Madrid no será sede de los Juegos Olímpicos 2016. Yo no sé si era bueno o malo para esta ciudad organizarlos, pero eso ahora ya es indiferente.

Escuché por la radio, mientras conducía, la presentación de la candidatura de Madrid. Me pareció un buen trabajo para convencer al jurado. No oí el resto de presentaciones. Sentí envidia. Me hubiera gustado que el mismo buen trabajo realizado ante el comité Olímpico Internacional se hubiera hecho para informar de las ventajas e inconvenientes a los ciudadanos de Madrid y de España, los principales afectados. Con estudios minuciosos, memorias económicas, estudios de los diversos impactos.

Mientras escuchaba la presentacion por la radio, recordé los tiempos de la burbuja de internet, hace diez años. Los tiempos en los que se montaban empresas sin futuro aparente. Empresas que valían todo o nada en función del éxito de una presentacion con Power Point ante unos inversores. Presentadores y presentados, ansiosos por dar un pelotazo. Actitud similar a las apuestas de juego de los ludópatas.

No sé cuántos sueños de futuro, cuántas ilusiones de trabajo y negocio se desvanecieron ayer. Se apago la cerilla y desapareció el encantamiento.

Independientemente de si hubiera sido bueno o malo para la ciudad organizar los Juegos Olimpicos, el enfoque en la forma de gestionar los recursos, las ilusiones y el esfuerzo de los ciudadanos no me parece el adecuado.

Para mí, para mi ciudad, para mis vecinos, prefiero la mentalidad y el trabajo de la hormiga. El proceso lento que no nos hace ricos de la noche a la mañana, que requiere tiempo de elaboración y mucho esfuerzo día a día. Las corazonadas no sustentan nada sólido, sólo sueños y expectativas.

El corazón de muchos ciudadanos o de la ciudad puede haberse roto, como titulan hoy varios diarios de Madrid. Ninguna apuesta de una ciudad puede representar tanto. Para optar a los Juegos Olímpicos no queda más remedio que pasar por este proceso. No está mal. Los concursos son una forma razonable de elegir proveedores.

Lo que no me parece adecuado es ligar un proyecto de futuro colectivo a un resultado. La victoria o la derrota no debiera suponer tanto para ninguna ciudad que se presente. La ilusión y los proyectos de futuro tienen que depender de nuestras decisiones, de nuestro trabajo diario, de nuestra capacidad de construir cada día una ciudad mejor, con una deuda sostenible, con inversiones adaptadas a nuestras necesidades, para mejorar la competitividad de esta ciudad cada día.

Ninguna inversión, ningún proyecto que no dependa de nostros, puede ser el hito que marque un antes y un después. El antes y el después sucede cada día, con pasitos pequeños. Cada día desaprovechado es irrecuperable.