¿Qué tal, amigos y amigas?

No voy a comentar nada de la maldita pandemia, porque la maldita pandemia se comenta sola.

Hasta el gorro.

Primero, arranco con un aviso: mañana se estrena en Disney + mi documental favorito de los últimos años. Me cuesta llamarlo documental, porque me parece que es mucho más que eso. Se llama En sí mismo (en inglés, In & of itself) y es la historia de la identidad de un tipo. La historia de un mago que cuenta su vida en seis trucos, adaptación de la obra de Broadway del mismo título. Parece algo raro y lo es. La gracia está en el tipo que la protagoniza: Derek del Gaudio. Él es las tripas de este documental, que alcanza un nivel de excelencia que uno no espera cuando lo empieza.

No se lo pierdan, porque es una auténtica maravilla. Apaguen el móvil, olviden el ruido que nos rodea. Creo que les gustará perderse en el mundo de del Gaudio.

Y ahora, las malas noticias.

Matrix resurrections.

Vaya por delante que yo soy un gran fan de Matrix. No de la trilogía de Matrix, sino del original. Del primer Matrix, el realmente importante.

Recuerdo la primera vez que la vi. No solo conceptualmente (aunque tomara prestado un poco de todas partes, especialmente -creo- de Tron). Matrix era alucinante en su ejecución, las escenas de acción eran algo que nunca habíamos visto. Jamás habría imaginado que era posible llegar a ese nivel de fabulación visual.

Matrix era la hostia.

Luego vinieron esas dos cosas que teóricamente completaban la trilogía. Ambas tenían cosas interesantes, pero eran básicamente una sucesión de diálogos irrelevantes, seguidos de apabullantes escenas de acción, siempre perfectas, pero que no contaban con el armazón intelectual del original. La narrativa se perdió en algún sitio, pero nadie puede negar que Matrix es un clásico moderno.

Por eso no entiendo qué necesidad había de volver sobre sus propios pasos para entrar de nuevo en la franquicia. No sé si tenían alguna necesidad económica acuciante, o creían que tenían algo que contar que no había cabido en la trilogía.

El resultado es un desastre meta. Matrix hablando de Matrix en una nueva entrega de Matrix. Todo mezclado con mensajes socio-políticos, encajonados en set-pieces de acción sin ton ni son, que no tienen nada de especial. Porque eso es lo peor: hemos visto tal avance en el mundo de los efectos especiales, que ya es difícil que nos sorprendan. Marvel tiene buena culpa, pero también cosas como Fast & Furious.

De hecho, lo más inexplicable de la película es el poco empeño en encontrar en nuevos caminos cinematográficos que justifiquen la visita a un mundo que ya parecía agotado y que -efectivamente- lo estaba, tal y como comprobaran aquellos que decidan acercarse al cine a ver la película.

¿El guion? Pues gentes de Matrix hablando de Matrix, con una serie inacabable de bromas internas y situaciones auto-referenciales. Uno no hace una película para hablar de otra película, a menos que seas un genio como Quentin Tarantino.

Entiendo que, en ocasiones, la nostalgia nos posee y sentimos la necesidad de volver a un paisaje familiar, porque eso nos tranquiliza. Creo que todos/as recurrimos a ella alguna vez: una canción, un lugar o una película. Sitios en los que nos sentimos a salvo, que podemos modelar como queramos.

Ese es el gran problema de Matrix: se arroja en brazos de la nostalgia, sin tener nada más en la mochila. No es una buena excusa para nada y mucho menos para una superproducción.

No he entendido cuál es el propósito de estrenar un proyecto que es obvio que no va a generar nada nuevo.

Ya me contarán.

Felices fiestas, mi gente.

T.G.