La suspensión del Corsa normal ya era tirando a dura. La de éste, con la altura de carrocería rebajada 15 mm, lo es claramente. Quien busque ese tacto que da la suspensión dura lo agradecerá, a los demás les parecerá incómoda. Pese a esta suspensión, más enfocada a la estabilidad que al confort, el Corsa no es mejor que sus rivales en carreteras de curvas lentas. Es un coche subvirador y menos fácil de dirigir con el acelerador (al pisarlo subviraje, al soltarlo sobreviraje) que otros competidores más ágiles, como el Saxo o el Fiesta.
Es superior al Saxo, al Clio, al Micra y a la mayoría de sus competidores en recta. Salvo cuando la suspensión provoca un movimiento excesivo de la carrocería (algo que no es frecuente), mantiene la trayectoria mejor que otros coches de su tamaño.
Frena mucho y aguanta bien el calentamiento de los frenos. La estabilidad en frenada es buena sobre suelo liso, pero no tanto si está bacheado. Tiene ABS de serie y es de los que deja usar el freno sin que entre frecuentemente en funcionamiento, incluso con baches.
El motor no tiene el tacto «deportivo» de la suspensión y —el que pueda tener— lo ahoga en cierta medida la transmisión. Es un motor de buen rendimiento y con fuerza a medio régimen, pero le falta el impulso en torno al régimen de potencia máxima que resulta deseable en un coche enfocado a obtener buena aceleración sobre todo.
Desde el punto de vista de quien quiere esa aceleración, sería mejor con otros desarrollos de transmisión. El salto entre segunda y tercera es grande; si se cambia de marcha a régimen de potencia máxima (6.000 rpm), se queda a 4.000, un régimen donde no tiene mucha potencia. Cambiar por encima de 6.000 es desagradable, porque la potencia del motor también cae mucho a partir de ahí y el motor suena como si fuera a disgusto. Por esta razón, no hay una buena marcha para dar curvas entre 75 y 90 km/h, especialmente cuesta arriba.
Es posible que nuestra unidad de pruebas no llegara a los 90 CV declarados, por la dificultad que tenía para acelerar en quinta hasta la velocidad máxima, que es 180 km/h a 5.900. El consumo con una conducción normalmente rápida en carretera y normalmente lenta en ciudad está en torno a 9 l/100 km. El consumo máximo, a ritmo muy rápido por carretera, difícilmente pasa de 11,5 l/100 km.
Además de la suspensión dura, el ruido del motor lo hace incómodo.