Adiós, viejo cascarrabias

Manuel Doménech, Manolo, no era viejo. Al contrario, era insultantemente joven, no solo para morir. Era insultantemente joven por la ilusión que se le dibujaba en la cara cuando hablaba de Asturies, cuando hablaba de sus amigos, cuando rememoraba uno de esos coches que le hacían vivir y, sobre todo, cuando hablaba de Le Mans. […]