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Érase una vez —parece ya otro siglo, aunque apenas han pasado unos años— en la que los salones del automóvil eran poco menos que templos sagrados. Las marcas exhibían en ciudades como Ginebra, París, Frankfurt o Detroit mundo sus últimos modelos y prototipos, mientras que los aficionados peregrinábamos cual musulmán que va a la Meca ansiosos de ver esos iconos. La marca que no estaba en un salón, simplemente no existía.

Dichos eventos se esperaban con expectación, tanto por el público general como por la prensa. No sólo por la posibilidad de ver y tocar todos los coches posibles, sino porque en los salones de desvelaban modelos inéditos. Existía el factor sorpresa, lo que ahora se llama efecto wow.

Sin embargo, el panorama ha cambiado. Lleva años cambiado. En los inicios de km77, la situación aún era como la descrita en el párrafo anterior. A finales de la primera década de los 2000, alguna novedad se adelantaba algún día al correspondiente salón. Hoy en día, es raro que un vehículo se dé a conocer por primera vez en un salón del automóvil. La esperanza —y a veces el privilegio— de ver un coche que no se ha visto antes, ya no existe. La magia ha desaparecido.

¿Qué ha pasado con los salones?

Diversas razones explican esta transformación: los elevados costes que supone para las marcas alquilar un metro cuadrado (y su moqueta) en salones como los de Ginebra, París o Frankfurt; el parón de la pandemia; los cambios en el contexto geoeconómico; las nuevas estrategias de marketing —los fabricantes prefieren muchas veces sus propios eventos, con guion controlado, luces propias y sin la molesta competencia a unos metros de distancia—;  y porque, quizás, el coche ya no es el objeto pasional que era en antaño.

El principal ejemplo del declive es el Salón Internacional del Automóvil de Ginebra. El rey indiscutible de los salones dejó de celebrarse con motivo de la pandemia. En 2024 se intentó celebrar de nuevo, tras trasladarlo el año anterior a Doha. Fue un fracaso y este 2025 volverá a Catar, donde quizás los hoteles no obliguen a pagar estancias de tres días a precios astronómicos, aunque solo uses la habitación uno, que es lo que ocurría en Suiza.

Automobile Barcelona

Ayer finalizó el Automobile Barcelona 2025. El Salón del Automóvil de Barcelona se celebró por primera vez en el año 1919. En la actualidad tiene una periodicidad bianual coincidente con los años impares. Desde 2017 se denomina Automobile Barcelona, cuando se pensó que ese cambio modernizaría el evento y lo posicionaría como un referente en el ámbito del coche conectado y la movilidad del futuro.

La realidad es otra, el salón sobrevive cada edición con un puñado de marcas que se presentan por voluntad propia (y/o por la de ANFAC, la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles).


Yo he visitado el Salón varias veces, particular —inicialmente con mi padre, luego con amigos— y profesionalmente en los últimos años. Desgraciadamente para todos, si comparo el antes y el ahora, las diferencias son brutales. Hyundai nos comentaba hace unos días que, cuando ellos empezaron a ir al Salón, hace unos 30 años, les daban sitio al final de todo, en un pabellón que era como ir a los arrabales de una ciudad (el ejemplo es mío, no lo ha dicho Hyundai) porque estaba alejado de lo principal. Ahora Hyundai y el resto de marcas caben en dos pabellones, los principales, y sin apreturas.

A pesar de ello, los salones, el de Barcelona incluido, luchan por tratar de confeccionar un evento atractivo para el usuario y rentable para ellos. La llegada de las hordas de marcas chinas al mercado Europeo ha supuesto un soplo de aire fresco para darle vida a estos eventos celebrados en nuestro continente, aunque a la par a los aficionados nos entristece la espantada, casi total, del resto de marcas.

Para quien tenga curiosidad por recordar el pasado, aquí están todos los listados que publicábamos en km77, hasta que ya no tuvo sentido hacerlo, con las novedades de cada salón.