Amigas y amigos,

 Qué tal están? Hoy no hablaré del tiempo: cuento en que lo contemplen como una evolución positiva en mi particular guerra contra el verano.

Esta semana no hay mucho… bueno, sí, hay mucho, como siempre. Me refiero a que no hay mucho bueno.

Se ha estrenado ya el final de Silo, que es bastante satisfactorio, aunque lo de tener más temporadas por delante te obliga a vivir en un continuo cliffhanger. Es cierto que la serie había entrado en un bache desconcertante (sobre todo, después del tremendo piloto), pero los dos últimos episodios son excelentes. Les dejo que la acaben y la comentamos, porque si lo hago ahora me voy a meter en un campo de minas.

Por otro lado, se ha estrenado la cuarta y última temporada de Jack Ryan. Para los que no estén al corriente, el personaje se lo inventó a mediados de los 80 un escritor y ex agente de seguros llamado Tom Clancy. Se hizo tan popular (el personaje) que desde los años 90, le han dado vida Alec Baldwyn, Harrrison Ford, Ben Affleck y John Krasinski. Mi película favorita sigue siendo la primera, A la caza del octubre rojo. Si no la han visto, es una auténtica maravilla, seguramente por culpa de Sean Connery que está increíble como el comandante de un submarino nuclear soviético.

La recomiendo vivamente.

Ryan es un operario de la CIA que empieza como analista y acaba matando más peña que Rambo en un mal día.

Jack Ryan llega a Prime video (interpretada por el mencionado Krasinski) después de una segunda temporada más bien regulera, centrada en un régimen bananero, cuyo principal defecto es que la república bananera es como los estadounidenses imaginan una república bananera y con Jordi Mollá haciendo de presidente venezolano en una actuación dudosa. La tercera no fue mucho mejor, con una trama insulsa en Moscú.

La cuarta empieza mucho mejor, con narcos, grupos de operaciones especiales que no se sabe muy bien quién controla y un misterioso agente doble que opera en lo más alto de la pirámide del gobierno estadounidense, haciendo y deshaciendo a su antojo.

De momento, solo hay dos episodios disponibles, pero ciertamente ha empezado muy bien.

También les conmino a que permanezcan alejados de Glamorous, la nueva serie de Kim Cattrall, que es una ridiculez supina. Y que hagan lo mismo con And just like that, la secuela de Sexo en Nueva York, que solo se explica porque les han pagado una millonada a sus protagonistas.

Es triste que el mundo gire alrededor del dinero, pero a si a mí me dan diez millones de pavos, bajo por la Rambla haciendo la croqueta todos los días de la semana. Por eso entiendo a estas actrices, dispuestas a sepultar su propio legado con tal de añadir unos cuantos ceros a su cuenta bancaria, que en algunos casos ya era boyante. Como nunca he tenido demasiado dinero, aún las entiendo mejor: es lo que tiene la clase trabajadora y demás. Eso sí, la serie es una porquería épica, con diálogos vergonzantes y que se ahoga en su propia obsesión por ser relevante, porque un día lo fue. Pero -repito- lo entiendo: tiene que ser muy bonito ir al cajero, pedir un extracto y que te salgan tantos ceros que se agote el papel.

Por último, hay una película de animación estupenda en Netflix. Se llama Nimona y es una suerte de cuento retropunk que me ha dejado pasmado por la puntería de su guion y lo bien dibujados que están sus personajes. Ideal para ver con los críos cualquier fin de semana. Y hasta sin ellos, si me aprietas.

Y hasta aquí mis apuntes de hoy. Volveré con más en breve, por si gustan.

Cuídense mucho,

T.G.R.