Amigos y amigas,

Qué tal todo? Hoy es festivo por todas partes, pero en Barcelona trabajamos. O algo así.

Para compensar, el lunes es festivo.

A mí que me registren, que hace años que todos los días me parecen lunes.

Vamos a lo que hay esta semana por ahí, tanto si deciden salir de casa como quedarse en el sofá disfrutando de la basura (con renovadas excepciones) que nos ofrecen las plataformas, día sí, día también.

Para empezar, hoy he arrancado el día viendo una cosa llamada Bronca, en Netflix. Serie regulera sobre dos personas a punto de explotar por culpa de sus vidas de mierda. El problema es que ya vi hace años Un día de furia y si fuera por mí, el género podría haberse acabado ahí. El reparto tiene el carisma de un jarrón de plástico que han dejado al sol durante demasiado tiempo y el guion es una constante dilatación del conflicto: esperas que pase algo y no pasa un carajo.

He visto dos episodios y me he retirado. Si quieren probarla (veo que hay gente que la está disfrutando), allá ustedes. Que no se diga que no les he advertido.

Luego me he puesto a ver Marinero de guerra, una miniserie de Netflix sobre el papel de los marineros noruegos en la Segunda guerra mundial. Bien hecha, bien interpretada, interesante. No es para mí.

Creo que he visto demasiadas películas y series sobre la Segunda guerra mundial y ya es difícil sorprenderme, entretenerme o engancharme a cualquiera de estas producciones.

En Disney + tienen Ralph & Katie sobre una pareja recién casada. Los dos tienen síndrome de down y eso es lo que hace que esta sitcom esquive los tópicos de la comedia, pero lo haga sin abusar del buenismo. Me ha parecido bastante graciosa y, de cuando en cuando, no está mal ver algo que tenga un poco de corazón.

Dejo para el final un estreno de esta semana, que sea -probablemente- de lo más delirante que he visto en siglos.

Se trata de El exorcista del Papa.

Ya sabemos que Russell Crowe está un poco de bajona. El actorazo que un día protagonizó taquillazos salvajes como Gladiator y obras maestras como El dilema, se dedica ahora a sus labores y de cuando en cuando hace una película. La última que le recuerdo es aquella en que después de una discusión de tráfico se dedicaba a perseguir a una pobre mujer hasta extremos de locura. Si no te la tomabas en serio y tenías palomitas, hasta podías disfrutarla.

Ahora vuelve (pido disculpas si me he pedido alguna película importante que invalidaría totalmente mi teoría de que el hombre está ya de bajona) con una especie de filme de terror que les aseguro que me dejó perplejo.

He visto muchas películas malas en mi vida; algunas realmente malas. También he visto grandes películas, películas maravillosas, películas inolvidables y obras maestras.

También he visto algunas películas inclasificables. Obras que te dejan sin adjetivos, pero no por las razones correctas.

El exorcista del Papa es una de esas películas.

Seguramente, a algunos fans del horror puede resultarles simpática, por lo excesivo y grotesco de la cosa. A los demás, el CGI a todo un euro y los endemoniados del cirque du soleil, les producirán un efecto distinto: entre la risa tonta y la mala hostia.

La historia es la del que se considera a sí mismo el exorcista más prolífico de la historia, un señor que lleva lidiando con el maligno desde hace medio millón de años. Bueno, quizás son 60, ya saben que siempre exagero un poco. El hombre en cuestión es un mito en el Vaticano, su nombre es Padre Amorth y en 1985 lo nombraron el exorcista oficial de la Santa Sede.

Seguro que el tema daba para una buena película, pero cuando tienes trescientas pesetas y una cámara, pues uno hace lo que puede.

Si pueden malgastar 10 euros, yo iría a verla. En plan de risas. Un poco bebidos si así lo prefieren.

También pueden quedarse en casa y ahorrarse el bochorno. Lo dejo en sus manos.

Cuídense mucho y disfruten de las fiestas.

Abrazos,

T.G.R.