Buenas tardes amigos y amigas,

Pues aquí estamos con el final de año. Me cagoen el final del año.

Esa noche en que la que todo el mundo se ve obligado a pasarlo tan tan bien, que el resto de noches palidezca en comparación. Yo no salgo esa noche. Desde hace años. Creo que es la mejor decisión que he tomado en la última década, en un océano de decisiones equivocadas.

En cuanto a 2019, pues uno de los años más confusos, complicados y horrorosos de mi vida. Una auténtica mierda. Pero seguro que 2020 va mucho mejor (risas).

No, en serio, a ver si me envían ustedes/as pensamientos positivos de esos y así me curo de lo mío y tengo un 2020 magnífico. Si me va bien, me iré de cañas con ustedes/as y la primera ronda corre de mi cuenta. Es una oferta irrechazable.

¿Cinematográficamente? Pues bien, no me voy a quejar.

Para mí, el número uno del año es Parasites. Y no logro recordar qué demonios escribí de ella aquí o si escribí de ella aquí. Podría mirarlo, pero he llegado agotado al día 30 y veo borroso de un ojo, así que trato de no esforzarme demasiado. Me raciono y tal.

Pero bueno, Parasites me parece la hostia. Cine social sin las mochilas estéticas del cine social, que parece que debe ser feista y no. Cine perverso (en el buen sentido) y faltón, que te pone contra la pared y te hace pensar en cosas que no deberías estar pensando.

Luego está la de Tarantino, que cuanto más la pienso más me gusta. Ya me gustó mucho en su momento, cuando me pareció la obra más madura de su director, la más lograda a un nivel puramente cinematográfico y la más potente a nivel visual, incluso por encima de la dupla de Kill Bill, mi favorita del director.

La de El irlandés, pues ya les dije todo lo que me parecía que había que decir en su momento. Una maravilla… pero creo –ahora- que podría sobrarle metraje. No lo afirmo, especulo conmigo mismo. La volví a ver y en determinados momentos me vi a mí mismo flotando en la habitación y pensando ‘igual sí es demasiado larga’. Soy un ser contradictorio, no puedo decirles más.

Toy story 4 es maravillosa.

La he visto dos veces más.

Es maravillosa.

No tengo dudas de ningún tipo.

De la pléyade posterior, pues hay de todo:

Me encantó Retrato de una mujer en llamas, que me recordó Portrait of Jennie. La segunda es una obra maestra, pura poesía; la primera tiene detalles que me hacen llorar. Son dos dramones y a mí no me gustan los dramones, pero –coño- es que son una maravilla.

Me fliparon Nosotros, que otra peli de terror cojonuda de Jordan Peele. Rocketman (un pedazo de musical mucho mejor que Bohemian rapsody, pero que no funcionó en taquilla porque somos tontos/as), o Endgame, que es la mejor peli de superhéroes de la historia, después del Superman de Donner y El protegido de M Night Shymalan.

Y por supuesto, en mi lista de clásicos instantáneos inclasificables está Jo Jo Rabbit, que es la película más extraña que he visto en años, sobre un niño de las juventudes hitlerianas cuyo guardián imaginario e invisible es Adolf Hitler. No, no me lo invento. Está en los cines ahora mismo, y todos/as deberían ir a verla inmediatamente, con los ojos abiertos como platos para no perderse nada.

Y nada más, me lo pasé bien con Capitana Marvel y John Wick 3 y aprecié mucho el esfuerzo de un filme como La trinchera infinita, que es la única película española que me ha gustado este año. La hija del ladrón no está mal, pero es demasiado trágica para mi gusto y me toca los cojones que se carguen las tintas. Eso sí, ella (Greta Fernández) es una actriz alucinante y va a ser una bestia parda.

Y hasta aquí me resumen del año.

Sean buenos/as, no hagan maldades si saben que les/las van a pillar y sean felices todo el rato que puedan. Háganme caso.

Feliz año cabrones/as,

T.G.