Por lo que he leído en la prensa, una profesora del CEU de Valencia ha dicho que “el aborto en el caso de violación no es tolerable porque dentro de lo terrible de la violación sacas algo bueno, que es un hijo, un don de Dios”.

Me pregunto si esta mujer  propugna que en caso de que las mujeres se queden embarazadas por causa de una violación no se castigue al violador. Ya que el violador consigue que la mujer alcance un don de Dios, y ya que parece ser que un don de Dios es algo bueno para esta mujer, no veo forma racional para que en su razonamiento quepa el castigo para los violadores que dejan embarazadas a sus víctimas. Probablemente, ella debe considerar que no haya que castigarlos, pero eso es sólo una conjetura.

Yo soy partidario de la libertad de expresión absoluta. No entiendo que se castigue la apología del terrorismo. Me parece un error infantil. Es imprescindible que todo el mundo que defienda el terrorismo como herramienta para mejorar la sociedad pueda decirlo. Primero, porque quienes lo dicen están convencidos de que es lo mejor para la sociedad y siempre cabe la posibilidad de que tengan razón. Por tanto, hay que poder escucharlos y rebatirlos, con la palabra. Si ellos ven que los demás podemos opinar lo contrario de lo que piensan ellos y nadie nos castiga por eso, les conducimos directamente a que busquen otras formas de expresión menos civilizadas. Por tanto, la apología del terrorismo no debiera ser penada.

Otro de los motivos por los que no debiera ser penada ni la apología del terrorismo ni la expresión en alto de cualquier otra idea o pensamiento es que resulta mucho mejor para saber lo que piensan los demás, cualquiera de los demás. Para todos es imprescindible saber claro y alto lo que piensan quienes nos rodean, para saber a qué atenernos. Quienes no dicen lo que piensan son siempre los más peligrosos en sociedad. ¿Por qué no lo dicen? ¿Que quieren ocultar? Gallitos como Milans del Bosch, que iba diciendo a todo el que quisiera escucharle, que antes de retirarse iba a sacar los tanques a la calle, son personas francas y abiertas, sin dobleces, mucho más deseables que quienes ocultan sus intenciones.

El otro día a un jugador de fútbol de no sé qué país lo sancionaron a perpetuidad (o algo así) por realizar un saludo nazi en un campo de fútbol. ¿Por qué no va a poder saludar como le dé la gana este pobre hombre? ¿Ofende a las víctimas? Pues sí. Del mismo modo que los musulmanes se ofenden cuando en un periódico europeo aparece una viñeta que no respeta los principios de su religión. En los campos de fútbol hay niños pequeños, sí, y estos futbolistas pueden ser sus ídolos, sí. Pero debiera ser responsabilidad de los padres educar a sus hijos. Si para facilitar la tarea de los padres tenemos que marginar a quienes piensen diferente, mal servicio proporcionamos al conjunto de la sociedad.

¿No tenemos todos la piel demasiado fina? ¿No es bueno que seamos más tolerantes todos con las expresiones de los demás? ¿Por qué no va a poder ser alguien racista y decirlo públicamente y pavonearse de ello, o homófobo, o contrario a la democracia y favorable a las armas y la fuerza? ¿No son acaso racistas a su modo («opinófobos»), quienes pretenden reprimir a unos ciudadanos sólo por su forma de pensar? El otro día me llegó una petición popular para que no sé qué obispo borrara no sé qué declaraciones de la página web de su obispado. Yo estaba totalmente en desacuerdo con el obispo, pero también de que no publique lo que quiera donde quiera.

La profesora esta dice que «es intolerable» el aborto en caso de violación. Está clarísimo que el aborto es intolerable para ella. A mí que me registren. No sé si deseará o no que la violen para alcanzar ese don divino que menciona. Pero si lo desea, tiene que estar en su derecho de no denunciar al violador, incluso de dedicarle tres Aves María (O Ave Marías, que no sé construir el plural). Lo que no podemos permitirle es que nos obligue a los demás a comportarnos como ella quiere. Pero que muestre su deseo de que nos comportáramos como ella es perfectamente lógico. Yo también muestro mi deseo a que los demás sean infinitamente tolerantes con la libertad de expresión.

Dicho esto. ¿Debiéramos prohibir que la aulas sirvan para soltar semejantes opiniones disparatadas?

No tengo opinión formada. Intuyo que es beneficioso para su formación que los universitarios escuchen y debatan profundamente sobre todo el espectro del ideario. Intuyo que sería magnífico que se pudiera escuchar algo así en las clases, siempre que no fuera doctrina impuesta, siempre que quedara patente que es una opinión privada, siempre que fuera rebatible en las propias aulas, y que no fuera material docente, que no se pueda contravenir en un examen.

La palabra se defiende con palabras. La palabra es siempre un arma deseable.

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Gracias por opinar y por decir lo que piensan, sin insultar, por favor, que no ayuda al debate. 🙂