Pedro Almodóvar se queja en su blog del crítico de cine Carlos Boyero y de la sección de crítica de cine de el diario El País.

Me gusta lo que ha escrito Almodóvar. Está bien trabajado. No es una «presión» al uso hacia el periodista. Pero dice Almodóvar: «No pretendo que nadie me apoye, ni me conteste. El mío es un gesto aislado, personal y privado» y él sabe que no lo es. Como es un artículo bien trabajado, la presión al periodista es mayor (de lo habitual).

Unos párrafos antes, se pregunta: ¿Es posible que el diario El País no encuentre a nadie mejor para enviar al festival de Cannes, el festival de cine más importante del mundo?

Pedro Almodóvar no hace un gesto aislado, se dirige a los responsables de El País (él confirma que intentó hablar antes con su director) y les dice que «dada la connivencia de ambos sujetos la dirección de El País carga con toda la responsabilidad, del mismo modo que los obispos son responsables de lo que Federico Jiménez Losantos escupe en la Cope«.

En otro momento, Almodóvar afirma que: «justamente cuando alguien expresa una declaración de tamaña hostilidad hacia mí, lo último que su periódico debe hacer es encargarle la crítica o lo que sea de mi última película, si pretende respetar el principio de imparcialidad.»

Yo leo las críticas de cine de Boyero con frecuencia y me gusta conocer lo que dice. Las pistas que da a mí me sirven.

Me intriga, porque Almodóvar se toma las críticas de forma personal, como si el Pedro al que se critica fuera el Almodóvar que está tumbado en el sofá de su casa. Boyero no hace declaraciones de hostilidad hacia la persona, sino hacia el director. ¿Cuál es el problema, como crítico, de que a Boyero no le gusten generalmente las películas de Almodóvar? Si ese criterio fuera válido, tampoco debiera permitirse criticar a quienes normalmente sí disfrutan con sus pelis.

Me parece maravilloso que Almodóvar critique el trabajo de Boyero. Dice que no le gusta el cine (se lo he oído decir a varios profesionales del cine, en privado y en público. No estoy de acuerdo), que adjetiva mal y «que hace gala de un estilo literario macarra y amarillista«.

Esa crítica lleva implícita o explícita una presión, con la que los periodistas tenemos que saber vivir. Nada relevante. Me parece interesante traerlo aquí, fundamentalmente, porque ilustra bien las presiones y la necesaria independencia de los periodistas.

Les aseguro que si El País decidiera prescindir de Boyero, yo le buscaba un acomodo aquí.