Amigos y amigas,

Hoy no voy a hablar de la maldita pandemia. Porque tiene que haber una vez para todo.

En lugar de eso, voy a reírme de la última mierda de Netflix.

Pero antes de reírme de la última mierda de Netflix y para aquellos de ustedes/as que estén suscritos a Filmin. Estos días se ha estrenado una serie danesa llamada Cuando el polvo se asienta, que sigue a varios personajes de diverso pelaje antes y después de un brutal atentado en Copenhage.

La serie más vista de la historia de Dinamarca, lo cual no es un dato que tenga que ser significativo para nuestro país, pero que demuestra que tienen buen gusto. O un gusto excelente.

Y ahora, al tajo.

Eurovisión: la historia de Fire Saga.

No sé ni si se llama así o me he inventado algo. Si van al buscador de Netflix y ponen Eurovision, ahí lo tienen.

Los protagonistas son Will Ferrell y Rachel McAdams. Y de vez en cuando sale por ahí el pobre Pierce Brosnan, que parece que ha visto luz y ha entrado.

Explica la historia de dos chavales obsesionados con Eurovision (lo sé, empezamos mal) que forman un grupo llamado Fire Saga y se empeñan en competir en el festival. Los dos chavales son islandeses y allí nadie les hace ni puto caso, incluido el padre de él (al que interpreta Pierce Brosnan), pero ellos siguen un camino que parece estar marcado.

Por el camino, se intentar hacer un retrato de Eurovision, aunque a veces es difícil decidir si hicieron esta película para los incautos europeos o para los incautos estadounidenses, tal es el disparate de guion que ha perpetrado alguien, seguramente varios/as. No hay por donde cogerlo, ni con unas tenazas.

Para empezar, no les funciona ni un gag. No recuerdo haberme reído ni una vez.

Es verdad que cada vez me cuesta más reírme con las comedias (igual porque cada vez son peores), pero es que el nivel de las bromas es terrible. Imaginen a americanos, interpretando a islandeses, que hacen chistes sobre americanos. Imaginen que esos chistes no tienen ni pies ni cabeza porque están basados en cómo creen los americanos que vemos los europeos a los americanos: un auténtico despropósito.

Luego están las cancioncillas.

Si tienen ánimo de provocar la risa, son ridículas; si van en serio, son aún peores.

Y las hay todo el puto rato. Son la columna vertebral de la maldita película.

Así que me he tragado dos horas de basura esta mañana, porque tengo que escribir de la basura y me ha parecido honesto verla. Pero qué maldito horror, qué cutre todo, qué manera de tirar el dinero. He llegado a pensar que sería mejor mirar el propio festival de Eurovisión.

Y yo odio el festival de Eurovisión con todas mis fuerzas. Y luego un poco más.

En fin, no es que yo sea muy fan de Will Ferrell, que me hace gracia pocas veces, pero me encanta Rachel McAdams y lo de hacer sangre con Eurovisión me parecía apetecible.

Pero nada, era todo una ilusión. Por eso es mejor aproximarse a cualquier proyecto con candente escepticismo. Se ahorra uno muchos disgustos.

Yo les he advertido: el resto es cosa suya.

Abrazos/as,

T.G.