Capítulo III. Asturias

¡Qué buena suerte!

Río Nalón. Kia Sorento.
Datos del viaje

Coche: Kia Sorento PHEV
Viaje: 1919 km
Consumo promedio: 7,4 l/100 km
Recorridos en Asturias: 1113 km
Caminado en Asturias: 43 km
Punto de máxima altura: 2200 m
Punto de mínima altura: 5 m
Fotografías totales: 1087

Cuando uno viaja puede tener la angustia de querer verlo todo. A mí me ocurre. Siempre hay personas que me recomiendan que no me pierda «tal o cual». Y, cuando regreso, indefectiblemente, hay personas que me «regañan» porque no he visto «tal o cual». Así es la vida. No sólo te quedas sin ver esa cosa tan maravillosa que había que ver, sino que además te regañan. Soy limitado. Lento y corto. Como Casillas, más o menos.  Y encima, te lo reprochan. ¿Qué más quisiera yo que ser rápido y avispado y verlo todo y contarlo de maravilla? Pues no. Muchos balones se me escapan. Pasan demasiado cerca de los postes y no llego. Sé que a cambio he visto ese perro que me hacía cabriolas o he visto cien veces cómo en el mar se formaba una ola para romper contra las rocas. Ya. Soy lento y ensimismado. Si me gusta cómo se forma una ola, puedo querer ver el proceso cien veces. Pero eso, además, normalmente, es dificilísimo de contar. Al menos para mí.

No soy del tipo de personas que quiera verlo todo. Me pierdo y me gusta perderme, hasta en una lila. Mi objetivo no está en seguir todas las recomendaciones de las guías de turismo, ni siquiera unas pocas. De hecho, aborrezco las guías de turismo. Estoy seguro de poder encontrar más riqueza en cualquier persona a la que me cruce de casualidad por la calle y con la que entable una conversación sin venir a cuento que en el buda recubierto en oro laminado o, incluso, y me da igual que me azoten, que en un autorretrato de Rembrandt. Y mira que adoro la pintura de Rembrandt.

Me gusta perderme, viajar pensando en mis cosas y encontrar gentes, paisajes, bares, plantas, puentes ríos, carreteras y museos al tuntún.

Molin La Peña. Cascada. Río Profundo

Sin embargo, a Asturias no he viajado a lo loco. Todo lo contrario. Tenía el viaje bien planificado. Quería entrar por el puerto de Pajares. Y entré. Quería dormir la primera noche en Tazones. Y dormí. Quería ir a ver a Javier Barrera, el gerente del concesionario Kia de Asturias. Y fui. También tenía planificado recorrer la senda de los molinos del Río Profundo y la recorrí y visitar el Museo de los Molinos, en Taramundi, y lo visité. Y, por supuesto, subir a Torre Cerredo, porque el compromiso que tengo es subir a la montaña más alta de cada provincia. También tenía planificado ir a ver el museo de la minería del Pozo Sotón. Y claro que fui. Y a ver la Fuente Nalona, lugar oficial en el que nace el Nalón. Y también fui. Estaba todo planificado y fue maravilloso ir. Salvo algún contratiempo nimio, fue todo maravilloso. A pesar de que estaba planificado.

Energía y transporte

 Además de estos sitios que tenía planificados antes de salir de Madrid, que ahora explicaré por qué los tenía planificados, una vez en Asturias fueron surgiendo nuevas paradas y visitas. Y fui a ver más cosas. El mirador del Fito, por supuesto. ¿Qué automovilista no quiere subir al mirador del Fitu? Y a la carretera N-632a, que recorre la costa occidental de Asturias, la Playa del Silencio, que nunca había oído hablar de ella y el Conjunto Etnográfico de Os Teixóis, del que también desconocía su existencia.

Otros lugares a los que tenía planificado ir, como al pozo de nieve de La Carballosa, finalmente no fui. Tampoco fui al Angliru, que no estaba planificado, pero que estaba entre mis objetos del deseo. Mucho mejor dejar cosas sin ver, dónde va a parar, así tienes una excusa para volver.

¿Qué tipos de lugares planifico previamente? Los que tienen que ver con la energía y el transporte. Porque son cuestiones que me intrigan y me apasionan. Y porque cuando las escribo, no puedo dejar de pensar que esas cosas seguro que le apasionan a todo el mundo, porque son parte de la esencia de nuestra forma de vivir. En este momento de transición energética, me seduce especialmente conocer otros momentos de transición energética y de transporte previos a la época del petróleo. Nos quejamos porque el petróleo contamina. Y es cierto. El petróleo contamina. Pero, a la vez que contamina, la energía baratísima y fácil de transportar del petróleo ha generado tanta riqueza en el mundo que cualquier vistazo a las formas de vida anteriores a la llegada del petróleo se nos hace inaudita.

Playa del Silencio. Asturias

Carlos V también se perdía, aunque sin querer

Otra de mis obsesiones es Carlos V. Y exactamente por los mismos motivos. Siempre digo que si Carlos V viera una simple Vespino se caería de culo. Muchos ni siquiera sabréis qué era una Vespino. Un ciclomotor de éxito hace 50 años. Ya entonces era una tartana. Pues bien. Nunca en la historia de España hemos tenido un emperador del calibre de Carlos V. Y, sin embargo, a cualquiera de nosotros una Vespino nos parecería un artefacto inmundo y, si de pronto, por la curvatura del espacio-tiempo , Carlos V se hubiera cruzado con una Vespino petardeando a 30 km/h por cualquiera de los caminos por los que pasó, se hubiera caído de culo.

La primera vez que Carlos V pisó España fue en Tazones. Tenía previsto desembarcar en Laredo, donde todo estaba preparado para recibirlo, pero el temporal y las rachas de viento desviaron toda su flota hacia el Oeste y llegó a Tazones, donde nadie le esperaba y, sobre todo, donde creyeron que se trataba de una flota enemiga dispuesta a invadir. En aquellas épocas, avisar era muy difícil. Comunicar cualquier hecho, trascendente o intrascendente, requería de mucho esfuerzo. Carlos V se perdía en alta mar y no tenía forma de avisar de que se perdía. Es decir, estaba perdido. Por este motivo fui a Tazones, a ver a dónde llegó Carlos V, el joven emperador. En ese momento, todavía tenía una larga vida por delante para viajar muy despacio, a pie (en sus correrías por los palacios de habitación en habitación y quizá poco más), a caballo o en la sillita de la reina. Si Carlos V hubiera tenido un Kia Sorento con navegador, como yo para este viaje, qué diferente hubiera sido el siglo XVI.

Los molinos son otra de mis obsesiones. La llegada del carbón, el petróleo y la electricidad permitieron prescindir del agua y del viento para moverlos. Pero hasta entonces eran imprescindibles para la vida. En las legiones romanas, llevaban molinos portátiles. Costaba tanto moler, que no era posible producir volumen suficiente como para transportar la harina en carros. Había que llevar el molino a cuestas y producir cada día.

Que trescientos kilómetros no es nada

Los coches te permiten acercarte a todos esos sitios y luego caminar cuando es necesario. La ruta de los molinos del Río Profundo es uno de esos lugares en los que caminar es un placer. Que haya molinos es espiritualmente rico, porque te invita a pensar y a darle vueltas a la vida. Pero el paseo es precioso, haya molinos o no los haya. De hecho, visualmente, los molinos no aportan nada. Son como los hitos de una carretera.

En Asturias hay cientos de carreteras maravillosas para disfrutar conduciendo. Probar los coches en Asturias sería mucho más divertido que en Madrid, por la variedad. En Madrid también hay carreteras deliciosas, pero para llegar a ellas hay que hacer antes varias de decenas de kilómetros por autovía. En Asturias es diferente. Te subas al coche donde te subas, te puedes poner los guantes de conducir que inmediatamente encontrarás una carretera disfrutona.

Una de ellas, la N-632a me lleva hasta la parte occidental de la provincia, a ver la Playa del Silencio, a meterme por un camino poco recomendable, y a llegar a Vegadeo y de allí a Taramundi por otra carretera deliciosa.

En Taramundi duermo por casualidad en La Rectoral, un establecimiento que merece un comentario aparte que quizá haga algún día :). Lo merece, pero ya he dicho que soy limitado. El gerente de La Rectoral me recomienda una visita a Os Teixóis, conjunto etnográfico del que no tenía noticias. ¡¡Gracias!! La visita está directamente relacionada con mis obsesiones: utilización de la energía antes de la llegada del petróleo.

Dormir bajo las estrellas, frente a la luna

Os Teixóis y el Museo de los Molinos de Mazonovo, pegado a Taramundi, me parece que son especialmente recomendables para visitarlos con niños. La historia de los molinos es didáctica. Enseña a pensar.

Con todo, a pesar de lo maravillosas que han sido todas las paradas de este viaje, el mejor de los recuerdos es para las poco más de 24 horas que pasé con mis amigos en Picos de Europa. Dormimos al raso al pie del Naranjo de Bulnes, conocí la historia del Marqués de Villaviciosa, caminamos y caminamos por continuas subidas y bajadas, y en nuestro Kia Sorento nos fuimos a cenar todos juntos a celebrar la amistad, las caminatas y las risas. La historia, la energía, el transporte y miles de curiosidades más son imprescindibles para saciar la curiosidad. Pero sin los amigos, la vida es imposible.

Dormimos en la vega del refugio del Urriellu. Cuando se construyó, a mediados del siglo pasado, todo el material para la construcción, vigas incluidas, se subió a hombros desde Puente Poncebos, ruta que implica salvar 1.700 metros de desnivel. Casi 10 kilómetros de distancia, 1700 metros de desnivel y vigas al hombro.

El Marqués de Villaviciosa, Pedro Pidal, y el pastor Gregorio Pérez fueron los primeros seres humanos que subieron al Naranjo de Bulnes. Fue en agosto 1904. No había ni coches ni carreteras que pudieran acercarlos a la base de la montaña. Salvaron 1700 metros de desnivel y luego subieron al Naranjo, escalando por la cara norte, con una cuerda de cáñamo. Me temo que Carlos V tampoco tenía sus capacidades.

El río Nalón, navegable para llevar carbón

Ya de regreso, subí al Fitu, a disfrutar de la carretera, del mítico tramo de rallyes y de las vistas. De allí, en busca del Nalón, el río más largo de Asturias. Nace y muere en Asturias y llegó a servir para transportar carbón desde las minas de Langreo. Esta historia es increíble. De hecho, todavía tengo dudas de que sea cierta. Especialmente cuando llegué a Langreo y vi la profundidad del Nalón al paso por esa población.

En la cuenca del Nalón tenía previsto visitar el Centro de Experiencias y Memoria de la Minería para intentar conocer cómo se realizaba el trabajo en la mina. Aunque lo tenía planificado, no esperaba tanto. Y lo que recibí fue mucho gracias a Miriam, la mujer que me mostró el museo y que contestó a todas mis preguntas. Además, me contó cosas de su padre y de su abuelo, que trabajaron en la mina, y miles de detalles sobre cómo se trabajaba y se transportaba el carbón. En muchos de estos reportajes surge material suficiente como para hacer una novela. Gracias, Miriam. No os lo puedo contar todo. No puedo presentaros a Miriam y a Lorena. Ni su voz, ni sus experiencias familiares, ni su amabilidad y cariño. Además del museo, se puede bajar a la mina. Yo no bajé.

Durante todo el viaje no he tenido ningún punto de recarga a mano como para enchufar el coche. Salvo en el museo del Pozo Sotón. “Creo que lo estrenas tú”, me dijo Miriam. Seguramente era cierto, porque estaba lleno de telarañas. Pero funcionaba perfectamente.

Desde el Pozo Sotón hasta el nacimiento del Nalón, la carretera va pegada al cauce del río en muchos momentos y discurre por el desfiladero. Es una carretera impresionantemente bella, como tantas otras por las que he recorrido Asturias de Norte a Sur y de Este a Oeste.

Río Nalón desde la carretera As-117.

No salgo de Asturias por el puerto de montaña más alto de la provincia, pero la noche ya estaba encima y el Puerto de Tarna es casi el más alto. Todo no se puede tener. Son las diez de la noche y regreso a Madrid con el teléfono lleno de fotos, los ojos llenos de imágenes y el alma llena de mis amigos, que han hecho este viaje todavía mejor de lo que hubiera sido.

Galería de fotos – Asturias, ¡Qué buena suerte!