Bueno, algunos/as de vosotros/as ya habréis pasado revista a eso llamado Avatar. Mi opinión es ya conocida, ahora toca oír la vuestra.

El azar ha querido (maldito azar) que el filme de James Cameron se haya comido cualquier espacio en los medios de comunicación, dejando las migas para los demás. Y entre esos “demás” se encuentra una película llamada Donde viven los monstruos.

Donde viven los monstruos es la película de Spike Jonze que adapta el popular cuento infantil de Maurice Sendak. El guión lo ha escrito Dave Eggers (si no habéis oído hablar de él os recomiendo que corráis a vuestra librería más cercana y os hagáis con un libro llamado Ahora sabréis lo que es correr) y es una auténtica maravilla.

¿Cuento infantil? Diréis algunos/as. “Pues igual llevo al crío”. Craso error amigos/as. Porque la peli en cuestión es para nosotros, los niños crecidos que insistimos en llamarnos adultos pero que seguimos estando a menos de un palmo del país de Nunca Jamás.

La indefinición de la campaña de marketing de la película le va a hacer más daño a Donde viven los monstruos que la presencia de Avatar en la cartelera. Reconozco que no era fácil promocionar un filme que se aparta tanto de las etiquetas y que –ciertamente- está pensada para desconcertar. Pero más valdría haber ido directamente a por el padre en lugar de intentar captar a éste y al niño y acabar fracasando con los dos.

Donde viven los monstruos es una película preciosa, poética, rara, intensa. Un niño que construye su propio mundo como refugio, un universo donde reina el buen rollo. “Que gilipollez” se oye decir en la lejanía. Pero no amiguetes/tas.

El gran mérito de Jonze (que dirigió esa maravillosa marcianada llamada Como ser John Malkovich) es encontrar el tono que consigue casar unos imposibles bichos de peluche con esa sensación de extrema libertad que uno solo puede sentir cuando es niño. Igual es porque cuando somos enanos nos permitimos el lujo de imaginar lo que nos da la gana sin darnos de cabeza con el maldito raciocinio. Eso que tan brillantemente llamamos «sentido común».

No lo sé, puede que sea eso. Puede que sea otra cosa.

El caso es que Jonze se lo monta para embaucarnos y llevarnos al país de los monstruos y que no importa lo gansos que nos hayamos vueltos: mordemos el anzuelo y nos dejamos arrastrar. Y dejadme deciros algo, aunque sea una obviedad, que bien sienta medir medio metro otra vez y ver el mundo a través de los ojos de un chaval.

Podéis dejar Avatar para la semana que viene y pasaros a ver a los benditos monstruos. Eso sí, dejad a los chavales en casa, esta película no es para ellos.

Ya me contaréis. Ardo en deseos de oíros.

Buen fin de semana a todos/as.

T.G.