Siempre he defendido el coche por la capacidad que nos da para desplazarnos. Ningún otro medio en la historia de la humanidad ha permitido al hombre moverse con esta facilidad y libertad. El coche nos ha hecho a todos más ricos y más libres. Sin embargo, es un disparate conceptual. Mover dos toneladas de peso para transportar un cuerpo de 80 kilogramos es un suicidio energético.

Carlos V, el rey de los reyes, uno de los hombres más poderosos de la historia de la humanidad, necesitó 35 días para llegar desde Laredo hasta Jarandilla de la Vera, donde reposó tres meses, mientras  se acondicionaba su palacio en Yuste.

Hoy casi cualquier ciudadano del mundo occidental es más rico que Carlos V. Durante mucho milenios el mundo vivió sin petróleo, sin la energía gratuita para la humanidad que ha proporcionado este ahorro de la tierra creado y almacenado durante millones de años. Si el carbón y el petróleo y su capacidad calorífica se hubieran descubierto por los griegos o por los romanos, probablemente el mundo hubiera evolucionado de otra manera. La sanidad hubiera sido mucho mejor hace 2000 años, la esperanza de vida media se hubiera multiplicado por dos en aquella época, la educación hubiera sido universal mucho antes. Lo que quiero decir es que no es mérito nuestro vivir tan bien como vivimos. Es mérito de todas las generaciones anteriores a la nuestra y también del ahorro natural. Igual que la vida es una casualidad, el petróleo lo es. Que nos ha permitido a muchos vivir en un paraíso durante mucho tiempo. Un paraíso que ni Carlos V soñó que pudiera ser posible.

Para todos los ciudadanos occidentales nacidos a partir de la segunda mitad del siglo pasado el coche es un aparato incorporado a nuestras vidas. No concebimos la dificultad de desplazarnos un fin de semana a 300 kilómetros de distancia. En coche, en autobús, en tren y en taxi… en un día recorrimos por muy poco dinero lo que le costó más de un mes a Carlos V, rodeado de su séquito de 150 personas.

La riqueza, en mi definición, es la cantidad de energía que somos capaces de aprovechar los seres humanos. En los últimos dos siglos hemos transformado mucha energía y la seguimos transformando para disfrutarla. La transformamos para desplazarnos como nunca antes. Ahora los puestos de trabajo están situados a kilómetros de nuestras casas, necesitamos desplazarnos decenas de kilómetros todos los días. Hace 300 años hubiera sido imposible alimentar todos esos caballos para conseguir la energía necesaria para que tanta gente se desplazara a un puesto tan lejano para realizar su trabajo.

Es posible que los seres humanos consumamos en 200 años todo el ahorro energético (el único ahorro posible si mi definición de riqueza es acertada) que la tierra ha ido generando sin esfuerzo para sus habitantes. Si no encontramos alternativas, los seres humanos que vivan dentro de 200 años serán mucho más pobres que nosotros.

Los recursos del planeta, no sólo de petróleo, también de uranio, del aire de la atmósfera, de la capacidad de regeneración del oxígeno apto para la vida, son recursos finitos.

He escrito en este blog muchas veces que cuando Eva mordió la manzana creó el primer principio de la termodinámica. «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» es exactamente el primer principio de la termodinámica. Probablemente la primera formulación física y económica de la historia de la humanidad. Al principio fue el verbo y a continuación la termodinámica tenían que haber escrito los autores del Génesis.

Mi teoría, que no es sólo mía, de la que empecé a escribir hace casi 20 años, es que una vez superado el pico de producción de petróleo la riqueza del mundo sólo puede decrecer. A mi juicio, que no es mío, sino de muchísima gente (no enlazo porque hay mucha escritura sobre esto. Hagan un búsqueda en internet en inglés o en español y encontrarán miles de artículos) no es una crisis con origen en las finanzas, sino el primer síntoma de una futura escasez energética.

En definitiva, si los recursos no estuvieran seriamente limitados, no tendríamos estas elevadas tasas de desempleo.

Por este motivo, quienes defienden un incremento del consumo para salir de la crisis, proponen acelerar este proceso de agotamiento de los recursos. Gastemos hoy y que se apañen los que vengan.

Es posible que la teoría esté equivocada. Es posible que se consiga controlar y aprovechar la fusión fría y que tengamos pequeños soles en todos los rincones del planeta. Pero también es posible que esa teoría no llegue a convertirse en realidad termodinámicamente aprovechable y que en 100 años los ciudadanos que habiten este planeta sean mucho más pobres de lo que somos los habitantes actuales. Si no hay alternativas, pueden llegar a ser la mitad de ricos que nosotros.

Durante muchos miles de años, los humanos han vivido con una centésima parte de la riqueza que disponemos nosotros en la actualidad. Pero cuando la riqueza escasea es más difícil convencer a quien tiene hambre, a quien no le va bien con el predominio de la razón, del estado de Derecho, de que la fuerza de la razón es más conveniente que la razón de la fuerza.

Por todos estos motivos, por un principio de prudencia, me parece tan arriesgado proponer medidas que a medio plazo agravan el problema. Reducir el consumo es imprescindible, aprender a vivir con menos, consumir con mucha eficiencia y reservar energías hasta que veamos un horizonte claro.

Yo no doy buen ejemplo. Me paso el día en aviones y en coches. Gasto energía a chorros. Me planteo  si tengo que seguir haciéndolo. Esta duda me genera una suerte de parálisis que me dificulta escribir en este blog. No soy capaz de dejarme llevar por la inercia sin clavar los frenos cuando veo que la curva cerrada se aproxima.