(Voy a hablar de los regalos que hacen las marcas a los periodistas del motor y de cómo gestionamos este asunto en km77.com. Aviso para que quienes no estén interesados o ya se lo conozcan puedan dejar de leer y no pierdan el tiempo.)

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Siento aversión a los regalos. O rechazo. O prevención. O una mezcla de las tres.

De pequeño, cuando regalaban mis padres, el Ratoncito Pérez o los Reyes Magos, era feliz con los regalos (salvo cuando no me gustaban). De mayor, sin embargo, hace muchos años que empecé a preguntarme qué significa un regalo. Todavía me lo pregunto porque no tengo una buena respuesta.

Durante una época, en la que no daba ninguna importancia a los regalos (y en la que yo nunca regalaba nada) recibí algún reproche por no regalar de vuelta. ¿Ah, pero no era un regalo? ¿Un regalo tiene que ser correspondido? Si tiene que ser correspondido de alguna manera ¿No es algo parecido a un chantaje? (De pequeño nunca me planteé que tuviera que corresponder). De mayor si alguien me regala algo se me olvida. Nunca puedo corresponder.

Cuento esta aversión personal porque, como contaba ayer, las marcas de automóviles suelen hacer regalos a los periodistas del motor, no sólo a los votantes que otorgan premios. Regalan con ocasión de una presentación de producto, del cumpleaños de periodista o por Navidad. Regalos de mayor o menor valor.

Cuando empecé a trabajar en esta profesión, aceptaba los regalos, alegremente, sin darle vueltas. Hasta que un día vi la tensión que generaba entre mis colegas una presentación en la que habían regalado un teléfono móvil, hace por lo menos 15 años. Quiénes habían sido invitados, quiénes no, por qué habían ido los jefes a esa presentación… Me di cuenta de que los regalos importaban (A mí también empezaron a importarme. Me fastidió que eso pudiera interferir en el trabajo y me molestaba la posibilidad de que mis jefes decidieran ir a tal o cual presentación por el regalo). Un día leí que en un medio de comunicación extranjero rechazaban los regalos que superaran un determinado valor. Y empecé a cuestionarme por qué motivo tenía que aceptar los regalos que me hacían las marcas de coches.

Cuando fundé km77.com decidí que en esta empresa no íbamos a aceptar regalos. De ningún valor. Algunos amigos, colegas de profesión, me reprochan esta decisión, porque entienden que afea su conducta y me llaman purista: «Yo acepto los regalos y eso no supone ningún compromiso a la hora de escribir. Yo escribo con absoluta independencia, me regalen algo o no me regalen nada». Estoy seguro de que es así. Lo que sucede es que ése no es ningún argumento, ni a favor ni en contra, para que aceptemos los regalos. Es una opción personal. Mi opción es otra.

Ante un regalo, me hago esta pregunta. ¿A santo de qué una marca de coches tiene que regalarme algo? No son mis amigos, no son mis padres, no son el Ratoncito Pérez ni los Reyes Magos y yo no soy su cliente. ¿Por qué a mí sí y a alguien que pasea por la calle no?

No aceptar los regalos es complicado. En muchas ocasiones se entiende como una descortesía o un reproche (Ya nos conocen, llevamos 10 años devolviendo los regalos, y todavía se molestan en ocasiones o nos tratan con sorna por ese motivo). Regalar será una costumbre arraigada, pero eso tampoco es argumento ni a favor ni en contra. Hay muchas costumbres arraigadas que no es necesario preservar. En varias ocasiones me han intentado convencer de que acepte el regalo con el argumento de que es «un detalle insignificante o sin importancia». Ése es precisamente mi problema. ¿Cómo voy a hacer algo que no tiene significado? ¿Para qué?

Nosotros aceptamos invitaciones de las marcas para acudir a las presentaciones de producto. Ellas pagan el avión y el hotel cuando se viaja lejos de Madrid. De lo contrario no tendríamos acceso puntual a la información. Preferiría que todas las presentaciones fueran en Madrid, o cerca, o que todos los medios nos pagáramos nuestros gastos de desplazamiento a las presentaciones. Pero esa lucha es imposible. A las marcas les interesa pagar el viaje a cuantos más periodistas mejor (en función de su presupuesto), para tener mayor repercusión. Si no aceptáramos que nos pagaran los viajes, no podríamos competir con el resto de medios especializados en información de motor. Para nosotros no es insignificante.

Por tanto, si nosotros aceptamos invitaciones (gastos de viaje y hotel para presentaciones de producto), no puedo reprochar a nadie que acepte regalos. Ni quiero reprocharlo. Sólo informo de cómo funciona este tinglado. Creo que es bueno que todos los lectores de información de coches lo sepan.

[Por lo que sé de oídas, en algún otro sector las relaciones con la prensa son similares. Si tuviera información de primera mano, también lo contaría. Me parece saludable conocer las interioridades de los procesos informativos]