Por lo que yo sé en Gibraltar hay elecciones, se respetan los derechos humanos y las personas que viven en ese territorio están contentas con su situación. ¿Qué más nos da que los ciudadanos que viven en Gibraltar «adoren» una bandera de rayas blancas y rojas que se cruzan en el centro de la tela que una bandera de bandas amarillas y rojas que se cruzan en el infinito?

¿De qué sirve y a quién que la soberanía de Gibraltar fuera española y no británica?

Todavía entiendo menos que muchas de las personas que reclaman para España la soberanía de Gibraltar, rechacen de plano que Ceuta y Melilla pasen a soberanía marroquí. (No distingo entre partidos. En el PSOE, como en el PP, dicen que la soberanía es irrenunciable. ¿Irrenunciable? ¿Por qué? Mi voto es de renuncia a esa soberanía. Con unos pocos más ya renunciamos. ¿Irrenunciable? Qué estupidez. ¿Por qué va a haber algo irrenunciable en la vida? Cada uno o cada pueblo podrá renunciar a lo que le dé la gana.)

Dicen que la historia de Gibraltar y Ceuta y Melilla son diferentes. ¿Qué clase de argumento es ése? ¿Desde cuándo tiene autoridad la historia?

La historia enseña, pero la única autoridad, en un Estado de Derecho, la dan los votos. ¿Qué bandera quieren adorar los ciudadanos de esos lugares? Su voto debe ser la única autoridad. ¿Cuál otra puede haber que sea legítima?

En una Europa Única si difuminamos las fronteras entre Gibraltar y España, la integración se produciría de forma automática. Quizá sirviera para que los habitantes de la zona fronteriza aprendieran inglés, que posiblemente les fuera bien.

Oigo muchas veces en España la queja sobre los nacionalismos periféricos. Yo soy totalmente contrario al nacionalismo. Me parece empobrecedor, corto de miras, triste y muchas veces mezquino. También me lo parece el nacionalismo español, que reclama la unión de todos los territorios circundantes, a favor o en contra de la voluntad de los ciudadanos que habitan en esos lugares.

La Constitución Española proclama la indosubilidad de los territorios españoles. Es una declaración nacionalista que crea tensiones innecesarias. Genera el deseo de lo vedado con arrogancia.

En Gibraltar viven muy bien, con dinero británico. Mientras puedan disfrutarlo, dejémosle que lo disfruten, en el idioma que les dé la gana y con la bandera que les pete. Si algún día se acaba ese dinero británico, los más interesados en integrarse con sus vecinos serán los propios gibraltareños, que querrán comerciar, buscar protección y bienestar en sociedad.

Las fronteras sólo traen problemas. Hay algunas difíciles de derribar: culturales, de religión y de idioma entre otras. Empeñarnos además en crear fronteras artificiales, políticas, causa perjuicios a casi todos.