Capítulo III. Asturias

Carbón y minas

El carbón vegetal y mineral se ha utilizado para calentar desde hace miles de años, según relatan los expertos. Los romanos ya utilizaban carbón y los herreros que dispusieran de carbón mineral para sus fraguas podían alcanzar temperaturas más altas que con el carbón vegetal y por tanto forjar con mayor calidad y precisión el hierro y otros metales.  En Asturias, en la cuenca del Nalón, había carbón mineral en superficie y quienes vivían en esa zona lo utilizaban para calentar sus hogares por lo menos desde la Edad Media.  Según la página Minería de Asturias, «la primera licencia de la historia de la minería de carbón en España fue otorgada por el rey Felipe II el 11 de septiembre de 1593. Se trata de una carta en la que el rey Felipe II autoriza a fray Agustín Montero para comenzar a extraer el carbón en Arnao (Castrillón). Desde entonces, casi gota a gota, unas veces, esporádicamente, otras, de forma más continua, los aldeanos asturianos fueron solicitando permisos para abrir pequeñas explotaciones de carbón que, muchas veces, simplemente alimentaban una fragua. Hay que pensar que Asturias era una región aislada, con una costa muy dura, rodeada de montañas en la que hasta el tránsito interior resultaba dificultoso». Tan difícil que en Taramundi, a unos doscientos de kilómetros, utilizaban carbón vegetal para sus fraguas.

Sorprendentemente (para mí) aunque los habitantes de esa zona conocían el carbón y su poder calorífico, «su extracción y uso como combustible no fue entendido como una actividad industrial hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XVIII. Y lo hizo sólo después de que los ilustrados asturianos de la época, con Gaspar Melchor de Jovellanos como figura destacada, fomentaran la extracción de hulla con el fin de estimular la economía del país», según sigue contando esta página web.

Caballista. Bocamina. Piñeres

«Poco después del escrito de Antonio Carreño, fue el ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos quien en 1789 elabora el documento de mayor relevancia sobre el tema para el Ministerio de Marina. De inmediato, su “Informe sobre el beneficio del carbón piedra y utilidad de su comercio” se convierte en el documento más importante de la minería asturiana y se alumbran ideas como la libertad para la explotación de las minas, la mejora de los transportes, la construcción de una carretera “carbonera” entre Langreo y Gijón o la creación de un Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. Los inicios fueron duros y pese a los tanteos de empresas como la Compañía de San Luis, que contaba con mineros ingleses más avezados en las tareas, la explotación apenas progresaba».

Quien quiera conocer más sobre la historia de la minería del carbón en Asturias, puede seguir leyendo en el enlace de arriba, que aporta información apasionante. Entiendo que hasta que no se conoció la máquina de vapor, el carbón no resultaba un elemento tan productivo como en el siglo XIX y en el siglo XX, pero incluso así, aunque sólo fuera por su capacidad para fundir metales y trabajar con ellos, parece obvio que se le podía sacar rendimiento. También es posible que quienes vivieran cerca del carbón no supieran como trabajar los metales, o no le dieran importancia al comercio. A saber.

«Mi padre llegó a picar el carbón con pico y pala»

En el Centro de Experiencias y Memorias de la Minería del Pozo Sotón no se remontan tan atrás como he escrito yo en la historia del carbón, pero sí cuentan muchas experiencias del siglo pasado en las minas. Hay muchos detalles interesantísimos. A pesar de la cantidad de energía que obtenían de la mina todos los días, en el interior de las minas no tuvieron electricidad con potencia suficiente hasta muy avanzado el siglo XX. No tengo datos precisos de hasta qué año duró cada proceso, pero en el interior de las minas, en algunos casos casi hasta el final del siglo pasado, el transporte del carbón lo realizaban animales. «Mulas ciegas», me especifica Miriam durante la visita. A principios del siglo pasado, el transporte de carbón fuera de la mina se hacía con seres humanos: un hombre adulto, o dos «guajes», tiraban de las vagonetas. En el Pozo Sotón, realizaban 14 kilómetros diarios. Más adelante les sustituyó una mula y posteriormente una máquina.

Mineros en Los Navalones Urbies 1957

Del mismo modo, «mi padre llegó a picar el carbón con pico y pala», me cuenta Miriam, y su padre tiene algo más de 70 años. Por tanto, el aire comprimido se introdujo en las minas, o en algunas minas, en la segunda mitad del siglo XX. ¿Cómo se producía ese aire comprimido? Si fue tan tarde, seguramente con energía eléctrica. Es impresionante que con la cantidad de energía que tenían enterrada en las minas no utilizaran máquinas de vapor desde principios de siglo XX para producir electricidad, para producir aire comprimido y para mover el carbón. Todo esto que ahora nos parece tan evidente, no tiene ni cien años de historia. Pero, si había aviones en la Primera Guerra Mundial, resulta sorprendente que en el interior de una mina de carbón se picara a pico y pala después en 1950.

Miriam también me dice que la crisis del petróleo de 1973 supuso un auge desconocido hasta ese momento para la minería del carbón. «Pensábamos que podríamos vivir toda la vida del carbón», dice. Pero fue un espejismo. En la década de los 80 y los 90, con la reconversión industrial, las minas de carbón españolas fueron desapareciendo. En la actualidad sólo queda una abierta, para alimentar una central térmica «muy eficiente» que emplea carbón para producir electricidad.

Grabé en vídeo la visita al Centro de Experiencias y Memoria de la Minería con la confianza de que me dejarían publicarlo, pero no me han autorizado a hacerlo. Una pena, porque creo que hubiera sido bonito para ellos y para nosotros. Por tanto, os dejo un enlace al canal de youtube del Centro de Experiencias y Memoria de la Minería. No tiene vídeos tan buenos como el que grabamos Miriam y yo :), pero así es la vida.

 

«Muyeres y guajes»

«Los vagones son empujados por un solo vagonero fuerte o por medio de dos muchachos. El vagonero único gana 2,44 pesetas de jornal. Los muchachos ganan 1,40 pesetas cada uno. Cada obrero anda 14.000 metros por tarea. El vagón vacío pesa media tonelada y tiene capacidad para otra media tonelada de carbón en bruto.»
(Fuente: Colección de artículos industriales acerca de las minas de carbón de Asturias. Francisco Gascue. 1888)

Por lo que me contó Miriam durante la visita al Centro de Experiencias y Memoria de la Minería, los «guajes» trabajaron en la minería hasta bien pasada la mitad del siglo XX. La situación de las «muyeres», por el contrario, no era tan sencilla. Era ilegal que las mujeres trabajaran en el interior de la mina (ha sido ilegal hasta fechas recientes), pero aun así había algunas que trabajaban en el interior. «Las mujeres cobraban la mitad que los hombres, al igual que los muchachos —me cuenta Miriam— y en el interior de la mina se cobraba más que en los trabajos del exterior. Normalmente, mujeres viudas o madres solteras buscaban la forma de trabajar en el interior de la mina. Era ilegal, pero algunas trabajaron en el interior. Las viudas, por ejemplo, firmaban con el nombre del marido.»

Minería del carbón. Asturias. Trajes de faena de las mujeres en las minas.

Hasta después de aprobada la Constitución Española, se negaba el acceso al interior de la mina a la mujeres.  (Información obtenida de una lámina expuesta en el Centro de Experiencias y Memoria de la Minería)

El 15 de julio de 1897 fue promulgado el Reglamento de Policía Minera. En él se prohibía que las mujeres, de cualquier edad, y los niños menores de 12 años trabajaran en el interior de las minas.

En el franquismo, justo tras la guerra civil, el gobierno impidió la contratación de mujeres casadas (dentro y fuera de las minas) y otras medidas para el fomento de la natalidad. En la década de los 50, cambia la legislación, porque era necesaria la mano de obra femenina en una economía en expansión. Sin embargo, se mantuvo la prohibición de que las mujeres trabajaran en el interior de la mina.

Nada cambió hasta la década de los 90 del siglo pasado, hace menos de 30 años. «En 1985, Concepción Rodríguez Valencia solicita el ingreso en la empresa estatal HUNOSA para cubrir una de las 900 plazas de Ayudante Minero que habían sido convocadas. A pesar de ser declarada apta para el desempeño del puesto tras las pruebas médicas, su demanda no fue aceptada y todas las plazas fueron cubiertas por varones».

Concepción Rodríguez Valencia no desistió y con la asistencia legal de la letrada Lucía Ruano, obtuvo finalmente en la década de los 90 una sentencia de la Sala Primera del Tribunal Constitucional que reconocía su derecho a una de las plazas de Ayudante Minero en igualdad con los varones que superaron las pruebas junto a ella.

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(Fotos en blanco y negro: Archivo Histórico Hunosa)

Galería de fotos – Museo de la minería