajustados entre sí y provocan ruidos (que incluso han ido a más con el paso del tiempo). Además, también he observado un par de superficies brillantes que, en función de la incidencia de la luz solar, me han llegado a resultar bastante molestas por los reflejos que provocan (algo menos con gafas de sol polarizadas): la base de los retrovisores exteriores y el recubrimiento negro brillante de la consola central.

Pero donde no admite tacha el Model 3 es en espacio para los pasajeros, especialmente en las plazas posteriores. La anchura no es suficiente para que viajen tres adultos de manera confortable, pero por altura y espacio para las piernas no hay pega alguna. Como he comentado anteriormente, normalmente viajo con un niño de año y medio que va sentado en una pesada y grandísima sillita a contramarcha instalada en el asiento trasero derecho. Dicha silla debe ser muy segura, pero ocupa tanto espacio que en la mayoría de los coches que pruebo habitualmente (algunos de ellos muy grandes), me he encontrado con la plaza delantera derecha prácticamente inservible. No es el caso del Model 3, ya que incluso reclinando por completo la sillita, queda espacio más que suficiente para que una persona de hasta 185 cm aproximadamente pueda viajar con las piernas medianamente estiradas y en una posición natural.

Autopilot

No quiero terminar esta entrada sin hacer una mención al Autopilot, el famoso Autopilot. Si hubiera recibido un euro por cada persona que me hubiera hablado de este sistema en términos de conducción autónoma (ya saben, el famoso «este coche conduce solo, ¿no?»), tendría dinero suficiente para llenar medio depósito de gasolina de mi coche particular. Personalmente creo que, de entrada, la elección del término «Autopilot» es errónea por parte de la marca, ya que puede llevar a confusión a mucha gente (de hecho lo hace).

Unos simpáticos burros acompañan y amenizan la espera mientras la batería del Model 3 carga en el supercargador de Torrelavega.

No, el coche no es autónomo. Y no solo no es autónomo, sino que el conjunto de asistentes que engloban el sistema Autopilot funcionan, en general, bastante mal. Coincido plenamente con las impresiones que Alfonso expuso en esta detallada prueba: lateralmente funciona bien, pero el control longitudinal es malo, errático, con continuas advertencias e incluso frenazos completamente fuera de lugar. Tanto es así que, a pesar de mi insistencia en darle varias oportunidades al sistema, tras unas decenas de kilómetros siempre acabo por desconectarlo (algo que también le ocurre a mi compañero Mario, lo cuenta en esta entrada).

Tesla lanza actualizaciones OTA (Over The Air) de manera muy frecuente con las que va afinando el funcionamiento de muchos elementos del coche, incluido el Autopilot. Es por ello que, creo, en un futuro este sistema mejorará sensiblemente hasta hacerlo más preciso y eficaz, pero actualmente desempeño dista mucho de ser medianamente bueno.