Hoy ha fallecido Ángel Robledo.
Los lectores más veteranos de Motor 16 tienen motivos para recordarlo. Las pruebas de larga duración que se publicaban en la revista siempre terminaban con el despiece del coche, en una foto para mí mítica, en la que se presentaba el coche perfectamente ordenado pieza a pieza. El artífice del despiece era Ángel. Desmontaba el coche de arriba abajo, medía desgastes y holguras, colocaba todas las piezas para la foto y, muchas veces su hijo, Pepe Robledo, fotógrafo de la revista y más tarde fotógrafo de km77, hacía la foto que iba directamente a la portada.
Las pruebas de 100.000 kilómetros de Motor 16 no hubieran sido nunca lo mismo sin Ángel. Pero no sólo las pruebas. Ni la revista ni sus redactores hubiéramos sido lo mismo sin Ángel.
Para quienes trabajamos alguna vez en Motor 16, Ángel era una mezcla de padre cascarrabias, de mecánico prodigioso y de amigo excelente. Era un cascarrabias muy cascarrabias incapaz de enfadarse en serio.
Ese Ángel, nuestro Ángel, ha muerto hoy. Javier Gutiérrez Zúmel nos ha enviado un texto a un grupo de amigos de Whatsapp en el que está su hijo. Este es el maravilloso texto de Javier, que desde la lejanía ha homenajeado a Ángel así de bien. Tengo su permiso para hacerles partícipes a todos ustedes de este texto privado. Son privilegios de leer este blog.
A Ángel Robledo
Creo que tu padre me tenía cariño por mi nula habilidad con las manos. Con las manos y con el cerebro. Sí, lo único que sé es apretar un tornillo pero si se dobla o está roto, mi mente se bloquea y me impide ponerme a pensar en cómo se puede sacar. Lo mismo pasa cuando se enrosca. Y si por un casual, que lo hay, el mecanismo es al revés soy absolutamente negado a pensar que se puede apretar en el sentido contrario a las agujas de un reloj. Lo mismo me pasa con cualquier objeto, léase manguito de la fontanería o similar. Por eso, cuando bajaba al taller con mis zapatos de tafilete, se echaba a temblar.
Me encantaba verle con esos dedazos, como tres veces los míos, llenos de grasa, acariciar cual culito de bebé las válvulas de un motor. Y me quedaba fascinado en cómo era capaz de colocar la tapicería del 11 ligero porque quedaba inmaculada.
Un día me doblé un tobillo y en la recuperación le dije que me habían aconsejado mover la articulación cuando estuviera sentado. No tardó ni un minuto en coger una pequeña tabla de madera de aproximadamente el tamaño del pie y colocar y unir detrás a modo de apoyo una especia de botella de spray; «hala, a mover el pie». Esa capacidad para hacer cosas, reparar cualquier aparato o explicarme con fáciles palabras el funcionamiento de tal mecanismo me dejaba atónito. Le encantaba la evolución de la mecánica. Le acompañé cuando se compró el 205 turbodiésel y disfrutaba como un niño. Y también me enseñó a comer buenos callos. En su barrio, en un bareto pequeño creo que todavía los veo.
Este rollo y mucho más me hubiera gustado contároslo en Madrid. Un fuerte abrazo.
Era uno de los grandes. Como persona, como amigo. Como mecánico. Siempre estará en nuestro recuerdo
«O troncha, o dobla» XD. Todos los Robledo son una saga.
Mi más sincero pésame por la muerte de mi casi tocayo de apellido. D.E.P.
Entrañable Ángel. Ese gruñón que se ganó el corazón de los que bajábamos al estudio de Motor16 a aprender algo de mecánica, mientras desmontaba con cuidado esos coches que nosotros habíamos conducido miles de kilómetros.
Lo que más me gustaba era ver como volvía a montar todo meticulosamente, documentándose en los manuales de taller de cada modelo porque, aunque era un mecánico a la antigua usanza, gustaba aprender las nuevas técnicas.
Nos mostraba con orgullo ese detalle ingenioso de diseño que había encontrado en el motor del Hyundai Getz, que le motivó para comprarse uno al poco tiempo, o en la forma de acoplar los brazos de suspensión del Honda Accord…. Siempre con ese gesto de sabiduría y complicidad con el que se dirigía a quien gustaba escucharle.
Siempre le recordaré con mucho afecto.
Mi más sentido pésame a su familia y, entre ellos, a Pepe, quien ha heredado de él su bonhomía.
Cuando entré a trabajar a km77 junto a Pepe, las visitas al estudio de fotografía de su padre eran frecuentes.
Se presentaba con aquel Getz azulito, y siempre estaba trasteando (puso los cerrojos, las mirillas…).
Al tiempo caí, que aquel abuelete era quien desmontaba los coches de Motor16, y las siguientes veces que vino al estudio no hice más que preguntarle y curiosear sobre el tema, mientras Pepe me reclamaba que menos charlas y más currar, ya era el cascarrabias 2.0.
Suerte haberle conocido contando batallitas, hubiera sido increíble ver a este hombre trabajar.
No lo conocí, pero si leí todo sobre sus despieces en Motor 16. Admiro profundamente a ese tipo de mecánicos, hábiles y poco presuntuosos. Me uno al pésame.
Qué maravilla leeros por aquí, ex de Motor16.
Gracias por dejar vuestros recuerdos. Seguro que a Pepe, a Álvaro, a Rocío y a toda su familia les hace ilusión.
Sí, Cernu. Era uno de los grandes.
Lo de volver a montar todo, nos dejaba a todos siempre boquiabiertos, Miguel. No sé si hubo excepciones, pero los que yo conocí, después de montados ni se notaba que habían sido desmontados hasta el último grillete. Un grande.
Hola amigos de Motor-16 y gracias a todos los que estáis escribiendo recuerdos tan cariñosos sobre Ángel, “el gordo”, un ser entrañable a quien conocí hace ya más de medio siglo y que ha tenido la indelicadeza (últimamente tan común) de marcharse sin esperar a que lo hagamos los de la misma quinta.
A finales de los 60 del siglo pasado yo corría con un Saab Montecarlo que me trampeó Mariano Otermín (otro buen y querido amigo que se marchó hace muchísimo), pero cuyo motorcito de 2T y 800 c.c. terminó por decir basta, por lo que tuve que cambiarlo por un 600 Abarth que compré a los hermanos Antoraz y que habían preparado los hermanos Robledo (Ángel, Gabriel y Pepe) en Talleres Targa Florio… ahí comenzó una historia que, el lo profesional, pasó por la compra de un monoplaza RO-AM para la F.1430 que habían construido ellos mismos y que se retorcía en las curvas hasta desplazar al pie del acelerador, pero que hizo milagros en las prodigiosas manos de mi mujer de entonces, Simonetta Garih, que corría con el apodo de “Yolanda”.
Simonetta y yo teníamos una casa cerca de Brunete, rodeada de campo y plagada de trincheras y casamatas de la guerra civil, donde podíamos hacer el cabra con todo tipo de cacharros molestando únicamente a perdices y culebras. Recuerdo a Otermín subiendo despendolado la cuesta de la urbanización para calibrar la carburación del fórmula… y recuerdo a Ángel, que venía muchos domingos a pasar el día en una furgoneta VW más vieja que la tos, acompañado por su madre, su hermana Margarita y de su hijo Pepe, entonces Pepito, porque no debía de tener más de tres años y ya saltaba al sillín de una moto diminuta que creo recordar que le había acondicionado su tío Gabriel, y con la que daba unos saltos imposibles por aquellos carrascales…
Años más tarde, al seleccionar el equipo fundacional de Motor-16, ofrecí a Ángel la dirección de taller, pues el proyecto editorial incluía pruebas de larga duración, con un despiece integral y eso lo haría como nadie. Pepito se descubrió también como un excelente probador y fotógrafo. Luego, la vida nos llevo por rumbos diferentes, pero el afecto siempre estuvo ahí, y los recuerdos también: recuerdo que cuando a tomar café y a fumarse un farias en la taberna de enfrente, donde estaban viendo por televisión una corrida de toros, decía a voz en grito: “A ver cuando gana el moreno”; le recuerdo rebuscando en aquel mar sin orillas que eran las desguaces del también querido Teo Martín, hasta encontrar un viejo motor Ford de 4 cilindros y hacer el milagro de convertir mi Montecarlo en un “93” ; recuerdo cuando nos dimos un paseo él y yo por Hermanos García Noblejas, repachingados en un “haiga” que estuvo al servicio de Franco y Ángel me contó las muchas miserias que había pasado su familia durante los años obscuros y lo orgulloso que se sentía de verles salir adelante; recuerdo cuando me construyó, a partir de un VW escarabajo, un buggy infernal con el que corrí las dos primeras ediciones de la Baja Montesblancos, copilotado una vez por Paquito del Brio y la otra por José María Cernuda… podría seguir líneas y líneas, pero soy viejo y ya me estoy emocionando. Querido Ángel, que la tierra te sea leve.
Tomás Cavanna
Se nos ha ido una generación entera que trabajó, sufrió mucho y las paso canutas cuando la formación no estaba al alcance del pobre.
D. Javier, ¿podría buscar entre su tonelada de correo un correo con título «prueba Spam». de Alej……… Gracias!!
Un beso muy fuerte para toda la familia Robledo…
En estos días duros de epidemia, dolor, encierro personal y mental en que los recuerdos fluyen, como decía Bruce Lee, en el momento en que te quedas mirando la pared y te levantas cansado sin saber muy bien por que te mueves, llegan las vivencias con Ángel, si por que las veces que hablabas con e,l estabas a su lado era como un maestro de vida con esa sapiencia que da la vida dura de barrio, que compartimos por cierto, y que con Pepe también. en Motor sentó cátedra de mecánica, pero también de humanidad, un taller de vida andante y se nos fue…
pero siempre estará con nosotros… en esos recuerdos que… fluyen y duelen…
un beso
Al ver su foto, me ha recordado un despiece del 309. Me parecian unas fotos geniales.
Ojala hubiese conocido la historia de este hombre hace tiempo. Es una pena.
Descanse en paz.
Ha tenido el coronavirus algo que ver con esta muerte?
Qué tiempos aquellos cuando los coches podían despiezarse ….. el coche es un producto en extinción a medio plazo … porque la Agenda 2030 tiene por objetivo acabar con la libertad individual, cuyo máximo exponente es el coche para las clases populares. Lo que está desapareciendo.