Amigas y amigos,

Qué tal todo?

No sé si ustedes están en la misma situación, pero esta mañana en Barcelona uno podía ir en manga corta tranquilamente. Dos semanas de invierno, once meses y medio de verano.

Muy contento (no).

Y después de mi habitual comentario metereológico, entremos en materia.

Vamos ya por el cuarto de True detective y aunque se mantiene bastante el nivel, lo de los fantasmas y los espíritus empieza ya a alcanzar niveles muy peligrosos. No sé cómo coño van a salir de ese lío que se han montado con las apariciones. Es algo que no aparecía por ningún lado en la primera temporada (la única buena) y que me desconcierta bastante, pero bueno.

Por otro lado, el tercer capítulo de Los amos del aire es tan tan tan impresionante que el problema es que después hay que volver al mundo real, al mundo de las series de mierda. Si no han visto este show producido por Tom Hanks y Steven Spielberg, deberían empezar ahora mismo, sin perder un maldito minuto. Me atrevo a decir que es lo mejor que se puede ver ahora mismo en televisión, aunque soy consciente de que podría juntar a todos los abonados de la plataforma en el comedor de mi casa porque nadie tiene apple tv.

Y ahora que ya nos hemos comido los entrantes (si me permitem la analogía gastronómica), vamos a por el plato principal, que a mí me parece que es notable. No excelente, ojo, pero sí notable. Notable alto.

Este fin de semana se estrena Ferrari, de Michael Mann.

No es la primera vez que hablo de Mann en este blog. Creo que he hablado veinte veces de él como mínimo porque es uno de mis directores favoritos de todos los tiempos.

Ha hecho Heat, El último mohicano, Collateral, El dilema, Ladrón o Miami Vice y es un puto genio. No me pondré ahora a valorar cada una de sus películas o darles la turra con sus méritos. Basta con repasar su filmografía para darse cuenta de que es un animal cinematográfico y uno de los mejores narradores de Hollywood.

Ferrari no está entre lo mejor de su carrera, pero le da mil vueltas a Black hat, la última peli suya que pudimos ver en la gran pantalla. Aquello era un desastre de proporciones épicas. Luego le vimos en la tele firmando el excepcional piloto de Tokyo vice, una serie en la que lo único bueno es el piloto.

Su última obra es una biopic al uso sobre el fundador de la marca que lleva su apellido. Arranca en el verano de 1957, una época en la que Enzo Ferrari y su esposa están en bancarrota y él lleva mal el asunto. A Enzo le interpreta un magnífico Adam Driver, que es un actor que -casi- siempre está bien, y a su esposa Laura, Penélope Cruz, que está francamente bien.

Como pueden imaginarse, lo mejor de la peli es el modo en que Mann capta la velocidad, la furia de las carreras, el propio espíritu del coche. Para todos ustedes, amantes de los vehículos y el asfalto, creo que eso es ya suficiente aliciente para acercarse a verla en pantalla grande. El director filma de tal modo que parece no que uno vaya conduciendo el Ferrari, sino que vaya sobre el capó agarrado al retrovisor.

Es cierto que le sobra algo de metraje y que el guion es mejorable, pero solo por el espectáculo que ofrece el filme en su parte más visual vale mucho la pena sentarse en un cine y notar el olor a gasolina que desprende toda la cinta.

Vamos, que yo iría.

Abrazos,

TGR