Buenas señores y señoras,
Qué tal están ustedes? Supongo que algunos/as ya andarán de vacaciones, jodiendo la vida al prójimo. No sé si les comenté que mi vecino del entresuelo se ha comprado una trompeta. “Oh, será un músico de jazz” comentarán los más optimistas. Pues no, el hombre no tiene ni puta idea de tocar la trompeta pero les puedo asegurar que no será por falta de práctica: cuando el segundero pasa ligeramente de las 8 de la mañana el buen hombre (iba a mirar su nombre en el buzón y reproducirlo aquí pero nunca se sabe quién puede estar leyendo este blog) se pone ya a ello. Estos días he estado pasando por delante de la ferretería y mirando a través del escaparate la sección de cuchillos de carnicero, fantaseando con llamar a su puerta y decirle “te voy a dar yo a ti trompeta”.
Lo sé, alguien dirá “pero tío, tú tienes un perro”, y tendrá razón. Pero mi perro al menos afina y no está día y noche dándole al aparato. He deducido que el señor es un parado porque es imposible que alguien con un trabajo fijo esté todo el día con la trompeta en la boca (no busquen dobles lecturas, pervertidos). Si al menos mejorara, pero es que aún estamos con el do-re-mi-fa-sol.
¿Dónde están los albano-kosovares cuándo se les necesita? Seguro que las trompetas valen su dinero en el mercado negro. Y si no pues que le quiten un riñón. El pack trompeta + riñón tiene que vender, fijo.
Yo estoy por comprarme un trombón y mudarme al piso de abajo del trompetero pero tengo miedo que baje a proponerme un dueto.
Mi otro vecino (ya saben que me mude recientemente) es un esquizofrénico paranoide. Es decir, no tengo un papel con su diagnóstico pero me quedan pocas dudas sobre su estado.
Lo que les voy a contar es 100% cierto, como lo de mi cuñado amansando a las fieras en la Riviera maya (o Rivera, que nunca recuerdo cómo se dice).
Un día, serían sobre las 6.45 de la mañana, suena el timbre de la puerta. Me levanto de la cama y abro. Me encuentro al vecino en calzoncillos, con una camisa verde de tirantes y la cara desencajada. “¿Hola?” Le digo. El tipo me mira de arriba abajo (con cierta dificultad, porque mide un metro cincuenta) y me dice “respeto tío, respeto” y a continuación se muerde los nudillos. Como los malotes de mi barrio cuando yo tenía 14 años. Estuve a punto de contestar al estilo rapero, “yo yo motherfucker” pero vi que el hombre mostraba diversos tics faciales y pensé en el clásico tipo que acaba clavándote un trozo de jarrón chino en la cara sin previo aviso. Así que le pregunté, “¿hay algún problema?”.
Aquello pareció activar su cortex:
-Tío, respeto, tío.
-Ya eso ya lo has dicho.
-Acabas de poner música y te hemos oído gritar.
-Estaba durmiendo, eso es imposible. Igual has oído un ladrido de mi perro.
-¿Me estás llamando tonto?
-(La respuesta obvia era “sí”) No, ni mucho menos, sólo digo que te confundes.
A continuación el tipo entra en mi casa y se pone a merodear, hasta que le digo: “Por favor sal de mi casa”. El hombre, vestido como Rocky Balboa pero en lerdo, se lo piensa. Repito: “Sal de mi casa, ya”.
El tío se va al rellano. Empieza a dar saltitos y a estirar los brazos y me dice: “Sal aquí, vamos, sal aquí. Respeto, tío”.
Le pregunto que si tiene alguna enfermedad mental aunque ya conozco la respuesta. Eso parece cabrearle aún más.
En ese momento aparece la hermana del sujeto por la puerta. “Es que hemos oído unos ruidos por la mañana”.
(Él sigue en el rellano, lanzando puñetazos en el aire: ”Sal aquí tío, va a ser matar o morir” dice).
En ese momento (soy una persona extremadamente pacífica), me debato entre salir, coger su metro cincuenta de chicha y lanzarlo por el hueco de la escalera o estamparle la cabeza contra el hueco del ascensor, mientras mi perro, animado por la escena, sale y empieza a lamerle los tobillos a Rocky Balboa (mi perro es pequeño y aún no tiene criterio). Sin embargo, me sobreviene un amago de ataque de risa y trato de recomponerme mientras les pido disculpas por las molestias del perro y les prometo que no volverá a suceder. Todo con tal de no enfrentarme a Rocky. Créanme, la imagen de aquel enano con camiseta de tirantes lanzando puñetazos al aire y anunciando mi muerte a las siete menos cuarto de la mañana fue muy inquietante.
Así que cierro la puerta y me vuelvo a dormir, pensando en si debería haberle clavado un cuchillo en el homoplato a Rocky y lanzado a su hermana por las escaleras.
Al cabo de un par de horas cojo a mi perro y salgo a la calle a pasearlo: me encuentro a Rocky con su perro (un chucho de 68 años que apesta, pobriño) y este me saluda efusivamente: “Vecino, ¿qué tal?”.
Entiendo que ni siquiera se acuerda de que hace dos horas estaba en mi rellano practicando sus mejores golpes contra el aire. Imagino el esqueleto de su madre en una mecedora, en el comedor, mientras toda la familia ve Sálvame. Me alegro de no haberle arrancado los brazos por la mañana.
Después otro vecino me cuenta que era pintor pero que tiene la baja indefinida porque tiene reuma en ambas manos. Sin duda, sus puñetazos reumáticos me hubieran causado un trauma irreversible.
A día de hoy mi perro sigue mirándole raro cuando le encontramos. No me extraña.
¿Cine? Pues poca cosa, oigan, estoy en Galicia, en la casa de una amiga, comiendo como un cerdo y bebiendo como un hipopótamo. No he visto nada, oído nada, leído nada (excepto un par de libros que me he traído conmigo. Uno de ellos, Soy Pilgrim, es espectacular: se lo recomiendo con fervor).
Pronto volveré a casa, a escuchar al de la trompeta y a lidiar con las alucinaciones auditivas de Rocky y su hermana. Qué ganas, lógicamente.
Abrazos/as,
T.G.
Usted de cine escribe maravillosamente y su criterio es muy bueno, gracias por compartir ambos. ¡Sus relatos de la vida que en suertes vive son fascinantes! no he podido parar de reir con Rocky y su mascota, parece bien entrenada en el cuerpo a cuerpo :-). Gran decisión alejarse de Rocky.
Saludos
Precioso artículo. Sostengo la teoría de que cualquiera de nosotros conocemos a 8 o 10 individuos que, juntos, harían un Gran Hermano infinitamente más potente que el atajo de guapos, operados y inanes que habitualmente seleccionan para el programa. (Perdón, guapos y guapas, operados y operadas y inanes e… inanas). Celebro corroborar esta teoría una vez más.
Mejor que Sálvame, un criterio para definir el punto de C.I. comprometido sería ser espectador de «La que se Avecina».
Que Dios guarde a usted muchos años.
Oiga, si está por Galicia, está invitado a una botellita de vino de O Rosal cuando quiera, sólo tiene que venir al culo del mundo.
Esta semana me sorprendió una noticia, por el hecho de ser noticia: F&F7 sólo había recaudado un 23% del total en territorio patrio (esto es, EE.UU.). Y me sorprendió porque una película tan global, destinada al entretenimiento puro y duro, siga dependiendo tanto de la recaudación local.
Un saludo
Sr. cuatroruedas, cuando leí «pobriño» dije yo, ¿pero y este tío donde está metido?. aquí al lado claro.
Oiga, @3, ¿como que el culo del mundo? desde O Rosal (San Xián), hay un aeropuerto a 30 minutos, una entrada de autopista a 20, un hospital en condiciones a media hora (todo ello en coche, en autobús estaría en el culo del mundo). Además hay playas cercanas y las mejores puestas del sol del mundo. Y Portugal está ahí al lado por si un día hay que cambiarse de país. No lo pinte tan negro.
¿Y no ha pensado que a lo mejor lo que ha «rematado» a Rocky mentalmente es el vecino de la trompeta? Lo digo porque igual dentro de dos semanas es usted el que va a ver al trompetero en versión Tony Soprano «vas a soplar la trompeta por otro sitio»… aunque lo cierto es que Rocky tiene toda la pinta de haber sido farmacéutico de fin de semana, de esos que reparten pastillas en las horas de descanso del resto de los mortales.
Mucho ánimo. Se ve que la casa de su amiga le sienta bien. Si yo fuera usted, consideraría mudarme.
No se compre un trombón, buen hombre. Coja una copia en Blu Ray de «Appocalypse now» y ponga en bucle la secuencia de los helicópteros –Ya sabe: Wagner y «Me encanta el olor a Napalm por la mañana»– a toda cebolla cada vez que el vecino empiece con la trompeta. Si él para, usted para. Si él vuelve a arrancar, usted vuelve a arrancar. En dos semanas, el tipo vende la trompeta y se pasa a un curso de Escritura Creativa (hace mucho menos ruido). Si no funciona, hablamos con los Albano Kosovares pero ya le digo que funciona. Es condicionamiento aversivo clásico.
Para su otro vecino, recomiendo el bucle: Cada vez que él diga «respeto», usted responda «Portugal». Es poco probable que la cosa mejore pero tampoco empeorará y mientras tanto se echará unas risas.
Saludos.
Veo que es usted otro alma atormentada por los vecinos. Qué dura es la vida de los que sólo sabemos vivir en la ciudad y además nos gusta algo de silencio de vez en cuando.
Recuerdo cuando subí sobre de las 2 de la mañana a estrangular al gafapasta subnormaloide que tengo por vecino, ya que el volumen de la música sacudía los cuadros en mi pared. Cuando por fin abrió la puerta me soltó directamente: «está la música un poco alta, ¿verdad?». Y yo me quedé allí con un tic en el ojo, paralizado por su imbecilidad. Ahora ya sé que le tenía que haber contestado: «Respeto, tío, respeto».
Joder. Estoy llorando de risa.
«respeto, tío, respeto».
No se porque, pero su vecino me recuerda a este…
https://www.youtube.com/watch?v=QhZHiIQyCmI
Este… Yo…
Lo confieso.
Tengo un familiar (libre indirecto, que es familia política, no carnal) que toca la trompeta.
Eso sí, él sabe tocar. Nada de escalas, que el tío lo mismo toca canciones de los crooner de los 50 (además de trompetero está mu mayor ya) que música romanticona.
Lo malo es que yo, bien o mal tocada, la trompeta no la aguanto. Demasiado estridente para mis tímpanos.
Así que le comprendo.
Y le compadezco. Porque yo a mi familiar no le tengo que aguantar más que alguna que otra navidad, cuando le ha dado por serenatearnos desde la calle cual tuno bajo ventana de novia. Pero usted en cuanto vuelva de miña terra galega va a poder comprobar los progresos del vecino.
Por cierto, la doble lectura perversa la he hecho con el «día y noche dándole al aparato» de su perro, que pobre, con esas zarpas que tienen los canes la debe tener toda desolladita.
¿Y Ud. qué hace abriendo la puerta a las 06:45 AM? ¿Es que a esas horas hay alguien interesante haciendo cosas interesantes en su barrio?
Aprenda de mí, que no abro la puerta ni a los bomberos cuando hay fuego. Una vez siendo crío deje encerrados a mis Santos Padres fuera de casa. Que se habían ido a un sarao o a un velatorio, no recuerdo. Y cuando me fui a la cama eché todas las llaves, cerrojos y la dichosa cadena, cerré todas las puertas (era invierno) y me fui a la cama, en la punta de la casa más alejada de la puerta.
A la mañana siguiente mi padre pudo comprobar lo inútil que es una cadena cuando uno tiene suficientes ganas, fuerzas y dos hijos que no se despiertan ni con timbres ni a golpes ni a gritos. (Pobres, que susto se llevaron).
A todo esto, hasta hace nada estaban sonando las trompetas del tema principal de «Pelham 123», la peli de 1974 homenajeada por Tarantino. A un volumen adecuado, eso sí. Y ahora empieza… el «Llegan los [tres] tormentas» del maestro Carpenter.
Anda, ¿en Galicia?
Pues si anda por cerca de Pontevedra está invitado a un bocata de calamares (el vino con denominación se lo trae usted, que la crisis es muy mala). 🙂
Yo creo que eso de » el infierno son los otros» está basado en las experiencias en una comunidad de vecinos…
Sin ir más lejos, anoche le dio a un vecino vacacional por cantar sevillanas y otras canciones con guitarra y palmas incluídas hasta las 2 de la mañana. Subimos ( hablo en plural pero subió mi señor esposo, yo al estilo de Isabel la Católica rezaba para darle fuerzas desde mi alcoba) amablemente a decirle que por favor se callara y nos dijo que si nos molestaba que llamáramos a los locales, que ya le tocaría a él aguantarse si nosotros armábamos ruido…
Y así pasamos la noche, escuchando varias «versiones» de Sabina, Aute y hasta héroes del silencio, mirando al techo, sin hablarnos, fingiendo que no había pasado nada…
Me acordé de la peli El cielo abierto, la escena que sale Antonio Muñoz Molina contándole al psiquiatra que tiene una discoteca debajo y que no puede dormir… Así somos los pringaos… Por qué intentamos luchar contra los elementos??
Saludos.
@ Cabrillanegra: ¿Y no llamó a la policía, aunque fuera por intentarlo? ¿Y no siguió tocando su timbre toda la noche hasta que pararon? Y lo mismo con su teléfono y el telefonillo de la puerta de la calle. Y pueden dejar una nota en su puerta diciéndoles que no respetan a los demás, y que la vean todos los vecinos. Cualquier cosa menos aguantarlo.
Puestos a no confrontarlo, vístanse y salgan a dar una vuelta o cojan el coche a donde sea. Es más gratificante que seguir en la cama con el cabreo. También pueden dejar algo de ruido de fondo, yo pongo en el móvil sonidos de lluvia y algo ayuda. Además se me organizan los chakras y estoy en paz con el universo (creo).
@13 @14
Pedido amablemente (solo por la autoridad moral que otorga) y con semejante contestación, propongo alquilar un martillo neumático (son baratos) y responder al cantautor como se merece.
Amablemente.
Jajaja @14 hice todo eso en mi imaginación.
@14 y @15 en verdad no hicimos nada más porque estábamos en casa de mi madre y no quisimos meterla en líos con los vecinos. Gracias por su comprensión y apoyo. Saludos!