Lourdes Garzón entrevista a Rafael Vera en el último número de Vanity Fair. Me parece una entrevista excepcional. Les recomiendo que la lean.

Me sorprende, después de tantos años, que Rafael Vera todavía no reconozca que la guerra sucia es un error. Quizá él sepa que es un error y no quiera reconocerlo. Pero, por sus respuestas, parece convencido de que hay posibilidad de hacerla bien. De que ellos equivocaron los métodos, no la estrategia.

La respuesta que copio a continuación es elocuente. Rafael Vera todavía considera que algunas «operaciones» no salieron bien por mala suerte. Como si hubiera alguna posibilidad de que salga bien algo que está mal por definición, es decir, porque la ley considera ilegal.

R.V. (…). ETA nos echó un pulso (con el caso de Martín Barrios). Inadmisible. Pusimos en marcha los servicios de información y localizamos al responsable de ETA político-militar en Francia. Montamos una operación que consistía en secuestrarle, traerle a España, interrogarle y conseguir la dirección del lugar donde estaba Martín Barrios.

L.G. Pero las cosas no salieron bien.

R.V. No, éramos novatos. Con este personaje en el maletero mis hombres se cruzaron con una patrulla de la policía municipal francesa. Mala suerte. Podían haberlos neutralizado, no digo matarlos, pero sí apuntarlos con las armas y seguir. Se entregaron y nuestros GEOS terminaron en la cárcel, en Francia, unos meses. (…) Hace unos meses, en un supermercado, se me acercó un hombre joven con un niño. Me preguntó: ‘¿Es usted Rafael Vera? Yo soy el hijo del capitán Martín Barrios. Quiero que sepa que mi familia le agradece mucho lo que intentó hacer por mi padre’. me abrazó y a mí se me saltaron las lágrimas.

Me hace sonreír, no puedo evitarlo, que Vera diga que es inadmisible que ETA les echara un pulso. ¿No les parece la candidez hecha hombre? Eso que parece tan varonil, tan experto, una opinión tan fundada, es una estupidez. ¿Qué significa que es inadmisible que ETA te eche un pulso? ETA lo echa. Lo admitamos o no. Y para actuar bien, mejor admitir que lo ha echado. Esa candidez, tan propia de las conversaciones de autobús, de negar lo evidente, de no hacerlo admisible «por principios», tiene siempre un mal pronóstico.

Me sorprende que tantos años después y después de pasar por la cárcel, Rafael Vera todavía justifique la guerra sucia o la violencia ilegal del Estado. Que todavía no entienda que no hay posibilidad de hacer esas cosas bien. Por mucho que se planifiquen, por mucha suerte que se tenga, por mucho que te alíes con los hados.

Me sorprende que las personas piensen en los milagros, que piensen que la magia existe. Ese es el error generalizado de nuestros gobernantes. Creen que tienen poderes, creen que el Estado les dota de poderes sobrehumanos, que sus deseos son órdenes, incluso para la física.

Me sorprende que Vera, a estas alturas, todavía no comprenda que el error supremo, que la incompetencia absoluta, es montar «operaciones» ilegales. Aunque salgan bien ocasionalmente. Que no hay forma de ser eficiente en contra de las leyes.

Montar «operaciones» ilegales es un error del mismo calibre que pagar dinero para rescatar a un secuestrado. Los familiares afectados te lo agradecen, aunque saben que con el dinero conseguido los terroristas matarán y secuestrarán a otras personas. Que Vera llore por el agradecimiento de un familiar concreto puede ser muy emotivo. Pero, le guste o no, todos los atentados que se han registrado después de las operaciones «ilegales» son en parte responsabilidad suya.

Los ciudadanos no queremos que nos gobiernen personas bondadosas, que saben solucionar problemas concretos de una familia. Queremos gestores competentes, que afrontan el problema en conjunto y le ponen coto con el menor coste posible. Como dice Vera, eran novatos. Quizá sin la preparación y las condiciones adecuadas.

Contra el terrorismo no hay atajos. Aznar lo decía y parecía convencido. Con el tiempo se vio que lo decía como un ataque al gobierno de Felipe González, no por convencimiento. No estaba en absoluto de acuerdo, porque su apoyo a la guerra de Irak era el mismo atajo.