Buenas señores y señoras,
gracias por sus amables consejos a la pregunta en mi post anterior, que -por supuesto- no pienso seguir. Como un enano metido en un carro del Lidl y arrojado por un acantilado: mi destino está sellado. Al menos llevo casco.
Hoy tenía ganas de hablar de eso tan bonito llamado los límites del humor. Hace tiempo que le daba vueltas y toca hoy. Espero ofender a muchos/as de ustedes, porque, ¿no se trata de eso?
Hace unas semanas, el concejal de cultura del ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, tuvo que presentar la dimisión después de que vieran la luz unos cuantos tuits en el que este hombre con aspecto de judío neoyorquino se burlaba de Irene Villa, las niñas de Alcaser, las víctimas de ETA y el holocausto. El tal Zapata presentó la dimisión y leyó el clásico comunicado de “si alguien se ha sentido ofendido” que consiste en pasar la pelota al receptor del presunto chiste en lugar de aceptar que sí, que les has ofendido, porque eres absolutamente torpe.
Sin embargo, a mí lo único que me ofendió de los mencionados tuits es lo malos que son. No es que sean chistes ofensivos, es que son chistes malos. Lo que debería haber hecho Zapata es pedir perdón por ser un humorista de pena. “Siento haber tratado de ser gracioso cuando no tengo ni puta idea de cómo serlo. Perdonadme, no volveré a hacer chistes”.
Dijo una vez el comediante Larry David que “comedia es cualquier cosa que me haga reír”, que es probablemente una de las mejores definiciones del género que se han hecho jamás. El problema de Zapata y de tantos como él, no es que escojan temas peliagudos sobre los qué hacer coña; el problema de Zapata y de tantos como él es que no conocen los mecanismos del humor y confunden ser cafre con ser incisivo. Muchos recordamos aquel chiste de Louis C.K. sobre la masturbación y las Torres gemelas (“dicen que se puede saber lo pervertido que es uno dependiendo de lo que tarda en hacerse una paja después de una gran desgracia: yo me la estaba cascando entre la caída de la torre norte y la de la torre sur”) y lo hacemos porque era estructuralmente perfecto: impactante, faltón y extremadamente divertido. Ahora bien, cambiemos las torres por trenes, cambiemos el 11 de septiembre por el 11 de marzo y pongamos el chiste en boca de un humorista español. El tsunami de descalificaciones posterior nos hundiría a todos en la miseria.
Es lo que se ha dado en llamar ‘los límites del humor’ y que define la facilidad con la que nos sentimos ofendidos por determinados chistes. En España ya no se puede bromear con gordos, enanos, enfermos de cáncer, lesbianas, homosexuales, bisexuales, merengues, culés, fascistas, comunistas, celiacos, diabéticos o víctimas del terrorismo. De hecho en España ya no se puede bromear con nada, porque antes de soltar el chiste alguien en alguna parte está emitiendo un comunicado para condenar el futuro chiste. Lo más curioso es que sería difícil encontrar un país en el que la diferencia de criterio entre el ámbito público y el privado fuera tan abismal. Pasamos de hacer chistes en nochevieja sobre Miguel Ángel Blanco mientras brindamos con la familia a ofendernos porque un tipo cuenta un chiste de judíos que tiene más años que el Antiguo Egipto.
La corrección política de nuestro país es como un ente autónomo que va por ahí todo el día con gesto compungido, buscando un motivo por el que ofenderse. Luego, en la barra del bar, nos reímos con la boca llena de tortilla de patatas y hablamos de moros y maricones sin ningún tipo de complejo, pero ay del que goce tratar de articular algún tipo de chiste incorrecto en público. Aún recuerdo a aquel humorista que hizo un chiste de chinos en una cadena privada: protestó hasta el cónsul de China. ¿Quiere decir esto que podemos hacer chistes de cualquier cosa? Por supuesto, pero con una sola condición, absolutamente innegociable: que sean buenos. Lo demás es opcional, incluso reírse.
Y esto es así aquí y en la China popular. Con perdón.
Por cierto, no he ido al cine esta semana. Prometo ir el martes.
(Me han chivado que la nueva película de Medem es una mamarrachada de proporciones épicas. Sí, ya lo sé, no podíamos esperar otra cosa).
Abrazos/as,
T.G.
Tiene mi aplauso unanime.
Como defensor de la incorreccion politica y amante del humor negro, estoy totalmente con vds.
Aun recuerdo la cara de mi interlocutora, no hace mucho, cuando me pregunto por mis tres palabras favoritas (!!!)
Termonuclear, holocausto y genocidio.
Desde luego, me miro con cara rara. Yo a ella tambien. No me puedo creer que a estas alturas de la vida nadie haga preguntas del tipo: «cuales son tus tres palabras favoritas?».
A ver señorito.
No puede hablar en primera persona y decir unánime.
Más atención que parece usted lo que es.
Dígale al del golf que le preste el diccionario, ese que dice vd. que él no usa.
Del singular.
No puedo estar más de acuerdo con el autor y con Slayer.
Creo que el humor (si es ácido y corrosivo mejor) es lo que nos impide salir con una metralleta automática cualquier mañana gris de diciembre.
Matándolos a todos y que Dios los seleccione.
Ergo, hace del mundo lugar menos peor.
@2,
Puedo. Me and me and me agree.
Por cierto, donde estan sus papeles del 208 vs. Serie 1? Y la quiebra de Mercedes? No desvie.
En España, lo que no existe es el concepto de pasar página. En EE.UU. tuvieron una guerra de secesión de la que nadie se acuerda. Alemania arrasó Francia y Londres durante la Segunda Guerra Mundial, y 6 años después tan amigos y juntándose para crear la Unión Europea.
Aquí todavía colea lo de la Guerra Civil (y lo que queda, con su inevitable ración de producciones cinematográficas), y no digamos lo de 1714 en Cataluña.
Así que me puedo imaginar a un francés, un inglés y un alemán haciendo chistes de sus primos muertos en la guerra, pero no a un español hablando de Felipe V sitiando Barcelona.
Pásese por anti-joke.com, a veces se encuentra uno con un chiste gracioso.
En el asunto zapatil, la gente ha olvidado algo todavía peor que el hecho de que los chistes no tuvieran ni puta gracia. La gente olvida que esos tuits del imitador físico de Kubrick (ya le gustaría a él imitar a Kubrick en lo cinematográfico) los colgó en el contexto del linchamiento que sufrió Nacho Vigalondo hace unos años cuando medio borracho puso un par de mensajes de humor negro sobre el holocausto.
Un par de mensajes que le valieron que en menos de 24 horas el diario El País lo mandara a la puta calle. Entonces vino Zapata, y la pléyade de lameculos cibernéticos de Vigalondo, y se pusieron a hacer chistecitos para «solidarizarse» con Vigalondo. Es ahí, en ese contexto, donde aparecen los tuits del ex concejal ahora concejal pero sin cargo dimitido sin dimisión.
No es que Zapata no tenga ni puta gracia. Es que además por aquel entonces era el típico imitadorcito lameculos de Vigalondo, otro que gusta caracterizarse, por cierto, como Kubrick.
Tal es la potente personalidad del tal Zapata.
Por cierto que El País hizo campaña en contra del linchamiento de Zapata, cuando ellos años antes tardaron menos de 24 horas en echar a la puta calle a Vigalondo por exactamente lo mismo, cerrando su blog.
Vivimos en un mundo muy raro últimamente, sí. Y las posibilidades de que alguien en internet se ofenda por cualquier cosa que dices tienen al 100%. Internet, ese páramo de libertad y comunicación.
A pesar de estar de acuerdo con el fondo de su mensaje, yo diría que en los EEUU, cualquier político que haga una broma mínimamente racista o de mal gusto, acaba de forma definitiva con toda su carrera.
Una cosa es lo que diga un humorista, que en este país, se hacen bastantes chistes y bromas de mal gusto y tampoco pasa nada… y otra, lo que diga un político que aspira a, o tiene, un cargo público.
Uno puede contar (casi) lo que quiera. Lo que no es normal, es contar chistes sobre lo vagos que son los andaluces, y luego enfadarte porque en tus galas de verano, te cancelan los bolos que tenías en Andalucía. Eres libre de decir (casi) lo que quieras… pero la gente también es libre de enfadarse, y mandarte a la mierda.
Que este no es tanto el país de «no hagáis bromas con fulanito», como el país de «hago las bromas que me de la gana porque soy libre… pero si os ofendéis conmigo, sois unos fascistas».
Aunque diría que en este país, los que más se ofenden son los que presumen de ser más «progres».
Cuéntale a la Julia Otero un chiste machista. Seguro que le hace una gracia que no veas.
Antes se ríe la hermana de Miguel Angel Blanco del chiste del etarra al que le daba miedo ir solo por el bosque… O que la Otero del chistecito del Challenger («dejadla, que conduzca ella») (bueno, tal vez es porque no lo entienda).
Qué gran verdad lo de confundir ser cafre con ser incisivo.
Ya no se puede hacer bromas de ná, pero y lo que nos hemos reído?
Saludos.
El Pais hizo campaña a favor de Zapata.
Ningún político en EEUU puede hacer comentarios racistas.
Que siga el festival del humor.
@10 Donald Trump
Y encabeza las encuestas como candidato GOP.
Un gran pais