Los sistemas de control de velocidad adaptativos (ACC), de momento únicamente tienen en cuenta la velocidad máxima fijada por el conductor y, en su caso, la velocidad del coche que va por delante.

Cuando la carretera está despejada, el ACC gestiona el motor y el cambio para circular a la velocidad máxima escogida por el conductor. Cuando un vehículo se sitúa por delante y es detectado por el radar, el ACC regula la velocidad del coche para adaptarlo a la velocidad del vehículo precedente y mantener la distancia deseada.

Algunos de estos sistemas funcionan desde parado, por lo que pueden utilizarse en ciudad, siempre que haya un coche delante que se detenga cuando los semáforos están en rojo.

Lo que resulta difícl de comprender, a estas alturas, es que el ACC no tenga en cuenta el recorrido establecido por el navegador y las circunstancias particulares de ese recorrido. Parece mentira que el ACC ajuste la velocidad en función del coche de delante, pero que no ajuste la velocidad cuando el navegador indica que la próxima curva requiere un giro de 120 grados a la derecha con una velocidad máxima de 40 km/h.

Estoy seguro de que en un futuro más o menos próximo el ACC tendrá en cuenta las particularidades de la ruta establecida en el navegador y frenará antes de un cruce o de una curva lenta y adaptará las potencia y velocidad a cada tramo del recorrido, en función de la pendiente y de otras particularidades y no sólo de si un coche más o menos lento por delante nos impide circular a la velocidad máxima prefijada.

El día que el ACC tenga en cuenta la ruta indicada por el navegador ya podrá utilizarse prácticamente por todos los lugares y el conductor sólo tendrá que ocuparse de manejar el volante.

Acelerador, freno y caja de cambios serán gestionadas automáticamente por el coche.

Queda un detalle añadido por resolver: la detención en los semáforos cuando la luz esté roja. Es posible que se resuelva antes la parada automática en los pasos de cebra cuando se detecte un peatón.