Muchos/as habréis visto que ha cerrado soitu(.es). Como antiguo colaborador y amigo de algunos de los que trabajan allí solo puedo decir que hay que joderse. Todos presumiendo de tanta modernidad y quejándonos de lo mal que funciona la prensa y resulta que cuando llega alguien con una propuesta diferente no le hacemos ni puto caso. No me cabe duda de que todos hemos cerrado la web: anunciantes, internautas y gurús mediáticos (que los hay, y muchos).

Nunca he tenido demasiada confianza en eso llamado Internet (y de hecho lo utilizo simplemente como instrumento informativo) porque siempre he tenido la impresión de estar frente a un espejo que nos devuelve una imagen horrible de nosotros mismos y nuestras pequeñas memeces, una tostadora que quema todo lo que toca por exceso de uso.

Si de verdad fuéramos como parecemos en la red seríamos una civilización cutre, cafre y encabronada condenada a acabar matándose por nimiedades. Haced una prueba: cuando pase algo grave (un accidente de avión, un atentado, un asesinato…) acudid a la página de cualquier periódico nacional y echad un vistazo a los comentarios. Yo lo hago como ejercicio de contrición, para no olvidarme de cual es nuestra verdadera cara, la que no cultivamos en público (sé que hay excepciones, a Dios gracias, pero dejadme generalizar).

Eso es lo que somos (da igual que este blog sea de una educación exquisita y que de gusto leer a los que pululan por aquí, sois la excepción, una amenazada minoría silenciosa), una generación que considera la tecnología una forma de aislamiento y la soledad un bien común. Nos encerramos en casa, soltamos todo lo que nos pasa por la cabeza (¿para que usar filtros si estamos en Internet?) y confiamos en el anonimato como última línea de defensa.

Ya me perdonaréis el rollo, pero ir cuesta abajo y sin frenos es algo que no suele acabar bien. Y en eso estamos.

Los nuevos fundamentalistas están todos encerrados en este universo virtual donde uno puede decir lo que le venga en gana sin temer a las consecuencias. Ojo, que no condeno la libertad de expresión, pero ésta también tiene límites (sí, señoras y señores). Por eso me duele que un medio de comunicación que brillaba por ser un reducto educado y sin complejos donde los usuarios guardaban las formas y eran capaces de discutir sin amenazarse de muerte haya tenido que echar la persiana.

Lo siento, me jode.

No me voy a tirar más al rollo, simplemente desear suerte a todos los que se han quedado sin trabajo y esperar verles por aquí de nuevo con otra aventura (condenada seguramente, como casi todas las cosas auténticas, a fallecer de forma lenta y dolorosa).

No tengo porque hacer la pelota al señor Moltó, pero le voy a pedir que siga cuidando a esta página como ha hecho hasta ahora.

No sabe lo que tiene.

Un abrazo amigos/as,

T.G.

P.D.: sí, lo sé, esto no es un post de cine, ahora me voy a un festival muy, muy lejos (os lo cuento en breve) y desde allí prometo escribir del séptimo arte y solo del séptimo arte.