Desde pequeño me han gustado los coches. Ningún regalo de Navidad me podía hacer tanta ilusión como un coche en sus diferentes facetas (de Scalextric, de Bburago, maqueta de Tamiya, incluso los de chapa que venían muchos en el mismo paquete). Sin embargo, mi pasión alcanzo cimas insospechadas cuando empecé a ver, leer y disfrutar del automovilismo deportivo de una forma más concienzuda; ahí supe que me quería dedicar a los coches sobre cualquier otra cosa.
He tenido la suerte de estar en el Jarama viendo el debut del Tyrrell de seis ruedas (el P34), más tarde buscaba contactos que me pasasen cintas de VHS en las que poder ver a los Grupo B (para mí la época dorada del automovilismo) de rallyes con los 205 T16, Quattro, RS200, Delta S4 y similares luchando a brazo partido en destinos que me sonaban tan lejanos como Kenya o Finlandia. Recuerdo también como durante una guardia en la mili escondí un transistor en la garita para intentar buscar una emisora que me confirmase la victoria de Sainz por primera vez en Montecarlo. También guardo en la memoria como uno de los momentos más impactantes de mi vida el estar en medio de un bosque en Gales, pasando mucho frío de madrugada tras 24 horas de ferry y coche, y ver pasar a escasos metros de mí a Colin McRae a bordo de su Subaru Legacy con colores de Rothmans (RAC Rallye) en la cruzada más larga, suave y precisa que jamás haya contemplado en directo. Aquello era ballet y me dejó en trance durante horas. Un pequeño tributo a aquello es mi seudónimo en este blog.
En resumen, me encanta el deporte del motor.
Como profesional del sector he tenido el privilegio de trabajar en marcas con todo tipo de actividades deportivas. He podido estar presente en F1, rallyes, resistencia, raids, turismos… en ocasiones con mucho éxito y en otras ocasiones con pocos resultados. En algunos casos con pilotos y personal español presente, en otros casos con equipos enteramente extranjeros.
Desde luego disfrutaba la experiencia, pero teniendo una responsabilidad en temas comerciales y de marketing, más de una vez me costaba encontrar la forma de transformar esa actividad deportiva en resultados comerciales. Una frase célebre de Henry Ford decía Ganar el domingo, vender el lunes, pero yo siempre he sufrido para hacerla realidad.
Supongo que gran parte de ello se debe a la cada vez menor vinculación (a nivel de productos, tecnología, etc.) entre las diversas especialidades deportivas y los coches de calle. Incluso en especialidades que usan coches derivadas de coches de producción, los coches que corren acaban por tener muy poco que ver con el modelo de origen. Un Fiesta S2000 o un C4 WRC comparten con el coche disponible en el concesionario muy pocos elementos, y creo que pocas similitudes encontraremos entre el Renault F1 de Kubica y un Megane Scénic (posiblemente tampoco haya muchas más entre el Ferrari de Alonso y el Ferrari California disponible en los concesionarios). Cuando para competir con un Grupo B había que fabricar un mínimo de 200 unidades de calle (muchas más para Grupo A y Grupo N) la gente sí podía ver una vinculación más directa entre el éxito de Carlos Sainz con su Celica GT4, de Chus Puras con su Escort Cosworth o de Borja Moratal con su Peugeot 205 GTI (por nombrar ejemplos de diversas categorías de rallyes) con el coche que podían llevarse a casa pagado en cómodos plazos.
Hablando con un anunciante que tenía fuerte presencia en el equipo de Fórmula 1 de la marca para la que trabajé durante un tiempo, me decía que para él la inversión era casi siempre rentable. El espacio sobre el coche en el que anunciaba su marca era visto por millones de personas dos fines de semana cada mes, y que la gente asociaba su marca al ambiente de vanguardia, tecnología y sofisticación que rodea a la F1. Volviendo a hablar con él algunos años más tarde, me comentaba como ahora en el patrocinio del automovilismo tenía que computar (para bien) el incremento de repercusión que había supuesto la presencia (y con éxito) de pilotos españoles, pero que al mismo tiempo (ahora para mal), tenía también que ponderar el potencial impacto negativo que podía tener en la imagen de su producto que dichos pilotos obtuvieran malos resultados.
Su perspectiva era que mientras el automovilismo deportivo fuese un evento en el cual el espectador no tuviese un favorito (por no haber piloto español) conseguía casi siempre un impacto publicitario positivo. Sin embargo, con pilotos locales que aumentaban drásticamente la audiencia y por tanto el potencial de resultados positivos, también tenía que contemplar el impacto mediático de las críticas que van asociadas al fracaso. Visto en perspectiva no le falta razón.
No dispongo de datos, pero me pregunto si la imagen de Toyota se ha beneficiado más de los dos títulos mundiales conseguidos por Sainz a los mandos de sus coches o si eso no compensa la imagen repetida mil veces del Corolla averiado casi al final del rallye de Gran Bretaña con Luis Moya diciendo su célebre frase y arrojando con rabia el casco contra la luneta trasera del coche que estaba a punto de darles su tercer Mundial. Renault claramente ha tenido grandes beneficios con los dos Mundiales de Alonso, pero también ha tenido que soportar a toda la prensa española la temporada pasada preguntando por qué no eran capaces de darle un coche competitivo a Alonso. Incluso Sainz con su reciente victoria en el Dakar ha generado tanto artículos positivos para VW como artículos negativos diciendo que la marca no era capaz de poner orden con su segundo piloto que había realizado “maniobras sucias” contra el español. El último ejemplo lo tenemos con Citroën, capaz de generar un coche con el que domina el Mundial de Rallyes pero que en estas últimas semanas ve como en la prensa deportiva, foros de internet y bares se comenta con vehemencia su decisión de relegar a Dani Sordo del equipo oficial al equipo junior por sus resultados, acusándoles de chauvinistas por promover a Ogier en su lugar.
Conclusión: desde que los pilotos españoles tienen relevancia en sus competiciones, los responsables de marketing disponemos en el automovilismo de una herramienta más potente que nunca, pero que también tiene más riesgos que nunca de volverse contra nosotros.
Pero, al final de todo, lo que más importa, es si el éxito (o la simple participación) en eventos deportivos se puede traducir en más (o menos) ventas.
¿Es ese factor importante para los compradores de coches? Me encantaría conocer su opinión y les invito a dejar sus comentarios.
Mientras, voy a volver a deleitarme viendo a Ari Vatanen subir a Pikes Peak a bordo de su 405 T16, el mismo coche que le llevó a la victoria en el París – Dakar y que hizo que intentase con todas mis fuerzas intentar convencer a mi padre para comprarse un 405 Mi16 que Peugeot acababa de lanzar. Finalmente me dijo que accedía siempre que el vendedor se lo pusiese al mismo precio que el Renault 21 que era el coche que de verdad le gustaba.