La semana pasada estuve en Mallorca, en la presentación del nuevo Audi A3. Cruzamos la isla de sur a norte, desde Palma hasta Soller, con los coches. Mallorca es un sitio fantástico para conducir y, a la vez, un sitio horrible. Las carreteras son preciosas, con curvas y más curvas, pero en ocasiones están plagadas de turistas en sus coches de alquiler. No es raro ir en caravana (Corsa, Ka, Corsa, 308 CC, Ka, Corsa) detrás de alguien que marca el ritmo a 20 km/h.
Pero volviendo al título de esta entrada, lo del grifo del A3 no es porque Audi ofreza como ocpión un barril de cerveza con su tirador, es por algo que vi en el Hotel. Estrenamos el Jumeirah  Port Soller, un hotel de esos que apunto a mi lista de hoteles a los que a lo mejor vuelvo si algún día me toca la lotería.
Ya sabéis que al teletransportador mayor del reino kilometrero le gusta eso de fotografiar y contar orificios en las duchas de los hoteles. Yo soy un poco más geek y me pirran las pijadillas electrónicas. Ya en su día hablé del trono eléctrico, fascinante aparato que eclipsaba en mi mente a cualquier otra water-pijada. Hasta hoy, que he conocido los grifos con luz. Quiero uno, qué puñetas, ¡quiero luces en todos los grifos de mi casa!

Los grifos de los lavabos de la habitación se iluminaban al abrir el paso de agua. ¿friki? mogollón, pero más aún cuando me di cuenta de que la luz cambia de color según la temperatura del agua. Mi cerebro ingenieril lo primero que pensó fue en si el led iría conectado a una batería o a la red eléctrica y ambas soluciones me parecían malas. Así que tras googlear un poco he descubierto que la corriente (eléctrica) la produce la corriente (acuática). Alucina, vecina, un pequeño alternador en el grifo.
Y claro, esta entrada sin un vídeo es como una fideuá sin alioli. Así que ahí va el vídeo. No lo vean o querrán grifos con leds en su vida…

Celedonio