Amigos y amigas,

 

Se estrena la semana que viene la última entrega de la trilogía de 50 sombras de Grey.

Sí, amigos y amigas, otra de Grey. Ese señor guapo y trajeado que da hostias como panes y que es objeto de deseo de miles de señoritas, señoras y damas de todo el mundo (no me pregunten por qué, porque no tengo ni idea) y que esta liado con una joven lozana a la que descubre un mundo de dolor/placer, placer/dolor que ya querrían ustedes/as llevarse a sus respectivos cuerpos.

 

Yo les aconsejo que ni se acerquen a ella, que huyan a toda velocidad. Si van, que sepan que es contra de mi criterio (pobre, pero criterio al fin y al cabo) y que luego no quiero quejas de ningún tipo.

 

También estrenan Pantera negra, que veré en un par de días y que me genera sentimientos encontrados: por una parte, estoy de películas de superhéroes hasta el gorro; por otra, Pantera negra siempre ha sido uno de mis superhéroes favoritos y el tráiler tenía una pinta estupenda. Total: que habrá que verla.

 

Y ahora, mi gran recomendación de la semana: El hilo invisible.

 

Soy fan de Paul Thomas Anderson. Soy fan de Boogie nights, de Magnolia y de The master; soy bastante menos fan de There will be blood, que me pareció una auténtica turra y de la que me hubiera ido sino hubiera sido por un par de cotorras que me cerraban el paso, en un cine de Berlin pensado para hobbits.

 

El viernes se estrena El hilo invisible, su última peli (Panthom thread, en inglés) y que explica la vida de un modisto en la Inglaterra de postguerra, en la que la sociedad (la alta, se entiende) puede por fin volver a presumir después de soportar el asedio de los nazis durante un largo lustro. Eso de ya no tener que fingir penurias es la situación ideal para todos esos miembros de la burguesía que necesitan brillar más que los demás, y la pareja formada por Ciryl y Reynolds (los hermanos interpretados por Lesley Manville y Daniel Day Lewis) no da abasto con el trabajo.

 

Miren, voy a confesarles la verdad: si sale Daniel Day Lewis es difícil que no me guste, con la noble excepción de la antes mencionada There will be blood. Me chiflan El último mohicano, En nombre del padre, Mi hermosa lavandería, Lincoln, The boxer o La edad de la inocencia. Es un tipo que me fascina de un modo que me resulta difícil de explicar y al que estaría mirando todo el día, aunque no abriera la boca.

 

En El hilo invisible borda otra de esas actuaciones memorables en las que si la cámara pudiera suspirar habría que rodar sin sonido. Elegante, carismático y glamuroso, Day Lewis encaja perfectamente en el papel de tipo sin aristas al que de repente se le encoge el traje (nunca mejor dicho) cuando conoce a una mujer con una energía tan descomunal que parece succionar el oxígeno a su alrededor. Esa pareja (ella es Vicky Krieps, a la que tenía poco controlada pero que me ha parecido espléndida) maneja la película con una naturalidad tan desarmante, que es imposible resistirse a su hechizo.

 

La película funciona como drama, pero sobre todo deslumbra en su voluntad de mostrar un mundo alejado del espectador moderno sin que resulte ajeno a sus ojos. No es fácil lograr que la vida de un modisto de los 50 te agarre por las solapas y acabes mirándole como si fuera un viejo amigo al que hace mucho que no veías.

 

Es mi gran recomendación para esta semana y una de las grandes reivindicadas en los Oscar, admitiendo que tenía muchísima competencia y que las seis nominaciones que se lleva en zurrón ha tenido que sudarlas. Y mucho.

 

Hala, abrazos y abrazas,

T.G.