Este fin de semana me acerqué (con pocas expectativas, lo reconozco) a ver el estreno nacional de la semana: Pagafantas.

De la misma forma que reconozco que no tenía demasiadas expectativas debo decir que Borja Cobeaga (el director de la película) es un tipo que me parece extremadamente talentoso. Empecé a admirarle por Vaya semanita, ese fabuloso programa (que se puede ver por Paramount Comedy) que tuvo los huevos de retratar todas las desdichas y miserias del País Vasco con un sentido del humor que ya querrían para sí muchas estrellas de la comedia (y no quiero mencionar a nadie) dejando además en el camino algunos de los mejores gags que ha parido la televisión en este bendito país.

Dicho esto: cómo he disfrutado con Pagafantas.

Muchas veces me he quejado en este mismo blog de la falta de creatividad del cine nacional, su eterna obsesión por los mismos temas, las mismas caras y las mismas historias, su indignante falta de ambición (resultado de la nefasta política de subvenciones, cuyo objetivo parecer ser –cada vez más– fomentar la mediocridad).

Pues bien, Pagafantas es todo lo contrario: más allá de sus defectos, de algunas cosillas que podrían ser mejorables, del peaje que representa que la comedia haya sido históricamente uno de los géneros más maltratados por el cine español (con maravillosas excepciones, tanto clásicas como contemporáneas), la película es fresca, atrevida, graciosa y hasta en algunos tramos –para escarmiento de los escépticos, como un servidor– brillante.

Los protagonistas, Gorka Otxoa, Sabrina Garciarena y un tremendo Oscar Ladoire, son fantabulosos (perdonadme el chiste fácil, es que hoy es domingo), algunos de los gags son sublimes (la presentación del personaje femenino, los consejos de Ladoire y la vis dramática de Otxoa son impagables) y la película dura lo que tiene que durar, quizás porque el realizador proviene del mundo del corto, donde ya ha demostrado que cuando se trata de saber, sabe mucho.

Pero no sería justo dejar de mencionar un factor básico para que esta película me haya parecido cojonuda: yo he sido un pagafantas. Sí amigos, viendo al protagonista de la peli dar el resto por algo que nunca podrá tener he recordado cuantas veces he hecho lo mismo y la empatía se ha convertido en simpatía y de ahí ha pasado a una mastodóntica solidaridad.

Por eso creo que la taquilla va a premiar a esta propuesta, pequeña pero apañada: porque en este país hay un montón de pagafantas, y yo, amigos míos, he sido uno de ellos.

Yo ya he confesado, vosotros no tenéis que hacerlo, basta con que os acerquéis a ver la película si no teníais pensado hacerlo.

No os arrepentiréis (o eso creo, perdí la infalibilidad ya hace muchos años).

Buena semana, portaros bien.

T.G.