Lo prometido es deuda, así que hablemos de Rogue one.

 

Primero, feliz año. A mí ni me va, ni me viene, ni me deja de venir. Pero estoy seguro de que si tienen ustedes familias y niños y niñas y demás, lo vivirán de otro modo y yo soy un tipo muy generoso y tengo amor para todos/as. Bueno, para todos/as igual no, pero para unos pocos/as, sí. Algo.

 

Segundo, si van a ver ustedes Rogue one y TIENEN ESA POSIBILIDAD (ya sabemos que este país no destaca por su oferta en versión original, especialmente a la que uno sale de Barcelona/Madrid) no la vean doblada. He visto la película en ambas versiones, doblada y en VO y creo que pocas veces he visto un doblaje tan infecto.

 

Vamos a lo malo: los actores.

 

Casi todos ellos no aguantan el test de resistencia que supone arrastrar una maquinaria narrativa como la de Star wars.

El pobre Diego Luna tiene el carisma de un perchero de plexiglás y lo de héroe de la resistencia le va un poquito grande (estoy siendo generoso porque en general no me parece un mal actor).

 

January Jones está un poquito mejor, pero no es para tirar cohetes. Y tampoco tiene la capacidad actoral para conducir la trama. Además, para acabar de empeorarlo, su química con Luna es inexistente, y en una película en la que la pareja protagonista tiene la difícil misión de conquistar al público… pues… no. No. No. No.

 

El que está para matarlo es Forrest Withaker en su personaje de Saw Guerrera. Madrededios y virgensanta. Qué horror.

 

Su líder extremista al que le dan igual los daños colaterales si se trata de hacer daño al Imperio, bordea la charca del ridículo para al final acabar cayendo de morros en la misma. Con la boca abierta.

 

Menos mal que para compensar todo este dislate infernal, el director se inventó un personaje glorioso: el samurái/jedi ciego interpretado por Donnie Yen. Un tipo carismático, con sentido del humor y que tiene los mejores momentos de la película.

 

¿Y lo mejor?

 

Pues los últimos 45 minutos, una auténtica orgía bélica que Lee Marvin hubiera disfrutado cómo un enano (quiero pedir disculpas a las personas de baja estatura por este comentario). De hecho, si le pones una esvástica a la estrella de la muerte y coses unos parches con la bandera estadounidense en las mangas de los rebeldes, la cosa parecería una de esas maravillosas películas de la Segunda guerra mundial.

 

Esa parte del filme, heredero de Uno rojo división de choque, de Sam Fuller y de los clásicos de los años 50 y 60, es fascinante. Además, la idea de llevar la acción a un paraíso tropical es –definitivamente- el gran hallazgo de la película.

Ah, y esos minutos finales con Darth Vader repartiendo estopa como si no hubiera un mañana. Mejor que el opio, oigan.

 

Ya, lo sé. Tengo pendiente hablar de Elle, La la Land, la preciosa Manchester frente al mar y Moonlight y Lion. Prometo hablar de todo ello esta misma semana.

 

(No hagan caso al hater del blog, pobre hombre).

 

Abrazos/as,

T.G.