Este fin de semana he viajado y por primera vez en muchos meses he encontrado tráfico abundante. Por fin. Un síntoma de normalidad. Después de tanto tiempo, he coincidido con conductores generalmente diestros y amables.

Una buena parte de mi viaje la he realizado por detrás, más o menos cerca, de un coche muy potente que atosigaba a los conductores de los vehículos que alcanzaba. Como el tráfico era abundante, aunque llevaba buena velocidad, constantemente tenía que aminorar la marcha para esperar que otros coches terminaran sus adelantamientos. Era, sin ninguna duda, el conductor que iba más rápido de la carretera, pero también el que más molestaba porque se acercaba muchísimo a los coches que le precedían. Confieso que yo en algunas épocas de mi vida y en algunas ocasiones he conducido así, acercándome mucho a los coches que me precedían para que se apartaran lo antes posible. Una horterada y un disparate. En aquella época pensaba que el que iba más rápido tenía preferencia absoluta y el resto tenía que acomodar su conducción a esa preferencia. Hoy pienso que no es así. Que quien va rápido tiene que entender que la velocidad media y la comodidad de la mayoría debe de regir los acotos de todos.

Tráfico en autovía

Le he seguido a una distancia variable. En alguna ocasión circulaba inmediatamente por detrás de él y en otras muchas con varios coches que se intercalaban entre nosotros. Cuando el tráfico en las autovías es intenso, hay coches que se quedan atrapados detrás de vehículos más lentos y no tienen forma de acceder al carril izquierdo, porque la fila de coches que adelanta es continua. Lo que me parece más sensato, para quienes circulen por el carril izquierdo, es dejar un hueco con el coche que te precede e incluso avisar con las luces, para que quien está atrapado vea que tiene una escapatoria para integrarse en el carril iquierdo. Quien va adelantando puede perder unos segundos, que normalmente podrá recuperar después. Esos segundos que se pierden quedan inmediatamente compensados con los segundos que gana la persona que estaba atrapada tras el camión o cualquier otro tipo de vehículo lento.

Primer mandamiento: no molestar

Estoy convencido de que los principios de convivencia en las carreteras y en las calles de las ciudades se rigen por los mismos principios que la convivencia de las sociedades en general: Si ayudamos a los demás, los demás nos ayudarán a nosotros y todos viviremos mejor. Si molestamos a los demás, los demás nos molestarán a nosotros y todos viviremos peor.

En las circunstancias de hoy, un conductor virguero de un Peugeot 3008 rojo se ha colado de forma imperceptible en el hueco que yo dejaba con el coche que me precedía, que en ese momento no era un hueco muy grande por circunstancias del tráfico. De hecho, en el momento que iba a levantar para dejarle más espacio, el conductor del 3008 ha intercaladosu coche en el hueco que había, perfectamente, y en cuanto ha terminado de adelantar al motorhome ha regresado a la derecha, sin obligarme ni a levantar y sin causarme la menor duda en toda la maniobra. No he perdido ni un segundo y él ha ganado varios, pero ha sido mucho más por su destreza que por mi capacidad en ese momento para facilitarle la maniobra. Ha sido una maniobra meridiana, que no ha supuesto la más mínima molestia para nadie, siempre que estés dispuesto a aceptar que vas muy pegado al coche de delante durante unos metros.

Segundo mandamiento: ayudar y ayudar

Es cierto que el conductor del 3008 no sabía que a mí no me molestaba llevarle tan cerca durante unos metros y que a otro conductor podría haberle incomodado su maniobra. De hecho, conduciendo todos nos equivocamos y lo que a mí me ha parecido una maniobra luminosa a otro conductor podría haberle parecido una temeridad.

En más de una ocasión he terminado un adelantamiento más cerca del coche que viene en sentido contrario de lo que preveía inicialmente. En esas ocasiones, es maravilloso pensar, sobre todo si vienes de frente, que todos podemos equivocarnos y ayuda mucho avisar a la otra persona de que le hemos visto, que no se preocupe. Lo que suelo hacer yo, cuando alguien que viene en sentido contrario se ha equivocado al adelantar, es frenar mucho y pegarme todo lo que puedo al margen derecho, para que vea que no hay peligro, que termine su maniobra de la mejor forma que pueda. Lo que no sirve absolutamente de nada es pitar y pitar y dar luces y no colaborar en nada para aminorar el error del conductor que viene de frente. Si no colaboramos en nada, lo pero que puede ocurrir es que la otra persona se asuste y todo termine en un accidente innecesario.

Hoy, en los carteles de la autovía, ponía en todos o en casi todos «Feliz Viaje». A mí esos carteles me alegran la vida. En cambio, los que hablan de las cifras de muertos me parece que contribuyen a enfurecer el ánimo de los conductores y a generar tensión entre todos.

Feliz viaje a todos este verano. Vayan con cuidado ahí fuera. No molesten al resto de conductores. Ayuden todo lo que puedan y… sean felices. Llevamos mucho tiempo sin viajar.

¡Feliz viaje!