Amigas y amigos,

Volvamos al ataque.

Qué bien se vive en Galicia, gente. Si no fuera porque mi trabajo me ata a la Ciudad Condal, no me verían más por allí. No es que no me guste Barcelona, llevo aquí viviendo media eternidad, pero a veces tengo la sensación de que nos toman el pelo. Bueno, no es cierto: sé positivamente que nos toman el pelo. Todo vale el doble y lo disfruto la mitad porque es obvio que pago el peaje de vivir en una ciudad eminentemente turística.

El problema es que llevo años pensando que la ciudad ya no pertenece a los locales: pertenece a las hordas de visitantes que llegan aquí con la intención de pagar mucho por cosas que no tienen en sus respectivas patrias y que pueden permitirse. El problema es que ahora yo también tengo que pagar mucho por esas mismas cosas que antes me costaban la mitad y que todas las cosas nuevas que pasan en esta ciudad están enfocadas a esa gente que llega en aviones, hasta que uno se siente un extraño en sus propias calles.

En fin, no es que en Galicia no haya turismo, pero me da la impresión de que a ellos les importa un pito. El otro día estuve en una bodeguita de Vigo que aparentemente no estaba abierta. Dentro había gente, y luz, y un montón de vino, pero las puertas estaban cerradas a cal y canto. Hasta que el dueño nos vio y nos hizo un gesto con la mano. ‘¿Qué queréis’?.

Le dijimos que solo nos apetecía tomar una copa y nos dejó entrar. ‘Es que si tengo abierto, aquí siempre viene gente a tocar los cojones, a pedir ir al baño o a tomar una coca-cola: aquí no hay coca-cola’. Seguramente, a alguien le parecerá malo para el negocio una postura similar, pero me encantaría tener un bareto así al lado de mi casa. Al final, soy un idealista.

En fin, hasta aquí la turra.

Vamos ahora al asunto que nos ocupa y que es la terrible espiral en la que se ha metido el género de superhéroes. Ya llevábamos unas cuantas memeces en los últimos años (no levantamos cabeza desde esa obra maestra llamada Endgame; con alguna excepción, por supuesto), pero Aquaman 2 es como el último clavo en el ataúd de ese huracán que parecía que nunca iba a terminarse y que lo hizo con estruendo.

Aquaman 2 no tiene guion, bueno tiene una leve línea de relato en la que cuelan chistes malos, actores terribles encabezados por el propio Jason Momoa y efectos especiales hechos con un spectrum. Toda la película es en sí misma un recordatorio de que no habrá más películas de Aquaman y que todos los involucrados en la producción son absolutamente conscientes de ello. A nadie le importa un pito la continuidad, el tono o la consistencia de la película. Solo quieren cobra y salir cagando leches de aquel infierno.

Este es el terrible final del universo ampliado de DC, que ha cometido una tropelía tras otra y que nunca ha sido capaz de levantar el más mínimo interés del público. Le podemos echar la culpa (again) al pesado de Zack Snyder, pero hay muchos otros culpables.

Ahora, la casa ha puesto su última esperanza en James Gunn y Matt Reeves, que han decidido empezar de cero.

Yo tengo cero esperanzas en ese movimiento o en el de Marvel intentando arreglar el desastre de Jonathan Majors (el tipo que iba a ser el nuevo Thanos y que ahora ha sido despedido por diversos cargos de agresión sexual). No creo que a estas alturas puedas cambiarlo todo.

La cosa pinta tan mal, que puede ser que haya una larga pausa, que todos agradaceremos.

Y nada más, seguimos hablando el miércoles.

Abrazos,

TGR

.