Para ir al parque nacional de Erawan, en Tailandia, a unos 200 kilómetros de la capital, he alquilado un coche en el centro de Bangkok. Tenía ganas de conducir en el caos. «Si los bangokianos pueden, yo también tengo que poder«. Ese era mi elaborado razonamiento. Pregunto en la recepción del hotel si tienen algún acuerdo con alguna compañía para recoger el coche en el mismo hotel y me dicen que no. La chica que me atiende, muy amablemente, se lleva las manos a la cabeza. «¿De verdad quiere conducir en Bangkok? ¿A dónde quiere ir? Le encontramos un coche con chófer que le acompaña. A muy buen precio. Conducir por Bangkok es muy peligroso…»

Se resiste a darme el contacto de ninguna compañía de alquiler. Por suerte no hace falta. Yo lo que quería saber era si podía recoger el coche en el mismo hotel para no tener que desplazarme. El nombre de las compañías y su situación ya lo conocía. Google it. You’ll get it!

Lo que me daba más reparo es que los coches circulan por la izquierda. Conducir por el otro lado en el caos duplica el esfuerzo. Hace varios años que no conduzco por la izquierda y me da miedo confundirme en un cruce o en una rotonda y salir por el carril equivocado o esperar que vengan coches por el lado equivocado, mirar al punto incorrecto y darme un susto. Un error de este tipo en una ciudad con tantísimas motos que no paran de esquivar y adelantar por todos sitios puede tener consecuencias feas. Con esa obsesión, la de no equivocarme en un cruce, me subo al coche.

Bangkok es la ciudad de los niveles. Los pasos elevados para coches trenes y peatones son continuos. Lo de «The Walking Street» parece una ironía. Caminé mucho por Bangkok. No es una ciudad cómoda para caminar.

Los pasajeros del autobús ayudan al conductor (sentado a la derecha, en el lado opuesto) e indican y solicitan el cambio de carril.

No dudo en cederle el paso. La conducción es caótica, pero los conductores son amables y se ceden el paso habitualmente.

Desde el aparcamiento en el que he recogido el coche regreso hasta el hotel para cargar las maletas. Podía haberlas llevado conmigo, pero necesitaba una excusa para callejear por dentro de Bangkok y regresar al hotel era un motivo tan bueno como otro cualquiera.

El hotel al fondo. Edificio blanco. Tercero empezando a contar por la derecha. Me dirijo hacia él. Ayer noche pasé por esta calle, andando, sobre la una de la madrugada. La sensación de seguridad a cualquier hora es absoluta.

Poquísimo tráfico a estas horas del mediodía en Bangkok a este lado del río. En la orilla opuesta el tráfico era mucho más denso y lento. El edificio del hotel se ve ahora mejor. Sigue siendo el tercero por la derecha.

Rápidamente me doy cuenta de que conducir por Bangkok es tan fácil o tan difícil como conducir por Madrid, por Barcelona, por Sevilla, Valencia, París o Milán. O por Dublín, por eso del volante a la derecha. En Bangkok es imprescindibe estar continuamente pendiente de por dónde te van a adelantar las motos, o de cuándo van a cortarte el paso por delante de tu coche. Por eso, hay que improvisar continuamente, porque no sabes lo que va a ocurrir en el instante siguiente ni con las motos ni con los coches que llevas delante. Se pueden parar, se pueden cambiar a tu carril para meterse en un hueco imposible, pueden hacer cualquier cosa.

Pero lo bueno de los coches, el gran invento, es que tienen un pedal de acelerador, uno de freno y un volante. En cualquier momento puedes frenar o acelerar y también girar. En Bangkok como en Madrid. En Bangkok como en Sevilla o en París. Sólo hay que estar pendiente del coche de delante o del que te viene de cara y esquivarlo. Nadie va a por ti. Ellos también intentan esquivarte.

Los sobresaltos son más continuos que en París o Madrid, incluso más que en Roma o en Nápoles, pero la atención requerida es la misma. En París en cualquier momento puede cruzársete un coche o meterte el morro en una rotonda, o cualquier otro imprevisto y tienes que reaccionar. Igual que en Madrid o Sevilla. En Bangkok la sorpresa es continua. Pero también en Madrid y en cualquier otra ciudad hay que estar atento todo el rato, porque nunca sabes cuándo puede surgir el imprevisto. En Bangkok el imprevisto es constante. Basta con tenerlo claro.

Motos y más motos. Motos y más motos que pasan a menudo muy cerca de tu coche.

Hay que ir tan atento sobre todo por las motos, que son muchísimas y que acarician tu coche como las escamas de los peces rozan el agua. Las motos se meten por todos lados. Adelantan por la izquierda, por la derecha y casi casi hasta por el centro. Se cruzan, se paran y vienen en contradirección. Eso que habías visto desde la acera lo ves ahora desde dentro del coche. Los coches por Bangkok se parecen a un tiburón metido en un banco gigante de peces.

Las motos son el principal vehículo de transporte de mercancías para los bangkokies.

Lo único que hay que hacer es lo mismo que he hecho en todos los lados en los que he conducido hasta ahora. Utilizar acelerador, volante y freno para evitar golpear a los vehículos y peatones que se mueven de forma aleatoria a tu alrededor. He conducido habitualmente con el pie derecho en el acelerador y pie izquierdo en el freno. Pero no es necesario hacerlo así. Lo hago así porque estoy acostumbrado, pero no hace falta. Muchas veces, también en Bangkok, he frenado con el pie derecho.

La regla general, en Bangkok, es que muchos utilizan el intermitente con asiduidad. Coches, motos y tuk tuks. Te puedes fiar de sus intermitentes. Lo que ocurre es que en muchas ocasiones el acto de girar y de poner el intermitente se produce al unísono, porque el juego de hueco libre hueco ocupado lo inventaron ellos. Tampoco sirve el intermitente cuando las motos te adelantan a pocos centímetros y culebrean para pasar entre ti y el coche de delante a toda velocidad por el espacio ínfimo aprovechable. El espacio que queda siempre es pequeño, porque si dejas más espacio empieza su juego favorito e inmediatamente hay otra vez poco espacio.


Otra regla general es que son amables. En los cruces te dejan pasar en los giros a la izquierda, aunque el semáforo tuyo esté en rojo. Me paré en un semáforo en rojo en una calle con giro a la izquierda y al quinto coche que me había pasado por la izquierda y por la derecha, decidí girar yo también. Me integré en el flujo de la otra calle sin dificultad.

En Bangkok los peatones no tienen nunca preferencia. Ni aunque su semáforo esté en verde. Esa experiencia la viví como peatón mi primera o segunda noche. Cruzaba yo, con el semáforo en verde a buen ritmo la ancha calle de Ratchadamnoen Klang Rd, para ir al Khao San road Market, cuando vi a lo lejos un coche que giraba a la derecha hacia mi calle. Yo estaba tranquilo. Tenía el semáforo verde y él no venía a mucha velocidad. Pero no le perdí ojo en ningún momento. Lo vi desde que estaba lejos, con el intermitente puesto, y estaba tranquilo, pero no me fiaba de él. Asumí que se pararía al llegar al paso de peatones, pero no dejé de mirarlo ni un instante. Cada vez estaba más cerca y no aceleraba pero tampoco frenaba. «No frena, no frena, no frena… Cabrón!»
Si no doy un salto, me atropella.

Una persona voluntaria, con bandera, ayuda a respetar los pasos de cebra. Normalmente, no los respeta nadie.

Su paragolpes alto de pick up alto me pasó más o menos a cinco centímetros por debajo de la cadera. Porque salté y doblé las piernas hacia adelante. Después de que saltara para esquivarlo (me hubiera dado un golpetazo duro y me hubiera derribado sin duda. Podía haberme hecho mucho daño porque vendría a unos 10 o 15 kilómetros por hora) el hombre se paró. Yo seguí y él se quedó un buen rato parado, no sé si asustado por lo cerca que habíamos pasado o riñéndome por algún motivo que desconozco. Por fortuna para mí, mientras yo cruzaba convencido de mi verde, desde lejos intuí que no parecía tener ninguna intención de frenar, aunque no podía creérmelo. Pasamos muy cerca el uno del otro. Quizá fuera mirando el móvil y se asustó al verme pasar tan cerca y por ese motivo se paró un buen rato. Yo seguí caminando entre otras cosas porque no nos hubiéramos entendido ni una sola palabra. Muy pocos tailandeses hablan inglés. Tampoco en Bangkok, a pesar de ser una de las ciudades más turísticas del mundo, si no la que más.

Ni en una situación como esa, ni en casi ninguna otra, los conductores de Bangkok utilizan la bocina. Los coches, las motos y los tuk tuk de Bangkok son muy ruidosos. Mucho. Les encanta llevar tubos de escape sin silenciador o con el silenciador agujereado. Bangkok es un infioerno de ruido y de contaminación. Estoy seguro de que los habitantes de Bangkok han desarrollado agallas para poder extraer el oxígeno de ese magma que respiran. Pero la contaminación acústica causada por las bocinas es mínima. Nadie pita nunca, haga el contrario lo que haga. Supongo que están ocupados en esquivar y no en perder el tiempo con bocinazos. En un semáforo, en el que me demoré porque estaba mirando el navegador para no equivocarme en ese cruce, el conductor del coche de atrás me avisó con la bocina, pero de una forma suave, casi diría que encantadora. Sería maravilloso que aprendiéramos de ellos que utilizar el pito a bocinazos es inútil y muy molesto.

Google Maps avisa de todas las zonas con atascos.

Waze, en el mismo lugar, no avisa del atasco.

Mis únicas recomendaciones para conducir por Bangkok son llevar un sistema de conexión wifi portátil que te permita utilizar cualquier aplicación de navegador y un soporte para sujetar el teléfono y poder ver las indicaciones con facilidad. No sé cuántos soportes de esos tengo en España. No me llevé ninguno a Bangkok. Llevaba el teléfono en la mano izquierda y utilizaba la derecha para conducir y para dar al intermitente. Cada vez que dejaba el teléfono apoyado en el asiento, entre las piernas y tenía la mano izquierda en el volante, le daba al limpiaparabrisas en lugar de al intemitente. Los coches se pueden alquilar sin permiso de conducir internacional, pero me aseguraron que la policía multa a conductores extranjeros sin ese permiso.

Viajar por autovía, aparte de lo fea que era la que yo recorrí, no tiene ningún misterio. Mi dificultad principal al conducir por el lado izquierdo se produce en las rotondas. Nunca sé hacia dónde tengo que mirar para ver si vienen coches. Dentro de la ciudad sí hay alguna rotonda, pero fuera no encontré ninguna. Un alivio.

En la autovía que yo recorrí, los conductores de turismo tailandeses, igualito que los españoles, no utilizan el carril de la derecha (en Tailandia es el de la izquierda). Lo dejan sólo para camiones y autobuses. En las autovías de tres carriles, el carril de los más lentos puede estar completamente vacío si no hay vehículos pesados.

Línea continua

En carretera de circulación en dos sentidos, los adelantamientos en zona de línea continua son permanentes, haya visibilidad o no la haya. En donde tomé estas dos fotos la había, pero en otros lugares sin visibilidad también me adelantaron a mí y a otros.

Adelantamiento en carretera de dos sentidos

Según una web tailandesa que leí antes de alquilar el coche, la tasa de accidentes en Tailandia es la más elevada del mundo. No he contrastado ese dato. No me parece relevante. Riesgo siempre existe. También cuando uno se deja conducir por otro.

Precio de la gasolina de 95 octanos. Unos 0,75 euros el litro.

Precio de la gasolina de 91 octanos, la recomendada para nuestro coche. Un céntimo de euro más barato el litro.