http://youtu.be/1NbtltCSpcU

¿Saben? Últimamente sólo pienso en estrangulamientos, decapitaciones, tratamientos de electroshock y en cuántos litros de gasolina me harían falta para llevar adelante mis planes. He calculado que muchos y que además me haría falta un conductor ya que no tengo carnet de conducir, como sabrán muchos de los que me leen desde que un bonito día hace 200 posts empecé a escribir en esta gloriosa página web del no menos glorioso señor Moltó.

Pero intento alejar esos pensamientos de mi mente, arrancándome el pelo a mechones o dando cabezazos al microondas, una terapia que no siempre funciona, debo aclarar. Y escribiendo para ustedes también, señores y señoras. Aunque algunos me vean ya decrépito (sé donde viven damas y caballeros, así que ojo), sigo siendo la nutria asalvajada de siempre.

Esta vez les voy a pontificar sobre una película que me salté en su momento y que ahora me arrepiento de no haber visto en sala grande. Se llama Paranorman y es un filme de animación. No de esos por ordenador, sino uno de los que se confeccionan a la vieja usanza: animándolos fotograma a fotograma, un trabajo laborioso de cojones, pero de sublime belleza si se hace bien, y jodidamente fascinante si hay un buen guión detrás. Paranorman tiene ambas cosas y las tiene a borbotones, aunque –eso sí– me pregunto si es una película para niños o si es de esas que los adultos utilizan como excusa para sacar a los hijos de casa: “Niño, vamos al cine anda”, para luego gozarlo ellos. Qué vergüenza.

Miren, con Pixar semi-desaparecida (desde Up) no me han reconfortado ni esa cosa de Cars 2, ni Brave, y lo de Monsters University me repatea un poco (si ellos también empiezan con las secuelas, las precuelas, los spin-ofs y los reboots, que me avisen que me bajo), así que uno se busca alternativas y –francamente– Dreamworks me parece una fábrica de palomitas de segunda mano, que si Ice Age 17, que si Madagascar 36, que si El gato con botas 5… que me importa un pito, oiga. Por eso esta película, realizada a la vieja usanza y producida por un estudio que no tiene NADA que ver con la animación como es Focus Features, especializado en cocinar cine independiente, me dio buena espina desde el principio. Luego llegaron las críticas: magníficas, estupendísimas, excelentes. Así que al final, en un reciente viaje al otro lado del océano, me la compré. Porque sí, porque había que verla.

Paranorman cuenta la historia de Norman (el chaval del título), un chaval enclenque y asustadizo al que los malotes del colegio putean sin descanso y que encima tiene la facultad (o la maldición) de ver a los muertos y poder comunicarse con ellos.
Con esto por montera y una vida insoportable, coronada por una familia insoportable, el pobre Norman sobrevive como puede. Pero resulta que el chaval tiene en sus manos salvar al asqueroso pueblo donde vive de una maldición terrible que amenaza con llevárselo todo por delante.

Sí, lo sé, parece el argumento de unos insoportables dramas indies con anti-héroe, pero no. En primer lugar, el tono apagado, de vino peleón, ya da una idea al espectador de que aquello no va a ser otra mamarrachada para niños de teta sino algo serio, de asustarse, de risa congelada y de “cariño, ponte bien en el asiento”. Y, cuando la cortina se abre y uno ve el empeño que han puesto los guionistas en dotar al protagonista de personalidad, se te sube la entrepiernas a los mofletes.

Personalidad. Que palabreja tan rara, ¿verdad? Con lo fácil que hubiera sido dejar que Norman fuera como el 90% de los personajes que vemos en por ahí: seres planos y anodinos con cara de tortazo. Pues no, el chaval tiene cabeza y alma y te agarra por el cuello como el pulpo al Nautilus.

Vean Paranorman y asómbrense de la madurez de esta preciosa película que, cuando coge velocidad de crucero, es como el Titanic cuesta abajo por un barranco. Pero en bueno, se entiende.

Háganme caso por una vez, no se arrepentirán.

Abrazos/as,

T.G.