Un reciente comunicado de Mercedes, con lógico contenido promocional de la marca de la estrella, me ha traído a la memoria un tema que siempre he considerado de vital importancia, y sobre el que ya tengo escrito mucho desde tiempo atrás. Se trata de las condiciones de carácter ergonómico y de confort necesarias para poder disfrutar de una conducción agradable y segura. El trabajo viene bajo el titular de “Seguridad psicofísica: un conductor sólo puede viajar seguro cuando está relajado”. Tengo un primer reparo que poner al titular, por lo que respecta al adjetivo “relajado”, ya que, sin ir acompañado de alguna puntualización, podría dar lugar a interpretaciones tales como distraído o poco atento; evidentemente, esta no es en absoluto la intención de quien lo ha redactado. Podría tratarse de un problema de traducción (no sé si directamente del alemán o pasando a través del inglés), ya que “relaxed” puede traducirse tanto por relajado como también por confortable, cómodo o a gusto, y entonces ya no habría lugar a interpretaciones dudosas. Pero al margen de este detalle, el artículo tiene un contenido interesante, del cual voy a entresacar amplios párrafos, sobre los cuales iré entreverando algunos comentarios de mi cosecha, antes de pasar a incluir algunas citas de un par de artículos míos de años atrás, a los cuales también añadiré los comentarios que considere oportunos para redondear el tema. Y allá va el inicio de la transcripción parcial (con alguna corrección gramatical de mi cosecha) del comunicado de Mercedes:

“El máximo confort implica mucho más que el mero hecho de ofrecer comodidad y un equipamiento de alta calidad. Todas las medidas de confort en un vehículo tienen como objetivo mejorar la capacidad del conductor para guiar su vehículo con seguridad. El conductor debe contar con el apoyo de medidas, independientes pero armonizadas entre sí, que en todo momento y situación le permitan concentrarse plenamente y con tranquilidad. El comportamiento del vehículo, la ergonomía, la climatización, el confort acústico, la facilidad de manejo y muchos otros factores influyen en el bienestar físico y psíquico del conductor y, por tanto, en su capacidad para mantenerse atento a todo lo que acontece en la carretera. Podríamos resumirlo así: un conductor sólo puede viajar seguro cuando está relajado. Todo ello se engloba bajo el concepto de «seguridad psicofísica», lo que incluye sistemas de manejo e instrumentos intuitivos y claramente estructurados, y sistemas inteligentes de asistencia a la conducción para poder eximir al conductor de las molestas tareas rutinarias, permitiéndole gozar de la máxima concentración. Los equipos de infoentretenimiento también constituyen pilares importantes en aras de una mayor seguridad psicofísica, la cual es un factor clave para que el conductor conserve su capacidad de concentración al volante. El nivel de pulsaciones es uno de los indicadores más importantes a la hora de evaluar el bienestar y la tensión, la concentración y la capacidad de reacción del conductor. Cuanto más altas sean sus pulsaciones, más tenso está el conductor y mayor es la probabilidad de que cometa un error en una situación crítica”.

Claramente se aprecia que, en un momento dado, el discurso pega un viraje, para arrimar el ascua a la sardina de una marca que presume, y con razón, de ofrecer unos coches que, sobre todo en sus altos de gama, llevan un equipamiento absolutamente a tope (y con opciones, todavía más). Porque, al menos a mi juicio, una cosa es viajar a pleno confort, y otra conducir a gusto; considero que confort, en sentido genérico, es el ofrecido tanto al conductor como a los pasajeros, mientras que para el conductor hay otra serie de condicionantes, también citados (comportamiento rutero, ergonomía, facilidad de manejo, mandos e instrumentación) que son privativos suyos. A esto no le llamo confort, sino condiciones, tanto del coche como del puesto de conducción, que hacen que dicha conducción resulte segura y agradable.

Sentarse y sentirse a gusto

Pero no todas, ni mucho menos, de las múltiples ayudas electrónicas (más o menos inteligentes) a la conducción, ni gran parte de los elementos de infotainment, equipamientos ambos a los que Mercedes (barriendo para casa) quiere dar protagonismo para conseguir la ansiada “seguridad psicofísica”, cumplen tal objetivo, al menos en la opinión de bastantes conductores, entre los que me cuento. El planteamiento de Mercedes, que es acertado en un alto porcentaje de sus afirmaciones, lo enfoca casi todo en el sentido de que un elevado nivel de confort, y un mínimo de obligaciones por parte del conductor, son la base para esa conducción segura. Y no es así, porque hay algunas ayudas electrónicas que interfieren con la normal actuación de un buen conductor, y muchos equipos de infotainment son causa de distracción. Algunas de esas ayudas, de esas que te prometen el oro y el moro, pero cuya letra pequeña acaba advirtiendo que la responsabilidad última sigue siendo del conductor, corren el riesgo de llevarle a éste a una engañosa situación en la que el tan festejado relajamiento comienza a rondar con la distracción o, al menos, con la falta de atención.

Y desde luego, ese cántico al bajo nivel de pulsaciones (se supone que propiciado por dicho entorno hiperconfortable) como baremo para medir la óptima situación del conductor para manejar con seguridad, es pura y simplemente erróneo. Es evidente que si, por las causas que sean, vamos continuamente con las pulsaciones a 150, al poco tiempo estaremos cansados (unos antes que otros, en función de su condición física). Pero también es evidente que si nos estamos adentrando por el Desfiladero de los Beyos, tras haber superado el Puerto del Pontón, en dirección a Asturias, y vamos en un confortable pero voluminoso Mercedes con suspensión neumática, cambio automático, perfecta climatización, todas las ayudas electrónicas habidas y por haber, el equipo de audio transmitiendo “Las 4 estaciones” de Vivaldi y todo ello nos lleva a ir relajadamente a 60 pulsaciones, no está nada claro que sea la perfecta situación para cuando, con paredón de roca a nuestra derecha, nos aparezca en una curva también a derechas, un camión que viene más bien por el centro de la estrecha carretera. En tales circunstancias, la rapidez de captación de la situación primero, y la rapidez de reacción, casi por reflejos condicionados después, del pie al freno y el volante todo lo más a la derecha posible, no se consigue fácilmente en ese nirvana de confort y corazón al ralentí, salvo quizás siendo un piloto con tal nivel de conducción, que incluso en esas condiciones va muy “sobrado”.

Es bien sabido que, tanto en la parrilla de salida con el semáforo a punto de apagarse, como en la frenada a más de 300 km/h para una horquilla, los pilotos de Fórmula 1 se ponen a entre 180 y 200 pulsaciones, y no están precisamente distraídos, sino todo lo contrario; luego, en la recta siguiente, ya se relajan, en el buen sentido. Y es que la adrenalina es muy sabia, y en cada momento nos coloca en los niveles de atención y tensión adecuados al peligro potencial que creemos estar advirtiendo. Eso sí, según su experiencia y habilidad, cada conductor percibirá la misma situación como más o menos peligrosa o estresante. Pero todos ellos siempre irán a mayor régimen de pulsaciones por una carretera de montaña, con barranco al lado y sin guard-rail, que por una recta autopista al 120 legal. Quizás exagerando, creo que la graduación del nivel de enfrentamiento del conductor con el tráfico y la carretera puede escalonarse del siguiente modo: distraído, relajado, atento, concentrado, tenso e histérico. Para el conductor medio, lo ideal son las dos condiciones centrales (atento o concentrado); para uno muy experto, se pueden añadir la anterior y la siguiente: relajado en carretera fácil y con poco tráfico, llevando en “on” ese piloto automático que da la experiencia, y tenso cuando, por las causas que sea, hay que ir rápido, dentro de los límites de cada cual. Y esto, a los citados distintos niveles, va en función de la velocidad, de la densidad del tráfico, de las condiciones climatológicas y del estado (pavimento, anchura, visibilidad) de la vía.

Sentarse y sentirse a gusto

Sigue el artículo de Mercedes con este párrafo:

“Y el efecto positivo de interruptores y mandos situados al alcance del conductor se potencia con el mando fónico denominado Linguatronic. Otros equipos que fomentan la seguridad psicofísica son el sensor de lluvia, la conexión automática de la luz de cruce o el Tempomat con regulación de distancia, que la mantiene automáticamente adecuada respecto al vehículo que circula por delante, y puede frenar el propio hasta la detención. La climatización contribuye decisivamente al bienestar, la forma física y la concentración del conductor, y vela por que éste siga estando «fresco» bajo temperaturas exteriores extremas. De lo contrario, aparecen un cansancio prematuro, falta de concentración y una disminución de la capacidad de reacción. Éstos y otros sistemas inteligentes exoneran al conductor de numerosas tareas rutinarias que pueden aumentar su cansancio. Solo un conductor relajado y respaldado por equipos de asistencia dispone de reservas físicas y psíquicas suficientes para reaccionar de forma acertada en los momentos de peligro”.

De nuevo mezclamos churras con merinas, y junto a verdades evidentes como las relativas a una buena climatización, se vuelve a poner el acento en otras ayudas periféricas mucho más discutibles. Porque ayudas, según y cuales, ya que a unos conductores les gustan, y a otros no. Voy a dar (ya lo hice hace algunos meses) mi lista de preferidas y de rechazables entre los múltiples ayudas (casi todos eléctricas o electrónicas) que se pueden ofrecer al conductor. Estoy a favor de: ABS, ESP, dirección asistida (variable, si no es muy cara), aire acondicionado (climatizador si no es muy caro), cierre centralizado, elevalunas eléctricos (al menos delante), control de crucero clásico, manos libres, navegador, faros de xenón (y si tienen todas las últimas regulaciones, funcionan sin fallos y no son muy caras, también), luz diurna, Hil Holder para arrancar cuesta arriba, Side Assist de peligro en el punto ciego, y mando automático de alcance y cambio de largas a cruce.

Por el contrario no me interesan las siguientes: reforzador de frenada, control de crucero adaptativo, cámaras de TV para aparcar (y no digamos sistemas que te aparcan solos), Lane Assist para advertir de cambio de carril, freno de estacionamiento eléctrico (salvo si va con el Hill Holder), sensores de luz y lluvia, y asientos con masaje y climatización (están muy bien, pero pesan y son carísimos). Es una opción personal, y otros tendrán otras distintas; por mi parte, es innegociable. Respecto al Linguatronic, no tengo experiencia; he conducido Mercedes que lo llevaban pero, francamente, no me he sentido nunca con humor para leerme no sé cuantas páginas del libro de instrucciones, si el coche lo voy a tener sólo una semana, y mi objetivo es comprobar sus consumos, prestaciones, comportamiento rutero y confort en general. En sentido contrario, el del coche que te habla, y no el que obedece órdenes, Renault ya lo hizo hace un par de décadas, con el R.11 y otros, y el experimento no resultó, pero como digo, trabajaba en sentido inverso.

Sentarse y sentirse a gusto

Hasta aquí, lo referente al artículo comunicado por Mercedes; ahora voy por mi cuenta. Lo que considero importante deslindar es que una cosa es viajar a pleno confort, y otra conducir a gusto; personalmente, un exceso de infotainment, y de ciertas ayudas que me parecen superfluas, me llega a agobiar. Y precisamente porque lo que me gusta es conducir, como dice la publicidad de BMW, la archirrival de Mercedes. Para mí, si quiero sentirme a gusto al volante, lo primero es sentarme a gusto: antes y por encima de cualquier otra consideración. Considero irrenunciable la que para mí es mi perfecta correlación de alturas y distancias entre asiento, volante, pedales y pomo de la palanca de cambio; vienen luego otros mandos básicos como los de luces y bocina y la visibilidad de la instrumentación.
Pero en vez de seguir divagando, prefiero recurrir, como ya dije, a algo que ya escribí tiempo atrás. La primera cita venía en la prueba de un Corolla en Julio de 2002, y era un recuadro titulado “Sentirse a gusto”:

“Hay coches a cuyos mandos, sin razonar los motivos, se encuentra uno a gusto. Por supuesto que, ya pensando, se encuentran razones objetivas que justifican esta sensación: la suavidad en el manejo de los mandos es una de las primeras; es condición necesaria, pero no suficiente. Porque de poco sirven unos mandos suaves si están sembrados por el salpicadero y las consolas a la buena de Dios, y su situación correlativa es anárquica; y esto, dando por supuesto que partimos de una postura de conducción perfecta, con la correlación de distancias entre asiento, volante y pedales que a cada uno le guste, con buena visibilidad simultánea de instrumentación y carretera. Hay coches que, pese a disponer de múltiples reglajes, exigen varias tentativas para encontrar la postura ideal (si es que se consigue); en otros, incluso con menos reglajes, es a la primera.
Este placer posicional inicial exige, para afirmarse, un alto nivel de confort: térmico, acústico y mecánico. No importa tanto que el aire acondicionado sea muy potente como que sus boquillas estén bien situadas y fáciles de orientar, no suelten un chorro sino que difundan el aire, y no nos congelen la mano izquierda, como ocurre en algunos coches; y para la calefacción, que las salidas de abajo apunten a los pies, y no por encima del tobillo. No es imprescindible que un coche sea silencioso como una tumba, pero sí lo es que no haya crujidos de carrocería, silbidos de aire, chirridos mecánicos ni golpeteos de difícil localización. No hace falta una suspensión blanda ni butacones, sino buena correlación mutua, y que el asiento recoja a lo largo y ancho. Un coche que cumpla estas condiciones es en el que los kilómetros caen sin darse cuenta, con el mínimo desgaste posible, tanto síquico como físico, por parte del conductor“.

Sentarse y sentirse a gusto
Comentario complementado en la prueba del Mazda3 de Noviembre de 2003, en la que figuraba este otro recuadro, titulado “Conducir a placer”:

“En el placer de conducción es básica la faceta de conseguir con facilidad encontrarse a gusto ante el volante; de la naturalidad con la que, en cuestión de unos momentos, el conductor se encuentre a los mandos como si llevara meses conduciéndolo. Este sentirse a gusto se apoya en tres condiciones: perfecta y ergonómica postura al volante, buena localización y suave y fácil manejo de los mandos, y un comportamiento rutero seguro, fácil, divertido y que transmita confianza. Unos buenos reglajes de asiento y volante son condición necesaria, pero no suficiente, para encontrarse a gusto al volante: el asiento debe ser confortable y, además, recoger bien en sentido lateral y longitudinal. Vienen luego los mandos, que deben estar bien situados, ser fácilmente reconocibles y tener buen tacto y precisión en su accionamiento; la visibilidad, tanto de la carretera como de la instrumentación, es un complemento indispensable de todo lo anterior. Finalmente, el confort térmico y acústico (éste más por el tono que por la intensidad) acaban de redondear el panorama del bienestar al volante.
El comportamiento rutero es la guinda; si un coche tiene un magnífico puesto de conducción por ergonomía y confort, pero su estabilidad es dudosa, sus frenos poco eficaces y modulables, y su prestación más bien mísera, poco o ningún placer puede transmitir”.

Remato con dos puntualizaciones: un volante innecesariamente pequeño y una palanca de cambios muy corta son argumentos de marketing falsamente deportivos; lo que cuenta es la rapidez de la dirección (tener, o no, que cruzar las manos para una curva media) y el desplazamiento del pomo, que cuanto más alto y próximo al volante quede, mejor (están muy bien los que salen de la consola). Y en cuanto al asiento, la clave es que se acople al cuerpo como un guante, aunque sea bastante duro; mientras la suspensión no sea dura como una piedra, y teniendo en cuenta que los pavimentos actuales son, en promedio, bastante aceptables, tiene mucha más importancia un buen asiento que la mayor o menor dureza de la suspensión. Y es evidente que, cuanto más sinuoso sea el trayecto que recorramos, un buen bucket deportivo sería cada vez más deseable.