Sí, lo sé, me he retrasado, pero seguro que están ustedes acostumbrados a mi comportamiento errático y evasivo. Les pediría perdón pero no serviría de nada, así que para compensarles haré un post doble: empezaré con Conan y acabaré con Super 8.

¿Cómo les contaría Conan? Bueno, digamos que empieza con un feto esquivando mandobles de espada desde el útero materno…

(Algunos de ustedes/as están pensando ahora mismo que estoy escribiendo drogado, ¿verdad? Pues no, se lo prometo: es tal y como se lo cuento)

Desde allí todo es bajada. Podría intentar hacer un resumen del guión pero es que –francamente- no sabría por donde empezar. Es la historia del cimmerio de siempre, un señor bestia al que no le van los enfrentamientos dialécticos ni leer libros. A él lo que le va es la caña: reventar cráneos, cortar brazos, triturar músculos. Ya saben, lo de siempre.

El primer problema de Conan (que he de decir que una vez que desconecté mis centros neuronales me pareció hasta entretenida) es su protagonista: Jason Momoa. No, el nombre tampoco me lo invento.
Momoa tiene pinta fiera, es grande, mueve bien la melena cuando hunde el acero en las carnes de sus enemigos… todo eso bien. Lo malo es su expresión. ¿Cómo se lo diría? Bueno, la cosa es que tiene todo el rato la cara de un señor del Opus al que le acaban de decir que un grupo de inmigrantes sin papeles han abusado de su chiuaua. Para los que sean del Opus y les haya ofendido la analogía les ofrezco otra: un chiuaua del Opus al que le acaban de decir que unos inmigrantes sin papeles han abusado de su dueño.

La cuestión es que el actor mantiene la cara de estreñido durante dos horas, tanto que uno desea que encuentre el lavabo de una vez y pueda desahogarse.

Ya sé que Conan no va de mostrar sentimientos ni nada, pero incluso ese mameluco musculado llamado Arnold Schwarzenegger hacía esfuerzos faciales en Conan El Bárbaro (aunque después lo que todo el mundo recuerde es cuando tumbaba a un camello de un puñetazo) para llegar a la audiencia. Claro, el guión del original era de Oliver Stone y la dirección de John Millius, dos genios (cada uno en lo suyo) así que tampoco vayamos a pedirle peras al olmo.

El segundo problema de Conan es su director, Marcus Nispel. A este señor deberían ponerle una camisa de fuerza y enviarlo a un manicomio donde solo estuviera él (si hubieran otros acabaría convenciéndoles de que se arrancaran la cabeza unos a otros) y de cuando en cuando fueran los de la compañía eléctrica a administrarle electroshocks. Con mucho voltio, por favor.
Nispel es un enfermo y durante la película puede advertirse claramente de que necesita tratamiento. Hay en el film algunas cosas que no podrían ocurrírsele a nadie que estuviera mínimamente sano. No voy a decir ahora que yo esté muy cuerdo pero para poner un (otro) ejemplo clarificador, cuando voy al campo y veo una gallina no estoy pensando todo el tiempo en ligármela y consumar con ella en algún rincón. No sé si me explico.

Lo mejor de Conan, dejando de lado las escenas de acción, es el malo, ese Stephen Lang que ya daba lo mejor de si haciendo de villano en Avatar. Su malvado es digno de verse, perfecto en intensidad y motivación. Quieres que la palme desde el minuto uno y eso es digno de mención. Todos los cabrones (cinematográficos) deberían ser así.

Tampoco vibro con la música o los secundarios, qué le vamos a hacer.

En cambio, y como he dicho al principio, he de reconocer que si uno se deja llevar por el camino de la sangre y el fuego y corta los impulsos nerviosos entre el estómago y el cerebro la película es muy disfrutable. No sé si tiene mucha coherencia lo que he dicho pero básicamente se trata de algo paradójico: si te olvidas de las chorradas que estás viendo acabas degustando las chorradas. Es como comer insectos, supongo.

He llegado hasta aquí y creo que ustedes/as también deberían haber llegado, o al menos haberlo intentado. Mañana Super 8… si quieren. Les prometí un doble post pero es que me he vaciado con Conan.

Abrazos/as,

T.G.

P.D.: no, no salen ni Jorge Sanz, ni Nadiuska, ni ningún español reconocible.