Queridos y queridas,

Esta semana me he dedicado a sufrir, viendo un montón de películas y series infectas que no me han generado ninguna satisfacción. Aunque alguna de ellas, debo decir, me ha tenido engañado hasta al final.

Por concretar,  y ahorrarles posteriores disgustos: les hablo de El consultor.

El consultor es una serie de Prime video en la que después de un terrible accidente (no voy a hacerles spoilers aunque sale en el propio trailer), un misterioso señor de comportamiento extremadamente singular entra a hacerse cargo de una empresa de videojuegos. Al tipo lo interpreta Christoph Waltz, al que todos conocemos por sus papeles en películas como Malditos bastardos a Django.

El hombre es un actorazo increíble y haciendo de malo, villano o tarado, no tiene rival. Hasta ahí ninguna novedad: uno se engancha a la serie por culpa suya. Todo lo demás es simple condimento. Ojo, no es que el reparto sea malo, pero es que el show no va a ninguna parte. Lo único que mantiene en vilo al espectador es la mala hostia y la retranca de Waltz. Uno se da cuenta tarde de que la cosa no va a tener un desenlace mínimamente satisfactorio.

Eso sí, es entretenida, los episodios duran media horita y para pasar el rato mientras haces otra cosa, pues bueno. Pero el final es una memez. Ahora bien,  si quieren ustedes arriesgarse, yo encantado.

Gracias al Altísimo, sí que he visto dos cosas estupendas. Una de ellas se llama Irati y la otra The quiet girl.

La primera es una película vasca que con un presupuesto de cinco millones de euros se atreve a montar una peli de época, con reflejos de las leyendas artúricas, hecha con escuadra y cartabón, absolutamente magnífica. Es tan osada (hacer este tipo de película, que incluyen un diseño de producción muy específico, es muy arriesgado porque uno puede acabar haciendo decorados de cartón piedra) que cuesta pensar que se ha hecho aquí, con tan poco dinero y que el resultado ha sido el que se ve en pantalla.

Una película por la que apostar, que además tiene una historia cojonuda que contar. No sé a qué esperan.

La otra es un filme nominado a los Oscar que -aunque creo- no tiene ninguna posibilidad de hacerse con la estatuilla, a mi gusto es la mejor de todas las que este año compiten por el galardón. La historia de una niña tratada como un trapo por su entorno, incluida su familia, que un buen día es enviada a vivir con unos parientes lejanos a una granja, donde descubre que se puede vivir de otra manera: que se puede vivir mejor.

Una película delicada, deliciosa, perfecta en su cometido de mostrarnos la belleza de las cosas sencillas. Eso sí, que todo el mundo se lleve kleenex al cine porque es posible que en los últimos 5 minutos de metraje las lágrimas empiecen a salir como si aquello fueran las fuentes del Nilo.

Les confieso que no soy muy de llorar en las películas (con excepciones, claro), pero que esta vez casi me lloro a mí mismo por completo.

Y por último, si tienen ganas de ver una serie tan rara que solo podía estar basada en hechos reales, tienen en Filmin una cosa llamada Stonehouse. Es la historia de un tipo que iba para primer ministro hasta que de repente empezó a hacer cosas extrañas, a robar un poquito, a comportarse como un loco que no sabe muy bien qué cojones está haciendo, y que acaba fingiendo su propia muerte de un modo tan ridículo, que uno no sabe si reír o llorar o ambas cosas a la vez.

Para echarse unas risas y pensar, ‘bueno, al menos no me está pasando a mí’.

Abrazos,

T.G.R.