Buenas amigos y amigas,

¿Qué tal va todo?

A Barcelona ya han llegado los turistas. Con sus maletas, sus mascarillas y sus caras de gamba y sus sandalias con calcetines. Da gusto verlos.

Yo les miro y pienso qué cojones de controles habrán pasado, para qué coño habrán venido, por qué demonios han dejado sus países. Luego pienso que somos un país que vive del turismo y tengo que callarme. No nos queda otra.

Y hoy, para rematar el mes, les traigo dos cosillas.

La primera es la docu-serie de Sinatra en Netflix.

Una maravilla sobre blue eyes, que es un regalo para los fans y una sorpresa para aquellos que no lo son. ¿Por qué? Porque tiene medios (pasta, vamos), una dirección espléndida, un gran montaje, un millón de testimonios y un montón de apellidos que le sacan lustro, como el productor Frank Marshall (uno de los íntimos de Spielberg) y el documentalista Alex Gibney, uno de los más prestigiosos del mundo.

Se titula Sinatra, All or nothing at all [Todo a nada en absoluto] y es de esas cosas que se estrenan de tapadillo, que no llevan ninguna clase de marketing detrás, y que demuestran lo extraña que es la estrategia de Netflix para los profanos.

Échenle un ojo, con una cerveza fría, o un whisky. Podrán visitar sin moverse del sofá a una época en la que ser una estrella era otra cosa. De verdad, no se lo pierdan.

La otra cosa creo que ya la comenté, pero me perdonarán que insista. Por un lado, tengo una memoria terrible; por el otro, lo que voy a comentar puede resistir perfectamente una segunda embestida.

Puñales por la espalda

Así se titula esta maravilla de Ryan Johnson.

Estoy seguro de que voy a repetir lo que ya dije en su momento sobre la película, pero seguro que no se acuerdan y si se acuerdan me lo perdonan, porque nos queremos.

Johnson fue el director de la más polémica entrega de la saga de Star wars hasta ahora. Sí, parece mentira: no fue la porquería de La amenaza fantasma o El ataque los clones (o como cojones se llamara). Fue Los últimos jedi.

Dijeron (algunos fanses) que la película ‘se sale del canon’. No sé qué cojones significará eso, pero debe de ser extremadamente grave para que se pusieran hasta a recoger firmas. Hasta tal punto se complicó la cosa que hasta le amenazaron de muerte. A él y a algunos actores (y actrices).

Como venganza dirigió esta sensacional película, que parece un homenaje a las películas de Agatha Christie, con un punto de comedia sofisticada y un reparto de la hostia. Porque sí; porque se puede.

Todo gira en torno a la muerte del forradísimo patriarca de una familia de chiflados, lo que desencadena una batalla interna por -naturalmente- saber quién es el beneficiario de la herencia.

A partir de aquí, el puto despiporre. Hasta llegar a un desenlace que reinventa la palabra ‘delirio’. Una gozada, oigan.

Puñales por la espalda.

Va, ya tardan.

Abrazos/as,

T.G.