Diario esporádico de un paciente del Servicio Madrileño de Salud.

Empiezo a escribir el 21 de julio. 08:00 horas

(Viene de aquí)

Las horas transcurren despacio y en algunos intervalos con mucho dolor. Por las mañanas me duele menos y aprovecho para dormir y por las noches, como el viernes que fui a urgencias, tengo que pasear para aplacar el dolor. Busco miles de posturas. Un cojín debajo de las rodillas, tumbado en el suelo con las piernas encima de la cama, en el sofá con las piernas dobladas contra el reposabrazos en posición fetal mirando el techo, a cuatro patas, tumbado con las piernas agarradas con los brazos, también en posición fetal. En ninguna posición aguanto más de dos minutos cuando tengo las crisis. Posiblemente a cuatro patas es como esté mejor, pero es imposible dormir a cuatro patas y llega un momento en el que necesitas dormir. El dolor en los cuádriceps y en la parte inferior de la columna me hace rabiar. Cuando no me duele nada, estoy perfectamente bien, y cuando me duele, no hay analgésico que me calme. Como remate, estoy ligeramente mareado todo el rato.

Paso la noche del sábado al domingo sentado en el sofá, porque sentado es la posición en la que aguanto más tiempo sin moverme, y dormito sentado intercalado con paseos por toda la casa, cambio de postura constante en el sofá, en el suelo con los pies arriba, a cuatro patas, en posición fetal… Cuando llega la mañana parece que el analgésico hace más efecto y a partir de la madrugada suelo dormir dos o tres horas de un tirón. Esas horas del día me salvan la vida.

A la hora de comer del domingo 7 de julio, escribo: «He tomado Paracetamol 1g a las 12:00 de la noche y Nolotil a las 4:00 de la mañana. No me han hecho nada. Me moría de dolor, pero no sé que hubiera ocurrido sin tomarlos. Unos dolores rarísimos, en los cuádriceps sobre todo. Tengo los cuádriceps como de corcho y me duelen una barbaridad. También me duele, menos, la zona lumbar.

Después del paracetamol de las ocho de la mañana la cosa ha mejorado y he podido dormir un rato.

Lo mejor de todo es que la cabeza me duele mucho menos. Si consigo mantener el dolor de las piernas y de la zona lumbar como ahora, ya está vencido.

La mejor noticia es que ya no me da náuseas comer. Hoy he comido un plato de arroz blanco y me ha sentado muy bien.
«

Mi hermana, que es médico, pero vive lejos de Madrid me pregunta: «¿El dolor de las piernas es tipo calambre?» Le respondo: «No. Es un dolor sordo. Como cuando intentas levantar una pesa y a la décima repetición no tienes más fuerza pero sigues haciendo fuerza para levantarla una vez más. Pues ese dolor, constantemente. Además, siento como si estuvieran acorchados cuando los toco. Los brazos, en cambio, están perfectos.«

A las cinco de la tarde del domingo 7 de julio regreso a urgencias. No porque me encuentre peor, sino por el acorchamiento de las piernas, que es un nuevo síntoma que he reconocido este sábado por la mañana y que me asusta.

La médico que está de guardia esta tarde del domingo también estaba de guardia el viernes por la noche y aunque no fue la médico que me atendió, le consultaron el caso. Es internista. Le cuento todos los síntomas que he detallado anteriormente, en especial los nuevos síntomas que no referí el viernes. Hago hincapié en el dolor de la espalda y en el acorchamiento.

Me explora y todo parece normal. Me pide análisis de sangre exhaustivos, con serología. La persona que me pincha en los dos brazos para extraerme sangre se lo toma a broma: «Te vamos a sacar sangre como para una donación«.

A las 18:30 de la tarde, después de que me hayan extraído sangre, mientras espero en urgencias en una silla dura el resultado de los análisis escribo: «¡¡Ahora mismo me encuentro la mar de bien!! El mejor momento de todo el fin de semana, aquí en urgencias. Si es que…«

Los análisis rápidos dan los mismos resultados que los del viernes. Para el resultado de los que requieren cultivos, tenemos que esperar.

Por primera vez desde el viernes por la noche no me duele nada significativamente: ni la cabeza, ni las piernas ni la espalada y tampoco tengo fiebre. Le escribo a mi hermana: «Creo que los anticuerpos deben de estar haciendo efecto, porque esta tarde me encuentro muy bien. No puede ser todo el paracetamol de las cuatro de la tarde.«

Desgraciadamente, por la noche regresan los dolores. Esta noche la paso un poco mejor que la anterior, pero poco. No sé por qué me duele tanto la espalada y las piernas por la noche. Cuando llega la mañana, los dolores se calman. Aprovecho para ir al hospital a pedir las citas que me han solicitado: una ecografía abdominal y más análisis de sangre. Regreso a casa y duermo un buen rato.

(Sigue aquí)