Amigas y amigos,

Qué tal todo?

Hoy retomo el hilo de mi último post para comentarles una serie magnífica de la que no esperaba nada: Cristobal Balenciaga.

Siempre me ha interesado la moda porque explica mucho del contexto social en el que se desarrolla: esto parece una gilipollez, pero uno puede saber mucho de alguien solo por su manera de vestir y de hecho el primer juicio sobre cualquier desconocido se basa (primordialmente) en su lenguaje corporal y en su vestuario.

No soy ningún experto, por supuesto: simplemente me interesa curiosear lo que se cuece en el sector. No voy a desfiles; miro escaparates y leo piezas varias al respecto en revistas del ámbito. Nada más.

Balenciaga ahora es una porquería: una marca de click-bait que pretende escandalizar al mundo con cosas que eran viejas antes de los Sex Pistols. De la esencia de la maison que era sinónimo de elegancia y finura no quedan ni las vocales del nombre del pobre Cristobal. Pero la cosa es que, en su momento en París, el tipo fue una leyenda. Y lo de esa época en concreto sí que me interesa. Mucho.

Cuando vi que el actor que interpretaba a Balenciaga era Alberto San Juan, mis expectativas bajaron de forma considerable. No es que me caiga mal, pero en mi mente siempre ha sido un actor de comedia, el canallita, el tipo simpático, el embaucador que te mete en líos. Lo de meterle de modisto mítico vestido de punta en blanco en el París de la ocupación, pues igual no, oiga.

Pero joder con Alberto San Juan. El tipo lo clava. Una interpretación sobria, poliédrica, que explica muy bien la personalidad de un hombre ambicioso, amoral muchas veces (su relación con los ocupantes de París fue excesivamente ambigua, por utilizar una expresión suave, aunque él decía que era ‘apolítico’), brillante en su concepción de la moda y un auténtico visionario. No era un papel sencillo porque si le subes una nota te queda simplemente un excéntrico y si le bajas una te topas con una ameba. Así que había que ajustar muy bien los parámetros de su actuación y el intérprete está perfecto.

Además, porque el sujeto necesitaba un envoltorio perfecto, la serie es una auténtica maravilla en su factura visual. Los responsables son los mismos de filmes tan bellos y tan estéticamente cuidados como Loreak y La trinchera infinita y se nota en cada plano su obsesión por otorgar al producto que tienen entre manos un look perfecto, cuidadísimo en cada detalle, como si estuvieran haciendo algo que le gustaría al propio Balenciaga.

En fin, seis episodios estupendos de un personaje interesantísimo, en el que se tocan todos los temas polémicos sin ánimo de santificarlo o convertirlo en un villano. Algo muy complicado, pero que le da a Cristobal Balenciaga (que es el título de la serie) un aire de neoclásico, de atrevimiento, de obra que no esquiva nada.

Atrévanse. Les cundirá.

La otra cosa que sigue por buen camino es True detective: su segundo episodio es tan potente como el primero, seguramente porque Jodie Foster es como un quitanieves, no importa lo que le pongas en el camino, ella puede con todo. En ese paisaje helado con tipos enterrados hasta el cuello y en el que no se ve la luz del sol, la investigación de los asesinatos que son el núcleo de la serie sigue navegando decidida entre el clásico procedimiento policial y la fábula paranormal sin que de momento haya previsión de naufragio.

Veremos si son capaces de mantener firme el timón en dos géneros que generalmente no casan bien.

Y nada más. Este fin de semana se estrena por fin Los amos del aire, la serie producida por Tom Hanks y Steven Spielberg sobre la división 100 de bombarderos que castigaron desde las alturas a la Alemania nazi en la segunda guerra mundial.

Les cuento todos los detalles el viernes. Mientras tanto, sean buenos.

Abrazos,

TGR